Tenía las cajas de fresas, mangos, lúcumas compradas. La leche, las bolsas, el azúcar. Había mucho sol, las playas por fin estaban abiertas y la temporada de verano prometía. Josefina Arias estaba lista para preparar los chupetes con los que todos los años ha podido sacar adelante a su familia. Hasta que el petróleo de Repsol embarró la playa Bahía Blanca de Ventanilla.
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Perdió su inversión y la posibilidad de tener ingresos para el año que recién empezaba. Afuera de su única refrigeradora repleta de marcianos sin vender quedaron todas sus frutas que poco a poco se fueron malogrando. Dice que si sobrevivió de milagro la pandemia, no sabe cómo hará ahora. “Nos sacamos la mugre tres meses para sustentarnos todo el año. No es justo”, reclama.
Este martes se cumple un mes del derrame de petróleo de la refinería La Pampilla y el daño ecológico y social está lejos de remediarse. Animales marinos murieron, 29 playas de Lima se contaminaron, el crudo afectó cinco zonas reservadas y miles se quedaron sin trabajo de la noche a la mañana.
David Condori, presidente de la asociación de comerciantes Bahía Blanca, que reúne a unas 50 familias, denuncia que hasta ahora solo ha recibido una canasta y vales que no alcanzan, menos ahora que se acercan las clases. “Repsol nos dio vales de consumo de 500 soles por 15 días. Dicen que están evaluando nuestro caso. ¿Cómo nos va a alcanzar? tenemos necesidades fuertes, estudio, salud. No tenemos trabajo, vivimos a base de donaciones”, contó el último viernes a este diario.
Demoras en limpieza
El mayor desastre ecológico que ha vivido Lima empezó el domingo 15 de enero en el terminal multiboyas N°2 de la Pampilla, de la multinacional española Repsol YPF. Lo que siguió fue una serie de contradicciones y demoras por parte de la empresa.
“Desde el inicio Repsol ha querido minimizar el terrible atentado que ha dejado a cientos de familias desamparadas. No hay temporada de playa para Ventanilla y eso les ha importado poco varias semanas”, sostiene Pedro Spadaro, alcalde de Ventanilla que denunció cómo se estaba tratando de limpiar el petróleo con recogedores y baldes en los primeros días.
Si esa era evidente improvisación era un problema, las distintas versiones sobre la magnitud del derrame derivaron en la extensión del daño hasta la playa Calichera de Chancay, a 64 kilómetros del origen del incidente. El primer día dijeron que se derramó 0,16 de un barril de crudo, luego fue 6.000 barriles hasta que finalmente, a las dos semanas, Repsol reconoció que era más de 10.300 barriles. Es decir, pasó de 25 litros a 1 millón 650 mil litros de petróleo vertido al mar.
Según dijo el exministro del Ambiente Rubén Ramírez, la respuesta de la empresa demostraba que tenía un plan de contingencia “solo en papel” y que sus distintas versiones llevaron al error a OEFA, entidad que hasta ahora ha impuesta una multa de 100 UIT (S/ 460.000) por no cumplir la limpieza en el plazo de 8 días que inicialmente le dio.
El ultimo viernes, Repsol informó que han avanzado un 67% con la limpieza del derrame en mar y playas. Sin embargo, especialistas advierten que los trabajos son apenas superficiales.
Para el biólogo Juan Carlos Riveros, director científico de la ONG Oceana Perú, hablar incluso de un 50% de limpieza ya es exagerado porque no se está atendiendo el crudo que se está hundiendo en el fondo del mar por la tardía respuesta de la empresa. Aunque reconoce que han aumentado las acciones de limpieza, considera que son insuficientes. “Han recuperado el ritmo, tienen mucha más gente y nueva maquinaria, pero solo hablan de lo que se ve en la orilla. El petróleo en el agua no ha salido y hay áreas que no han tocado como los acantilados de Pasamayo que están bañados de petróleo o Aucallama, donde hay playas igual. Con los días de oleajes [hay un aviso vigente de la Marina] se va a notar de nuevo”, indica.
Yuri Hooker, biólogo marino y coordinador del Laboratorio de Biología de la UPCH, añade que la verdadera limpieza por un derrame de petróleo es una tarea de años. Por ahora, que sigan varando choros, cangrejos o erizos de mar demuestra que los organismos que viven en la zona intermareal están acumulando toxinas. ”Para decir que un lugar está limpio se tiene que analizar que en el fondo marino y los organismos ya no haya rastros de petróleo. Son procesos que pueden durar décadas. Están limpiando solo lo que la gente ve”, advierte.
