La declaración de emergencia sanitaria lo sorprendió a 1,554 kilómetros de casa. Acompañado por Lara, su hija, el fotógrafo Alejandro Chaskielberg (Buenos Aires, 1977) viajaba por la Patagonia dedicado a un proyecto visual en la región más desolada de la meseta, atento al paisaje volcánico, de impresionantes formaciones geológicas. Ambos tuvieron que decidir aprisa si quedarse o volver a la ciudad para encerrarse. Amantes ambos de la naturaleza, Chaskielberg creía que para su pequeña de 7 años lo más sano sería experimentar la vida de montaña, rodeada de animales, en lugar de permanecer en un departamento porteño.
Optaron por permanecer en una casa rodante en medio del bosque, con una pobre conexión de Internet. Lo que sí sobraba eran los libros, los cuadernos de dibujo y las noches para salir a fotografiar. “La experiencia se volvió extraordinaria con el tiempo. Estar en contacto con la naturaleza te empieza a abrir la mente y la imaginación”, explica el fotógrafo argentino por teléfono. Chaskielberg se dedicó a sus fotografías como no habría podido hacerlo en tiempos prepandémicos, sin las presiones cotidianas previas, con todo el tiempo del mundo, imaginándose dentro de una temporada de “The Walking Dead”, protagonista de una películas apocalíptica de bajo presupuesto. Una vez a la semana ambos acudían al pueblo más cercano donde había conexión telefónica y solo así podían enterarse cómo el mal iba extendiéndose en la capital. Más tarde, con un mejor servicio de Internet, Lara hizo su tercer grado de escuela de manera virtual, eso sí, sin video.
Distancia social, conexión digital
Narrado así, podría pensarse que las imágenes que Chaskielberg presenta en El Ojo ajeno, galería del Centro de la Imagen, es una selección de paisajes bucólicos, un sueño para turistas que ansían montañas cubiertas de nieve. Nada más alejado de la realidad. En efecto, hasta el mismo concepto de realidad se complica en estas imágenes nocturnas, alteradas por la irrupción del color, el fuego y intervención digital. “Desde mis primeros proyectos he buscado generar una realidad paralela. Básicamente, lo que hace la fotografía es alterar la realidad, devolver una imagen que nunca es fiel, siempre es un recorte, algo que deformamos. Hay mucho artificio incluso en las fotografías que más enarbolan las banderas de la verdad. Yo planteo lo contrario: generar un filtro que devuelva al espectador una realidad diferente, Aquí, la idea es como ver la naturaleza desde lo digital”, explica.
Asimismo, si bien padre e hija permanecían aislados, las fotografías que el artista subía a las redes sociales se convertían en fenómenos virales en su país, como si las personas encerradas en sus casas encontraran en las imágenes de Chaskielberg una ventana digital para mirar el mundo.
Ese resultado no es gratuito: el artista argentino había venido trabajando en los últimos años en el vínculo establecido entre lo virtual y nuestras vidas cotidianas. En “Pixels”, un proyecto previo, Chaskielberg convirtió las pantallas de los teléfonos celulares en linternas para iluminar personas y lugares, evidenciando con ello cómo la gente, de tan conectada a la pantalla que se encuentra, ha perdido el contacto con su entorno. De alguna manera, confiesa, aquel trabajo resultó premonitorio.
“Inevitablemente hemos tenido que volcar gran parte de nuestra vida a la virtualidad. De alguna manera, para mí lo virtual se convirtió un canal de conexión en estos meses completamente aislado. Me ayudo a sobrevivir. No habría sido posible tanto para mi hija como para mí, haber estado tanto tiempo en una pequeña casa en medio del bosque”, relata el fotógrafo.
“Esa virtualidad y esa forma de ir compartiendo el proyecto, esperando el intercambio con la gente, fue un gran sostén emocional para mí”, relata. A partir que los comentarios de la gente en las redes, el fotógrafo se sentía una especie de espejo, un lugar de resonancia para los sentimientos de los demás.
El fuego purificador
En la Patagonia, el fuego en el invierno no solo ofrece calor en las chimeneas, sino que es aprovechado para quemar las podas y la maleza. Es la temporada ideal, pues en tiempo de lluvias nada puede prenderse por accidente. Provisto de una antorcha creada por él, una gran T de hierro a la que el artista colgaba trapos para prenderles fuego, Chaskielberg lograba arar con ella el aire sobre los caminos nevados del bosque, logrando en sus imágenes efectos sorprendentes.
Sin embargo, en verano sucede lo contrario: en tiempos de sequía ocurren grandes incendios forestales que el artista ha visto de cerca. “El fuego nos atrae, todos nos sentimos fascinados por él. En menos de un año he visto sus dos caras: el fuego que creamos, irreal y armado, y el real, de un poder incontrolable”, afirma.
“La idea del fuego me vino muy fuerte con la pandemia. Estamos en un mundo que se está incendiando por el cambio climático. Mi idea era que hay que quemar todo lo viejo, refundar nuestra forma de vivir y de relacionarnos con la naturaleza, pues hemos llegado a un punto crítico”, lamenta.
El regreso a casa
Nueve meses después, padre e hija volvieron a Buenos Aires, ya que Lara empezaba sus clases presenciales. Empezaron entonces los reencuentros familiares y las visitas a los amigos. Para Chaskielberg, todo proyecto artístico es un pequeño duelo, pues el creador establece vínculos con personas de las que, meses después, se alejará.
Pero el fotógrafo no podía imaginar que el retorno sería tan duro: ese tiempo de distancia le permitió al artista advertir cuánto se había deteriorado la ciudad y cómo había decaído la calidad de vida de la gente. “Sentí realmente una gran distancia entre cómo me sentía yo y cómo lo llevaban el resto de personas, golpeadas psicológicamente por el Covid-19. Todos lucen alterados, y sus conversaciones se tornan insoportables. Cuando tomas distancia, esos contrastes se perciben. O quizás me he vuelto un ermitaño, no lo sé”, añade el fotógrafo.
SEPA MÁS
Lugar: Centro de la Imagen. Galería El Ojo Ajeno, Av. 28 de Julio 815 Miraflores
Temporada: De Lunes a viernes, de 10 am. a 7 pm. Sábado y Domingo: De 10 am. a 5 pm. Hasta el domingo 12 de diciembre.
Ingreso; Libre.
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