(Foto: El Comercio)
Personajes ejemplares: los que juegan por un Perú honrado |CRÓNICA
Redacción EC

Jorge Malpartida Tabuchi
María del Carmen Yrigoyen


Todas las noches Lucila Villanueva Alvarado duerme con el celular pegado a la almohada para atender las emergencias de sus vecinos en la zona de Pachacútec, en Ventanilla. Ella es dirigente del barrio y promotora social de la municipalidad distrital.

La madrugada del domingo 18 de marzo un fuerte incendio en el asentamiento humano Los Naranjos afectó seis viviendas. Lucila fue una de las primeras en llegar a la zona. Esperó que los bomberos apagaran las llamas y se sumó a las labores de limpieza y remoción de escombros.

Mientras rastrillaba las cenizas en uno de los lotes afectados, encontró una bolsa pesada que le llamó la atención. La abrió y halló varios fajos de billetes de S/100. En total sumaban S/27 mil.

Para alguien que hace malabares para estirar el sueldo y llegar a fin de mes –a veces sube a los buses a vender caramelos–, ese hallazgo podría haber sido una tentación para solucionar sus problemas económicos. Pero su conciencia no tenía dudas: había que regresar el dinero a su dueño.

En menos de media hora lo ubicó. El hombre le contó que eran los ahorros de toda una vida. “La plata no te hace valioso, pero tus valores sí. Con mi acción, esa familia pudo tener los recursos para superar su tragedia”, afirma la dirigente.

Veinticinco años atrás, cuando Lucila vivía en Uchiza (San Martín), encontró US$25 mil entre los muros caídos de una vivienda también quemada. “Devolví el dinero porque mi padre me enseñó a ser honesta y eso también quiero que aprendan mis hijos”, dice la mujer.

—El alma antes que el cuerpo—
Carlos Rodríguez Caballero podría haberse operado de los cálculos a la vesícula que hace años lo afectan con los S/16.000 que encontró en el asiento posterior de su taxi. También pudo saldar sus deudas con los bancos o comprarle a su hija menor una entrada para el show de la serie infantil Soy Luna. Rodríguez prefirió buscar a la legítima dueña.

El 18 de abril del 2017 Carlos hizo una carrera a una mujer desde Miraflores hacia el terminal de buses de Cruz del Sur, en la avenida Javier Prado. Debido al apuro, la pasajera dejó un estuche repleto de billetes en el automóvil. Carlos no se dio cuenta. Hizo otras tres carreras y volvió a su casa. Al día siguiente, mientras alistaba su vehículo para una nueva jornada, encontró el bolso con dinero. Como única pista había un papel con un nombre escrito a mano: Lily Wong.
Carlos buscó a la mujer por Facebook. Se trataba de una misionera estadounidense que estaba construyendo un albergue para niños en Ica. Los billetes olvidados en el vehículo de Carlos eran para pagar a los obreros. “Con esa plata podría haber salvado mi cuerpo, pero iba a condenar mi alma”, reflexiona el taxista.

Dos meses después de devolver el dinero, una banda de ladrones robó el taxi de Carlos de la puerta de su casa en San Juan de Lurigancho. Le exigieron S/7.000 para devolverle su herramienta de trabajo. Él se negó. Horas después su auto apareció destartalado en medio de un canchón.

Cuando en los noticieros informaron lo que le había ocurrido, varias empresas y ciudadanos anónimos se conmovieron y le donaron dinero o partes de autos.

Hallazgos en el aeropuerto
Pasajeros distraídos
Cada día son hallados cerca de 63 objetos en las instalaciones del aeropuerto Jorge Chávez. Los usuarios olvidan sus cosas sobre todo en el área de control de seguridad, en las salas de embarque y el hall de check-in.

Los más olvidados
En los últimos 3 meses se perdieron en el aeropuerto 351 correas, 364 aros, 355 lentes y 305 relojes. En el terminal aéreo hay una oficina de hallazgos. Los objetos son conservados por 20 días. Si no son reclamados, van a la Beneficencia del Callao.

—Integridad al volante—
No es raro que los pasajeros de Airport Taxi Perú olviden laptops, celulares costosos, cámaras profesionales y dinero en los vehículos de la empresa. Tampoco es extraño que los choferes acudan con frecuencia a la comisaría El Aeropuerto (en la Av. Faucett) para devolver los objetos hallados.

El pasado 1 de mayo Ricardo Leyva, de 41 años, recogió a una mujer que venía de España y la trasladó a Zárate. “Le pedí que pusiera su bolso en el suelo por los bujieros”, explica. Al volver a su base encontró en el auto la cartera que olvidó su pasajera, con 6 mil dólares. Aunque necesitaba dinero, ya que por esos días su hija de 15 años estaba internada por un problema médico, Leyva devolvió el bolso. La pasajera, casi sin esperanzas de recuperar sus ahorros, le agradeció hasta las lágrimas. El taxista Jorge Tarrillo, de 30 años, devolvió 2.000 euros en el 2016 a un joven que también venía de España. “Un amigo lo fue a recoger al aeropuerto y le propuso subir a un taxi de la calle. Pero el joven insistió en que era mejor tomar uno seguro y subió a mi carro”, recuerda. Los llevó por la Universidad San Marcos, los ayudó a bajar sus cosas de la maletera y se fue. “Era mi primera carrera del día. Serían las 7 a.m. Cuando llegué a la base vi la billetera y se la entregué al gerente de la empresa para que diera cuenta a la policía. Así se ubicó al propietario”, indica.

Texel Zuloeta trabaja en la empresa desde que esta se fundó, hace 11 años. Meses atrás hizo una carrera a una peruana que volvía de Miami después de 20 años. “La llevé al hotel Rubí, en La Marina. Fue como a la 1:30 a.m. No me di cuenta de que había olvidado un bolso debajo del asiento del copiloto. Tenía US$5 mil y cosméticos. Fui a mi casa y guardé el carro. Por la mañana lo llevé a la comisaría de Faucett para entregárselo”, recuerda.

Otro día llevó a una joven del aeropuerto a Comas. “Dejó un bolso con US$2.700. Pero no sabía si se le había quedado en el taxi, en el aeropuerto o si se le había caído en la calle. Llamó por si acaso a la base y me avisaron. Busqué y ahí estaba debajo del asiento”, cuenta. “La gente anda muy distraída o muy cansada porque los viajes son largos. A veces dejan sus maletas en el aeropuerto por irse a fumar. Se olvidan, llegan los de la ÚDEX y creen que pueden ser bombas. Cierran todo. Pasa a cada rato”, indica.

Johnny Calle, de 39 años, llevó a una pareja estadounidense a un hostal de la avenida Japón, en el Callao. “Los dejé y fui a recoger a mi hija al colegio. La dejé en mi casa y entonces me di cuenta de que había una billetera turquesa. Adentro había S/1.500 y US$3.000. La pareja no hablaba mucho español, pero como pudieron me dijeron gracias”, cuenta.

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