Él se sube al caballo. El caballo es él. La muerte no mata, pero sí muere. Ella se enamora pero no ama. Un director en clara, clarísima y lúcida confusión. Un cura de la sierra que se preocupa tranquilo. Abajo no es abajo, pero arriba está el piso conversando con el cielo. Un coordinador de escenas de riesgo que decide arriesgarse por primera y única vez. Unos indígenas que cuentan una mentira recurriendo a la más cruda verdad. Lo que se dice no se dice, pero se dice que no se diga lo que ya se dijo. Y al final de la película no se entiende lo que se quiso decir, pero queda claro que algo se dijo.
“The last movie”, filmada en Chinchero, en el Cusco en 1970, es llamada la película maldita, es también considerada como una cinta incomprensible, con fallas voluntarias, con vacíos propuestos, con contradicciones y desafíos de entendimiento y razón. Es, también, la película que casi acaba con la carrera de su director Dennis Hopper.
La imagen del elenco descendiendo del avión de Aerolíneas Peruanas APSA hace casi 50 años muestra a un grupo de actores cansados, algo confundidos, algunos con sombreros vaqueros, cabellos revueltos, bigotes poblados, patillas exageradamente largas, lentes oscuros y cámaras fotográficas colgando de sus cuellos. Algunos actores recibieron pequeñas banderas peruanas que parecían de juguete y que movían en señal de saludo ante las cámaras. Todo parecía el preámbulo de una gran ventura, nadie sospechaba que lo que ocurriría en los siguientes días.
EL HOMBRE DEL MOMENTO
Para entender la dimensión de lo que significó la producción de la película “The last movie” hay que entender, primero, quién era en 1970 Dennis Hopper. El periodista español Luis Martínez asegura que la película anterior de Hopper, “Easy rider” (estrenada como “En busca de mi destino”) había supuesto un cataclismo en una industria del cine que, de repente, se sentía desorientada, perdida. Hopper convirtió un presupuesto de medio millón de dólares en una recaudación de más de 20 millones en pocas semanas de exhibición. No fue extraño, entonces, cuando Universal le dio luz verde al proyecto de “The last movie”, le dio dinero y lo subieron a un avión rumbo al Cusco con la esperanza de que haga algo similar a “Easy rider”.
Hopper llegó a trabajar en más de 150 películas, tanto como actor como director. Incluso participó en la mítica “Rebelde sin causa”, al lado de James Dean. Luego, actuó en “Gigante”, una película dirigida por Georges Stevens en 1956. Y participó en 8 películas antes de dirigir y actuar en “The last movie”.
RECETA PARA EL DESASTRE
El equipo de grabación junto a los actores de la película, entre los que se encontraban Peter Fonda, Kris Kistofferson, Michelle Phillips (cantante de uno de los grupos del momento The Mamas & The Papas) se vieron inmersos en un rodaje que estuvo lleno de escándalos y excesos que fueron la delicia de la prensa internacional: sexo, drogas y desmanes. En esa época las noticias no viajaban tan rápido como hoy, pero los escándalos fueron tantos y tan grandes que las noticias llegaron hasta Universal, la productora que luego se encontraría con una cinta experimental y poco comercial. El documental “American Drimer” que muestra a Dennis Hopper en la sala de edición de “The last movie”, cuenta que cuando los productores vieron la película quedaron petrificados. “Teníamos una cosa llamada catástrofe, no desastre, catástrofe. Un terremoto de nivel nueve, y no podíamos hacer nada. No se podía acortar, no se le podía añadir nada. Eso que habíamos visto era la película, y no podíamos escondernos en ninguna parte", afirma en el documental uno de los productores de Universal.
OPINIONES ENCONTRADAS
Tal vez el mayor mérito de “The last movie” sea justamente las opiniones encontradas, disímiles y contradictorias que despierta en la prensa especializada. Para el crítico Vincent Camby de “The New York Times” se trata de “un extravagante lío que tiene suficiente estilo visual como para sugerir que el film realmente tiene algo que decir. Eso, sin embargo, resulta ser otra fantasía”.
Mientras que para Pauline Kael de “The New Yorker” puede que Hopper haya hecho una película (quizás más de una), “pero la arruinó en la sala de montaje. Puede que deliberadamente no quiera conectar con el espectador, pero al espectador que no conecte no le importará si fue deliberado o no. Que haya método en la locura no ayuda. El montaje aporta tan poco en el ritmo que esta película lleva a cabo la asombrosa hazaña de morir en la pantalla en los primeros minutos, antes de que salgan los títulos de crédito”.
Por su parte, Diego Lerer de Micropsiacine sostiene que la película de Hopper “es una crítica a la mirada de Hollywood sobre el tercer mundo en un estilo formalmente desquiciado. Un objeto único y curioso de una época extinguida del cine norteamericano”.
No obstante, más allá de opiniones, la película ganó el premio de la crítica en el Festival de Cine de Venecia, lo que le debería haber dado un impulso enorme a su consolidación en la taquilla. No obstante, la misma Universal, encargada de su producción y distribución, decidió estrenarla en muy pocas salas comerciales durante un par de semanas y dejarla morir lentamente al punto que durante años fue imposible verla. Hopper recién volvería a sentar en la silla de director en 1980.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE PARA EL PERÚ?
El Perú nunca pudo ver la cinta que se grabó en Chinchero. De lejos llegaban noticias de los excesos de la producción y de la crítica que destruyó la película. Pero nunca un cine peruano pudo exhibirla. “La importancia de que se estrene es que durante años la película acumuló fama de cine de culto y nunca llegó al Perú. Ahora por primera vez podremos ver los escenarios y las imágenes que se registraron en esa época”, explica Alberto Servat, gerente cultural del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, responsable del estreno de la película por primera vez en el Perú.
“The last movie” fue remasterizada porque a los largo de estos casi 50 años se creó un interés del público cinéfilo por esta cinta. “Por eso primero se estrena en París, donde era muy esperada, luego se distribuye en otras salas del mundo de cine arte. No ha sido una distribución muy comercial”, explica Servat.
¿POR QUÉ VALE LA PENA VERLA?
La mejor razón la da el crítico español Luis Martínez: “Contemplada desde hoy, “The last movie” posee un raro encanto apocalíptico, visceral y completamente desmadrado. Cansa el aire doctrinario, la voz del mesías de lo turbio, que, por momentos se hace demasiado presente. Y, sin embargo, resulta apasionante, en su libertad fuera de norma, la facilidad de la cinta para borrar fronteras entre lo real y lo imaginado, entre la ironía y lo trágico. En 1971, acabó todo. Incluida la propia posibilidad de que naciera algo realmente nuevo. Tan autodestructivo, tan Hopper”.