A la conquista de la Bienal de Venecia - 5
A la conquista de la Bienal de Venecia - 5
Alonso Almenara

En el 2012, el Perú participó por primera vez en la Bienal de Arquitectura de Venecia, el evento más relevante y prestigioso para la difusión del pensamiento arquitectónico contemporáneo en el mundo. José Orrego, el comisario de la exhibición, fue uno de los protagonistas de esta histórica iniciativa. Junto a su colega Enrique Bonilla, el curador, llevaron adelante un proyecto que implicó la participación de 20 estudios de arquitectura locales, y que desembocó en el montaje de la muestra “Yucún: habitar el desierto”. A esa primera iniciativa siguió, en el 2014, “In/Formal: urban encounters for the next 100”, una exposición que involucró nuevamente a Orrego –asociado esta vez con el curador Sharif Kahatt– y que inauguró el pabellón exclusivo dedicado a nuestro país, desde entonces y por los siguientes 20 años, en el Arsenal de Venecia. Ambas muestras serán reproducidas a partir del 27 de octubre en el Museo de la Nación. En honor a la ocasión, El Comercio conversó con Orrego para examinar la historia detrás de este logro. 

ARQUITECTO JOS? ORREGO PARTICIPA EN AL BIENAL DE VENECIAFOTO : ROLLY REYNA / EL COMERCIO PERU

IMPULSOR. José Orrego, director de la oficina de arquitectura Metrópolis, ha sido uno de los principales responsables de este logro histórico para la arquitectura peruana .

¿Qué motivó la primera participación del Perú en la Bienal de Arquitectura de Venecia?

El proyecto partió de una reflexión que veníamos desarrollando desde hace un buen tiempo Enrique Bonilla y yo sobre la poca presencia que ha tenido, en las últimas décadas, la arquitectura en nuestro medio. Hoy, en todo el mundo, hay una preocupación cada vez mayor por buscar edificios de calidad y una mejor ciudad, y el protagonista inevitable de este proceso de transformación es el arquitecto. En Lima, sin embargo, vemos que a pesar de que ha habido un gran ‘boom’ de la construcción, las ciudades no han mejorado. La paradoja es que el Perú, históricamente, ha sido un gran protagonista de la arquitectura. Tenemos la ciudad más antigua de Sudamérica, que es Caral; tenemos maravillas como Machu Picchu; fuimos la capital del Virreinato y en el Perú se hizo la mejor arquitectura de esa época en el mundo, adaptada a la realidad local. Sucedió lo mismo en la época republicana. En los años 60 llega el movimiento moderno, con veinte años de retraso, es verdad, pero hubo una pujanza notable impulsada por Belaunde Terry. Existió además el grupo Espacio, liderado por Luis ‘Cartucho’ Miró Quesada, que permitió que la presencia del arquitecto se hiciera sentir en las discusiones públicas. Esa fue la época dorada de la arquitectura moderna en el Perú. Entre los años 60 y 70 nosotros lideramos la vanguardia continental junto con Argentina y Brasil. 

INSPIRACIÓN. La muestra “Yucún” incluyó propuestas arquitectónicas basadas en la estética de la civilización mochica. (Foto: Difusión)

Y lo perdimos todo. 

Para mí, en perspectiva, una de las peores pérdidas fue que se abandonaron los concursos públicos de arquitectura. Hoy en día el Estado no tiene ninguna herramienta para hacer edificios de calidad, pues lo que hace son concursos de precios de expedientes técnicos. Las crisis de los 80 hicieron además que la arquitectura empezara a ser percibida como una carrera accesoria o de lujo, y se dejó de considerar al arquitecto como ese profesional que puede imaginar el futuro de la ciudad. Todo esto se traducía en un lamento permanente de los arquitectos, pero nadie hacía nada porque había una incapacidad institucional de llevar adelante iniciativas que pudieran revertir este proceso. 

¿Qué cambió entonces para dar pie a esta reactivación?

En el Perú existe hoy un fenómeno que ha logrado crear identidad: la gastronomía. Y ese gran fenómeno integrador se gatilló a partir del momento que la gastronomía peruana fue llevada a Madrid Fusión. Nosotros creemos que la arquitectura tiene las mismas potencialidades. Y para demostrarlo necesitábamos estar presentes en el más importante foro de arquitectura en el mundo. La respuesta inevitable fue la Bienal de Venecia. 

