(Fotos: Juan Ponce / GEC)
(Fotos: Juan Ponce / GEC)
Pedro Ortiz Bisso

El cierre de los locales de por 30 días constituye, de lejos, la decisión más importante que ha tomado el alcalde en el tiempo que lleva al mando de la ciudad. Por eso sería lamentable y heriría de muerte su autoridad, si cediera a los reclamos de los comerciantes y algunos regidores, y se echara para atrás.

La medida, como se recuerda, fue tomada luego del terrible incendio ocurrido el pasado 19 de abril, que arrasó casi una manzana, afortunadamente sin causar víctimas.


La presión que ha soportado ha sido intensa. Ayer, por segundo día consecutivo, los comerciantes marcharon por las calles del para protestar contra la medida. Como ocurrió el último jueves, intentaron llegar hasta el Palacio Municipal a fin de que sus exigencias sean oídas por el propio Muñoz.

Aunque ya se han abierto algunos negocios tras pasar satisfactoriamente las inspecciones, la mayoría están cerrados. Se estima que en la zona existen unos 20 mil locales que emplean a unas 60 mil personas.

La lógica detrás del reclamo de los comerciantes tiene una cifra impactante: 420 millones de dólares. Esa es la suma que, se estima, perderán si el cierre se prolonga durante 21 días. Además, estas semanas son críticas ya que la medida los ha tomado en uno de los momentos más importantes del año: la campaña por el Día de la Madre.

“Queremos trabajar, no al cierre” es el lema que se lee en los polos que han llevado durante sus movilizaciones. Están en todo su derecho de exigirlo. Pero las autoridades, y sobre todo los usuarios, tenemos derecho a exigirles también que realicen sus actividades sin evadir las normas de seguridad.

Desde que el 29 de diciembre del 2001, 279 personas perecieran tras desatarse uno de los incendios más espantosos que se recuerde, Mesa Redonda no ha cambiado mucho. Los casos de conexiones eléctricas en malas condiciones, ausencia de extintores, almacenes desbordados y pasadizos invadidos han sido comunes durante estos años.

Ni Alberto Andrade, en cuya gestión se produjo el infierno del 2001, ni Luis Castañeda ni Susana Villarán han logrado romper el status quo y hacer prevalecer el principio de autoridad en una zona que, según la Unidad de Análisis Económico de El Comercio, genera el 30% del PBI del sector comercio del país. Muñoz tiene una ocasión de oro para marcar el derrotero de su gestión y convertir Mesa Redonda en un lugar civilizado, es decir, un espacio donde comerciantes y visitantes no vean su integridad en peligro.

Tras sus deslices con la Vía Expresa Sur y el aumento de sueldo de sus funcionarios, necesita demostrar que su gestión tiene un rumbo definido. Lima necesita orden a gritos. Mesa Redonda puede ser un buen comienzo.

*El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

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