Lo indignante y paradójico de la historia del ‘Doctor Covid’ es que quizás la jueza que decidió no darle prisión preventiva lo hizo pensando en salvarle la vida. En cualquiera de nuestras hacinadas carceletas (dado que las cárceles ya no admiten más presos), Zhang Tianxing podía contagiarse con el COVID-19, la enfermedad de la que se aprovechó para montar un negocio con las pruebas rápidas que robó.
No deja de asombrar cómo un sujeto que es odontólogo y portaba un carnet del Ministerio de Salud vencido desde mayo del año pasado, haya podido ingresar a un área supuestamente restringida de un establecimiento oficial y manipular -y robar- pruebas que deberían ser cuidadas como oro, dado el delicado momento en que se encuentra el país a causa de la pandemia.
Los corruptos no conocen de crisis humanitarias y aun en los momentos más crudos buscan el menor resquicio para hacer de las suyas.
Ayer el presidente Vizcarra, durante su conferencia de prensa del mediodía, explicaba lo difícil que le había resultado al Ministerio de Salud conseguir la información sobre el número de camas UCI con que cuenta para atender a los contagiados con el nuevo coronavirus.
Si el Gobierno no conoce con exactitud información tan elemental para la atención de la pandemia, ¿por qué pensar que iba a tener un manejo prolijo en el almacenamiento de las pruebas rápidas? ¿Cuántos otros ‘Doctores Covid’ habrá por ahí, haciendo de las suyas?
Cuando acabe la pandemia, entre las muchas cosas que habrá que reformar, está el sistema de salud pública. Uno de los objetivos es que deje ser una coladera.