MODERNIDAD HÍBRIDA. “In/Formal: urban encounters for the next 100” (2014) examinó el explosivo crecimiento de Lima durante el último siglo. (Foto: Cristóbal Palma)

¿Por qué es un evento tan trascendente?

Porque es un gran espacio de discusión donde se da la oportunidad, a través de participaciones nacionales, de llevar propuestas nuevas enfocadas en un tema curatorial específico, y las ideas interactúan por seis meses. Eso alimenta el imaginario de todos los arquitectos participantes. Enrique Bonilla y yo decidimos entonces montar una iniciativa, él como curador y yo como comisario, y acudimos al Ministerio de Cultura, que aceptó mandar a la bienal una carta para solicitar la participación del Perú. Yo considero que esa primera participación del 2012 fue heroica porque no contábamos inicialmente con ningún auspicio, pero lo magnífico es que luego se fueron sumando voluntades. Se sumó la Fundación Wiese, que actuó como productora, y convocamos a 20 oficinas de arquitectura locales que entendieron la importancia de participar y cada una aportó. Para mí lo gratificante de esa experiencia fue que nos comprometió de una manera mayor que si se hubiera dado de otra forma.

Así nació la Asociación Peruana de Estudios de Arquitectura.

Lograr el objetivo de montar esa primera exposición fue una verdadera fiesta para la arquitectura peruana. Luego nos quedamos como con una especie de síndrome de abstinencia… El esfuerzo había sido tan importante que, al final, la bienal se convirtió en un pretexto para organizarnos. Actualmente la asociación tiene 46 miembros. Y una vez organizados hemos tenido una serie de iniciativas, entre ellas la de recuperar la práctica de los concursos públicos de arquitectura. Hemos sido bastante exitosos: un ejemplo de esto es el Museo Nacional en Pachacámac. 

SUMA DE VOLUNTADES. La muestra "In/Formal" implicó el trabajo conjunto de 20 oficinas de arquitectura locales. (Foto: Cristóbal Palma)

En el 2014, la segunda participación del Perú en la bienal trajo una mejoría notable: empezamos a contar con un pabellón propio. ¿Cómo sucedió esto?

En el 2012, cuando estábamos organizando la primera participación, se abrió una oportunidad única: la bienal se extendió de tres a seis meses y, por primera vez desde la década del 70, la organización habilitó un espacio dentro del Arsenal para acoger nuevos pabellones nacionales. Eran 9 espacios disponibles para ser alquilados por 20 años. Eso significaba hacer un pago de un millón doscientos mil euros. Es ahí cuando se suman El Comercio y Prom-Perú. Junto a la Fundación Wiese, estas instituciones aportaron el dinero y logramos cerrar el trato. Lo singular del pabellón peruano es que es el único que ha nacido de una asociación tripartita. No es una negociación entre la administración de la bienal y una nación: también participó el sector privado, lo que implica que la planeación no estará supeditada a los vaivenes de la política. Eso nos da una oportunidad única que tenemos que aprovechar. Buscamos que haya una trascendencia en estos esfuerzos. Por eso nos hemos propuesto traer la bienal al Perú, primero a través de las exposiciones que hemos organizado en el Museo de la Nación, y luego, a partir del 2016, con la participación de tres universidades: la PUCP, la UNI y la Universidad de Lima. La propuesta peruana para la próxima bienal de arquitectura se hará por medio de un concurso nacional curatorial abierto, donde se va a invitar desde estudiantes de Arquitectura hasta arquitectos colegiados para que presenten ideas, buscando que el mejor proyecto sea el que nos represente. Becaremos además a un alumno de cada universidad para que viajen a Venecia y estudien las propuestas de los demás países con la idea de que puedan difundirlas en el Perú. Y ojalá que sean ideas controvertidas, ojalá generen discusión. Yo me siento muy optimista porque considero que estamos haciendo cambios estructurales que van a repercutir en el desarrollo de nuestras ciudades. Y eso, creo yo, va a ser la gran trascendencia de la bienal.

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