Genaro.
Sí, ese. El pionero de la radio y la televisión. Quien hizo de Ferrando el rey de los sábados, descubrió a Gisela, inventó a Laura Bozzo, trajo la telefonía celular y encarriló la televisión por cable. El dueño de la frase “Las deudas viejas no se pagan y las nuevas se dejan envejecer”. El Genaro del “Genaro, págame mi plata”, momento histórico de la televisión peruana, protagonizado por un atribulado trabajador quien no vio mejor manera de exigir su dinero que apareciendo de improviso durante un despacho en vivo en “Buenos días, Perú” y, letrero en mano, gritar a la teleaudiencia el tamaño de su desesperación.
► Sunedu: ¿Qué universidades del país han recibido el licenciamiento institucional?
Genaro Delgado Parker. Su nombre lo recordó un amigo abogado apenas se supo que una medida cautelar concedida por un juez en Bagua le abría las puertas a la Universidad Telesup para volver a operar.
La relación es inevitable. Y quienes anden por la base cuatro lo pueden recordar: a inicios del presente siglo, en plena disputa por Panamericana, Genaro presentó una serie de medidas cautelares para recuperar el control del canal que fundó. Para ello se valió de juzgados ignotos, ubicados en el cono norte, lo que no hizo más que oscurecer el valor de su disputa. El carnaval de cautelares, transmitido en el ‘prime time’ televisivo, tomó rostro de pleito de callejón (con baldazos de pintura amarilla, incluidos).
¿Qué diablos tiene que ver un juzgado de Bagua en un pleito entre una universidad –que no tiene sede en esa ciudad– y la Sunedu?
Una oportunísima demanda de discutible justificación legal, presentada por un exalumno de una carrera a distancia, le ha permitido buscar un ampay me salvo a costa de poner en vilo toda la reforma universitaria.
Telesup no obtuvo la licencia porque no cumplió los requisitos mínimos para brindar servicios educativos. A la universidad que fue noticia mundial por la falsa fachada de una de sus sedes no se le exigió nada fuera de lo común. No se la “discriminó” como afirma su defensa legal. Se sometió a un proceso y, como otros 18 centros de estudios, falló.
Pero con el fin de salvar su negocio, sus representantes prefirieron sumarse a una demanda insólita, presentada ante un juez investigado por sus supuestas vinculaciones con una organización criminal, que se encuentra con comparecencia restringida y ha debido renunciar apurado por el escándalo.
¿Les importará ello a los dueños de la universidad, a los dignos abogados que la defienden?
En un país donde las instituciones no funcionan, la Sunedu es una honrosa excepción. Que los intereses particulares no destruyan el gran trabajo que ha realizado para mejorar el nivel de la educación.
* El autor es docente de una universidad licenciada y tiene amistad con algunos miembros de la Sunedu.