La muestra de La galería cumple con el deseo expreso de Eduardo Moll para celebrar su aniversario 90 con una retrospectiva. (Foto: El Comercio)
La muestra de La galería cumple con el deseo expreso de Eduardo Moll para celebrar su aniversario 90 con una retrospectiva. (Foto: El Comercio)
/ Musuk Nolte
Enrique Planas

Los rostros de sus personajes nos interpelan: la simplicidad y frescura de la línea no excluye la reflexión profunda, propia del expresionismo alemán de la posguerra. Se trata de una serie de preciosas monotipias realizadas en 1954, parte de sus primeros trabajos en Múnich (Alemania), a decir de la galerista Moni Quimper, donde retorna para aprender grabado. A su lado, la curadora Élida Román recuerda otra serie de Moll, realizada en óleo por la misma época, basada en rostros parecidos. Para la crítica de arte, es la obra propia de un espíritu convulsionado, salvaje, intenso y desbordado. Con un guiño a la obra de Henri Matisse, Román define aquella serie de monotipias como un “tesorito”, un ejemplo de racionalidad y desborde a la vez.

Una constante de aquellas figuraciones tempranas pintadas por Eduardo Moll es la permanente línea gruesa y negra. Para Román, aquellos rostros podrían dar material de sobra para un estudio psicoanalítico. En efecto, la férrea línea intenta delimitar la realidad de forma muy racionalista, propio de la personalidad de un autor nacido en Alemania pero peruano por adopción. Así, el expresionismo de Moll resulta fuerte y desbordado, pero siempre con una estructura muy sólida.

Como señalan tanto galerista como curadora, también esta colección de obras tempranas revela la maestría de un joven Moll en el manejo de las técnicas del grabado, el intaglio y la litografía. “Desde muy joven, Moll fue un maestro, un absoluto conocedor de técnicas de impresión. Su rol en lo que fue el grabado es extraordinario. Pocos como él dominaron este aspecto técnico”, afirma Román, quien además destacó el interés del artista de divulgar este conocimiento. En esta línea de trabajo se inserta su vocación por la docencia, sea en la Universidad Nacional de Ingeniería o en la cárcel, como lo hizo por años en el hoy desaparecido Panóptico del Centro de Lima.

CELEBRACIÓN EN AUSENCIA

Eduardo Moll fue una presencia constante en el arte peruano a partir de la mitad del siglo pasado, prolongándose hasta el último día de su existencia. Este hallazgo llega a la sala de La Galería como parte de un proyecto impulsado por el propio artista, quien pensaba celebrar en este espacio su aniversario 90. “La última muestra que presentó Eduardo aquí fue en setiembre del 2017, y estaba muy motivado por hacer una exposición importante para sus 90 años, presentando obra reciente y trabajos anteriores que él tenía guardado”, señala Moni Quimper.

Moll falleció el 25 de enero del año pasado, pero meses después Quimper retomó el proyecto con Richard Estrada, quien administra la obra del pintor nacido en Leipzig junto con la familia. “Eduardo quería hacer siempre cosas nuevas, era un hombre que trabajaba todo el tiempo. Siempre lo encontraba con su mandil y las uñas llenas de pintura”, recuerda la galerista. Así, a la obra más reciente se añaden piezas que el artista tenía celosamente archivadas.

TRES MOMENTOS EN LA VIDA

Para Román, el conjunto de obras reunidas en “Celebración” podrían leerse como tres ‘highlights’ de una larga carrera: el primero tiene que ver con 15 monotipias del período inicial de su trayectoria artística (1953-1955), influidas por el expresionismo alemán de posguerra. El segundo, diez grabados en intaglio y serigrafía sobre cartulina (1973-1975), que dan cuenta de su maestría como grabador, y en las que se aprecia las huellas posexpresionistas de artistas como el franco-alemán Hans Hartung o el argentino Lucio Fontana, composiciones donde ritmo y consecuencia consiguen resultado contundente. Y el tercero, su trabajo póstumo, diez acrílicos sobre lienzo de riguroso trazo geométrico, que dan cuenta de un regreso a sus clásicas banderas, una necesidad por llegar a la línea pura y, a la vez, renovar su paleta de color.

Señala Román: “Su nueva serie de banderas muestra una nueva dirección en su tratamiento. Resume su opción por el mundo organizado, perfecto y silencioso, que permite la geometría y donde el autor revela, una vez más, su dominio privilegiado de color y espacio”.

“Eduardo Moll quería hacer siempre cosas nuevas, era un hombre que trabajaba todo el tiempo. Siempre lo encontraba con su mandil y las uñas llenas de pintura”.

MÁS INFORMACIÓN

Lugar: La Galería. Dirección: calle Conde de la Monclova 255, San Isidro. Inauguración: 16 de octubre, 7:30 p.m. Temporada: hasta el 2 de noviembre.

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