El hombre que identifica cadáveres y criminales en la morgue
El hombre que identifica cadáveres y criminales en la morgue
Luis García Bendezú

Le basta una porción de tatuaje para reconocer a una persona.  A veces solo el arco de una ceja. Desde una diminuta oficina en la Morgue Central de Lima, Danny Humpire identifica a víctimas y criminales cuando todas las pistas sobre sus pasados parecen haber desaparecido.  

—¿De qué clase de casos se encarga usted?
De dos tipos: por un lado analizo cuerpos descompuestos, carbonizados o descuartizados. Aquellos donde es imposible hacer una identificación, donde no hay huellas dactilares. Busco tatuajes, una cicatriz o cualquier detalle que lleve a una identificación. Además, reconocemos a través de imágenes a delincuentes para las investigaciones policiales y fiscales. Este trabajo es más complejo y quita más tiempo. 
—De todos sus casos, ¿cuál recuerda más a menudo?
Nunca olvidaré el caso de Juana Cárdenas Campomanes, una chica de 19 años que en el 2006 apareció descuartizada y quemada en Huachipa. Como los restos estaban incompletos y en muy mal estado, retiré los tejidos del cráneo y reconstruí una aproximación de su rostro. Ese método fue muy criticado por algunos colegas, varios me dieron la espalda.

—¿Qué le criticaron?
Decían que no era un sistema riguroso y que no había bases para hacer una reconstrucción. Pero el rostro que diseñé fue publicado en los diarios y salieron dos nombres de señoritas desaparecidas: Juana Cárdenas y Gladys Castillo. Yo descarté a Castillo. Pero los policías no me creyeron y luego hicieron el ridículo: en una conferencia anunciaron que habían identificado a la descuartizada como Gladys Castillo. A los pocos días apareció esa señorita viva y denunció a los policías por daño a su imagen.

—¿Al final descubrieron al asesino de Cárdenas?
Sí. Gracias a su identificación se pudo llegar a la última persona que la vio con vida. Era un militar que la había contactado por Internet, la llevó a su departamento en Breña y luego la asesinó. 

—Se dice que un cadáver arroja más información sobre la vida de uno que sobre su muerte. ¿Es cierto eso?
Sobre todo los restos óseos. El esqueleto nos cuenta los hábitos de una persona. Si era fumador, hay desgaste en los dientes. Si era cargador, hay problemas en la columna o en las clavículas. Todas son características individualizantes. En el cráneo se detectan cirugías, caídas, fracturas de dientes. Afortunadamente el cuerpo es asimétrico, lo que ayuda en la identificación. Y no hay dos cráneos iguales, ni siquiera el de los gemelos. El cráneo equivale a la huella digital o el ADN de alguien.  Es único. 

—¿Cree que las cámaras de vigilancia nos han hecho una sociedad más segura?
Las cámaras sí ayudan, sobre todo en la prevención. Pero muchas veces los ciudadanos no se preocupan por sus sistemas. He visto el caso de una bodega en San Juan de Lurigancho que fue asaltada cinco veces y nunca mejoró su videovigilancia. Lo mismo en un colegio que fue extorsionado tres veces y nunca pusieron una cámara.

—¿Cuántas personas lo ayudan en la identificación de delincuentes?
 Aquí [en la morgue] solo trabajo yo. Hay otra persona que hace esto, pero en Medicina Legal de Abancay. 

—¿Qué recomienda en un sistema de videovigilancia?
Lo recomendable es tener una buena cámara en HD. La alta definición me ayudó, por ejemplo, a identificar a los asaltantes de la Vía Expresa de febrero de este año, un caso muy sonado por la crueldad y la muerte de una persona. Los delincuentes iban encapuchados y con chalecos antibalas. Pero uno se descuidó y lo reconocimos por un tatuaje. 

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