José Terol, responsable del centro de control de Repsol, encargado del operativo de limpieza, reconoció que los trabajos por ahora no incluyen la atención del daño en el fondo marino. “Una vez que saquemos todo el hidrocarburo de la superficie, y ya hemos cursado los correspondientes permisos a las autoridades, será el proceso final, que comprende un análisis del impacto ambiental del derrame y eso incluye análisis y determinación de posible presencia de hidrocarburo en la columna de agua y en el segmento marino”, dijo a este Diario.
Estimó que finales de esta semana terminarán con la limpieza del crudo sobre el mar, a fines de febrero en las playas de fácil acceso y para finales de marzo en los acantilados de difícil acceso. Lo demás, sin embargo, tardará más. “Hemos pedido los permisos para empezar a hacer los muestreos o análisis, estimamos que será unos seis meses hacer la elaboración completa del impacto del derrame en todos los aspectos”, dijo.
Daño que no se puede limpiar
Según Javier Jara, médico veterinario de la Administración Técnica de Flora y Fauna Silvestre de Lima (ATFFS ) de Serfor, hasta el momento han recuperado más de 240 animales afectados por el petróleo, la mitad no sobrevivió. Sin contar con otras especies que murieron casi de inmediato.
“En la Bahía de Ancón había una familia de nutrias y han muerto varios ejemplares que vivían por años ahí. Entre las playas Cavero y Bahía Blanca (Ventanilla) también ha habido un registro de nutrias nadando, pero se están alimentando de registros biológicos contaminados y a la larga van a tener algun tipo de enfermedad y morir”, dice a este Diario.
Sin embargo, Riveros apunta a que el impacto será mucho mayor y prolongado. Estima que de las aproximadamente 140.000 aves de las islas cercanas a la zona del derrame, por lo menos 1.500 podrían haber muerto y las que sobrevivieron tendrán problemas genéticos. “Hay muchas posibilidades que las aves expuestas al hidrocarburo que no han muerto tengan crías con malformaciones genéticas o sus huevos no sirvan. La próxima temporada reproductiva posiblemente tengamos más pérdidas”, sostiene.
Recién el 9 de febrero Repsol firmó un acuerdo con Serfor y el Parque de las Leyendas para costear el cuidado de las especies que sobrevivieron al desastre ecológico.
Hooker añade que también es necesario conocer el impacto en la salud de los trabajadores de limpieza. Ya el martes pasado el Minsa informpo que hay dos hospitalizados por intoxicación aguda tras el contacto directo con este hidrocarburo. “El efecto a la salud se ve en años. Hay muchas cosas que está haciendo Repsol solo para limpiar la cara, pero no el impacto real”, dice.
Pese a ello, Terol niega que trabajadores de limpieza hayan resultado afectados.
La otra crisis
Lo cierto es que la respuesta del gobierno tampoco ha sido adecuada. Riveros cuestiona que en plena crisis ambiental y social no se mantengan personas con las cuales coordinar. “El estado es un desastre, salvo episodios heroicos de gente de Serfor, Sernamp y OEFA en el campo. A nivel alto no hay quien ponga cara, con quién pueda coordinar la población. Se supone que hay un protocolo, pero no se sabe si está cumpliendo porque no es publico para que se puedan evaluar”, lamenta.
Esto, agrega, impacta en la atención que está recibiendo la población afectada. Según Repsol, ha alcanzado acuerdos y actas de colaboración con 34 colectivos de pescadores y comerciantes de Chancay, Ancón, Santa Rosa y Ventanilla, entre otros, que comprenden a más de 2.400 personas.
“Aunque dicen eso la evidencia es que vemos a la gente esperando que les den trabajo, no están pidiendo plata sino trabajo. Invirtieron para el verano, que es cuando generan mayores ingresos y todo lo han perdido”, añade Riveros.
De acuerdo con Spadaro, solo en Ventanilla son 700 familias afectadas directamente y muchas más que dependen de las ollas comunes, a las cuales los pescadores artesanales vendían pescado barato. “Hasta el día de hoy y, a pesar de la presencia del presidente, de la primera ministra en ese momento y del ministro de Ambiente, que han cambiado tres veces, no se ha entregado un bono económico como se prometió”, denuncia.
Para Alfonso Miranda, presidente de Calamasur, esta emergencia ha puesto en evidencia que no existe un liderazgo desde el gobierno para proteger a pescadores y todo el sector que depende del mar ante desastres ambientales. Aunque se sigue investigando si la erupción del volcán Tonga tuvo algo que ver – reconocidos veleristas que estuvieron en la zona aseguran que no había oleajes– sí vivimos en zona de riesgo. Miranda lo expone así: “¿Cuántas tuberías de petróleo, combustible o gas están expuestas ante un terremoto de magnitud 9. ¿Quién nos garantiza que las instalaciones portuarias están debidamente seguras”, dice.
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