Armando Andrade (Foto: El Comercio)
Armando Andrade (Foto: El Comercio)
Juan Carlos Fangacio

En pleno proceso para recibir las propuestas curatoriales que competirán para representar al Perú en la , el próximo año, el comisario del pabellón nacional, Armando Andrade, reflexiona sobre la relevancia del evento y los ajustes que se vienen realizando para asegurar una participación exitosa. La tarea no es fácil y ha traído reveses, pero forma parte de un aprendizaje más amplio.

Para muchos, la Bienal de Venecia aún parece distante de nuestra realidad.
Yo creo que eso está cambiando porque estamos en un proceso de ajustes y de entender el verdadero sentido de la bienal. Aunque en realidad diría que tiene dos sentidos diferentes: uno allá y uno acá en el Perú. Allá es un gran espacio de reflexión e introspección, un evento único en el mundo, en el que el artista es una gran parabólica de lo que nos trae el futuro. Yo quiero citar dos ejemplos: uno es de hace 50 años, cuando el argentino Nicolás García Uriburu tiñó de verde los canales de Venecia e hizo un llamado de atención sobre la naturaleza y el medio ambiente. El otro ejemplo ocurrió este año, con el pabellón de Suiza que ganó la Bienal de Arquitectura, y que reflexiona sobre los espacios y las medidas; pero no de una puerta o un techo, sino sobre las medidas del hombre. ¿Cómo se pide el espacio de la tristeza o del amor?

O de la soledad…
¡Claro! ¿La medida para la soledad es un 2 x 2? ¿O más bien un ambiente gigante? Entonces tanto la acción de García Uriburu, como la de los suizos 50 años después, no tienen nada que ver con el color, la belleza o pintar un cuadro bonito. Son reflexiones fundamentales sobre la vida, sobre nuestras preocupaciones. Y por la voz peruana dentro de ese concierto internacional es esencial. Tenemos mucho que decir y que aportar, y en muy pocos años que venimos participando hemos sido reconocidos, hemos podido instalar un discurso relevante. Eso es la Bienal de Venecia: no son muchas obras lindas, sino un espacio para actos reflexivos. Y el otro punto importante es que, dentro del Perú, se está cumpliendo con otro objetivo: que la bienal nos sirva como un agende cambio, que nos permita organizar por primera vez una asociación de arquitectos, una asociación de curadores, y hasta una asociación de artistas. Podemos hablar de una generación con capacidad transformadora del paisaje cultural del Perú, algo que no ocurría por lo menos desde hace medio siglo. Quizá la última gran generación fue la de la Agrupación Espacio, con ‘Cartucho’ Miró Quesada, Szyszlo, Arguedas. Y eso me lleva a sostener, sin ninguna duda, que en los últimos 10 años el mundo cultural peruano ha cambiado más que en los últimos 100.

También es cierto que la bienal de arte parece más compleja que la de arquitectura, por ejemplo.
Eso es cierto y se debe, como siempre digo, a que en el arte se camina ciego. La idea del artista está muy unida a la idea del chamán, alguien de enorme intuición, que en muchos momentos no tiene ni idea de lo que está haciendo, pero que cuando llega al fondo de su sentido, se da cuenta de que es sustantivo. Por eso el arte es mucho más complejo, abstracto, subjetivo. Aunque también es interesante observar cómo estas dos bienales pueden interactuar entre sí.

¿Cuál sería el balance de las dos participaciones anteriores? ¿Cómo se ubica el Perú dentro de esa escena internacional?
Yo creo que lo importante es entender el proceso. Es muy importante el hecho de que el Perú, hasta hace solo unos años, estuviera completamente fuera del circuito de Venecia, y que ahora estemos en el corazón de la bienal, generando un interés importante entre grandes museos del mundo. Y es cierto que todavía hay mil cosas por mejorar, pero mi conclusión es absolutamente positiva.

¿Y cuáles son esas cosas que se deben mejorar?
Por un lado hemos ido ajustando las bases del concurso, y también hemos intentado ser más dialogantes con los agentes que intervienen en el proceso: definir el rol del equipo curatorial, del comisario, del Patronato Cultural, del gobierno, etc. Entender cuáles son los espacios de libertad y cuáles las delimitaciones, porque las hay. Es ridículo pensar que podíamos hacerlo a la perfección, y seguramente habrá más errores. Pero creo que eso funciona como en cualquier proceso de aprendizaje.

¿Ya se ha presentado la temática de esta bienal?
Sí, este año viene con una pregunta realizada por el curador, Ralph Rugoff: ¿qué significa vivir en tiempos interesantes? Es una pregunta medio cínica, pero que nos desafía para reflexionar sobre qué entendemos como relevante en el Perú. A mí no me cabe la menor duda de que estamos viviendo los tiempos de cambio de mayor velocidad en la historia de la humanidad. Vemos cómo la empresa de taxis más grande del mundo, Uber, no tiene un solo taxi. Y la cadena de hospedaje más grande del mundo, Airbnb, no tiene un solo hotel. Son fenómenos muy interesantes y creo que por allí pasa la reflexión.

¿Y qué es lo interesante de vivir en el Perú?
Muchas cosas. Yo diría, sobre todo, la forma en que nuestro proceso histórico desde la Conquista sigue vigente. Con temas como el racismo, que es durísimo, o las abismales diferencias económicas. O de qué manera nuestro mundo prehispánico, que ha estado encerrado e ignorado durante mucho tiempo, puede ser reinstalado, vuelto a mirar, para entenderlo y ponerlo en valor. Esos son procesos fundamentales.

EN DETALLE
La 58a Bienal de Arte de Venecia se realizará del 11 de mayo al 24 de noviembre de 2019.

La fecha límite para entregar propuestas curatoriales es el jueves 27 de setiembre. Todas las bases e información puede encontrarse en la web del Patronato Cultura del Perú:

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