La exposición "Sintiendo espacios: arquitectura imaginada", presentada hoy a la prensa y que abrirá al público hasta el 6 de abril, ofrece al visitante "una experiencia", un viaje por las obras de arquitectos con "experiencias culturales y generacionales" distintas, según explicó su comisaria, Kate Goodwin.
Entre los arquitectos que muestran sus obras en los amplios salones de la Royal Academy figuran dos ganadores del Premio Pritzker, los portugueses Álvaro Siza y Eduardo Souto de Mora, junto al chileno Pezo von Ellrichshausen o el japonés Kengo Kuma.
La ligereza y sutilidad son las notas principales de la instalación diseñada por Kuma, autor de viviendas de cristal y defensor del medio ambiente, que presenta en Londres una estructura de palos de bambú de 4 milímetros de diámetro alumbrada por pequeñas bombillas colocadas en el suelo.
Su obra, un enrejado de formas redondeadas, se ilumina a sí misma dentro de la habitación negra en la que está ubicada, y contrasta claramente con la solemnidad de la robusta construcción del chileno Von Ellrichshausen, una superficie sustentada en cuatro pilares que albergan a su vez escaleras de caracol por las que subir.
LOS PORTUGUESES
Un pesado arco de hormigón de una tonelada diseñado por Souto de Moura, de 61 años y ganador del premio Pritzker por su trayectoria en 2011, contrasta con la ligera instalación del burkinabés Diébédo Francis Kéré, cuya única sujeción son 550.000 "pajitas" de colores.
TRADICION CHINA
Desde China, el arquitecto Li Xiaodong lleva a la capital británica un bosque de avellanos, guijarros y espejos, mientras que el estudio irlandés Grafton Architects presenta un espacio abierto que adquiere sentido en su vista en planta.
Álvaro Siza, de 80 años y ganador del premio Pritzker en 1992, también está presente en la exposición y es autor de una instalación exterior situada en la entrada del edificio del centro de Londres.
En las galerías diáfanas de la Royal Academy, sólo ocupadas por la luz que entra por las vidrieras, "no hay modelos, ni fotografías", no hay más que "estructuras reales en las que la gente puede entrar", señaló Goodwin.
Se trata de una iniciativa "nueva", una exposición en la que sí se pueden tocar las obras, sentir su material, pasear encima de ellas, "tomar alguna bebida", hacer ruido, hacer fotografías y en la que puede haber niños correteando, explicó.