A Jairo Pinilla lo han descrito como el Ed Wood colombiano. Un poco por la precariedad y rareza de sus películas (odas a la serie B), pero sobre todo por el amor y la entrega hacia sus proyectos, que durante casi 50 años ha sacado adelante a pesar de la falta de presupuesto y la indiferencia del sector más conservador de la crítica de su país.
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Pese a ello, Pinilla (Cali, 1944) siempre cosechó un notable número de espectadores con su obra y, con el correr de los años, se ha convertido en una figura de culto. Auténtico pionero del terror y la ciencia ficción en su país y en toda Latinoamérica. En el 2006, el cineasta colombiano Ciro Guerra (nominado al Óscar por su cinta “El abrazo de la serpiente”) le dedicó un documental más que elogioso, como forma de reivindicación. Y hace solo unos días, Pinilla visitó Lima como invitado del Festival Insólito, donde presentó una muestra de su filmografía. Inigualable personaje al que la voz cavernosa y el cigarrillo pegado a la boca le dan un aspecto más siniestro de lo que en verdad es: un hombre sumamente risueño y enamorado de su obra como pocos.
¿Es verdad que fue la imagen de un cadáver la que lo marcó?
Claro, ocurrió cuando yo estaba en la primaria. Estudiaba en un colegio particular y resulta que el papá de uno de los niños se suicidó. Y entonces la directora nos llevó a todos los niños a ver el cadáver del hombre. Recuerdo que uno a uno pasamos a mirar el ataúd. Yo tendría seis o siete años, y no había visto nunca un cadáver. Lo vi todo tieso, un muñeco esa vaina. Y me quedó marcado. Me dije “no me vuelvo a acercar a un ataúd nunca más”. Pero cuando empezó a gustarme el cine, me di cuenta de que si a mí me dio miedo, tenía que hacer algo con eso para que les dé miedo a los otros. Y así salió mi primera película, “Funeral siniestro”.
Pero empezó con muy poco.
Comencé haciendo unos cortometrajes y después conseguí que un amigo transportista creyera en mí y me ofreciera el dinero. En esa época nadie quería poner la plata de su negocio en el cine, obviamente. Pero conseguimos hacer “Funeral siniestro” y la estrenamos sin ningún tipo de publicidad. Nada. El primer día fueron 35 personas. El segundo día igual. Yo ya estaba imaginando que nunca recuperaríamos el dinero invertido por mi amigo. Pero le pedí a la virgencita y me hizo el milagro. Al tercer día las boletas estaban agotadas. Funcionó la publicidad boca a boca. La gente comenzó a decir que era una película buenísima. Y eso que estaba enfrentada con películas muy buenas: John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche”, Cantinflas en “El patrullero 777”. Y todas fueron entrando y saliendo de la cartelera, pero “Funeral siniestro” seguía haciendo llenos.
Y ahora, viéndolo en retrospectiva, ¿le hubiera gustado tener el dinero para hacer sus películas? Lo digo porque quizá no hubiera aprendido a producir desde la precariedad.
Eso es cierto. Yo sé hacer cine en todas sus etapas: desde escribir el guion hasta hacer el revelado de laboratorio, el control de luz, el control de color. A veces me preguntan: ¿por qué sabe todo eso? Pues porque no tengo plata. Yo hago cine porque no tengo plata. Por eso, hoy en día, yo considero que el dinero es un arma satánica. Con la última película hice, “El espíritu de la muerte”, que fue en 3D, caí en la cuenta de que el dinero es bueno, pero el que tiene mucho dinero manda y desmanda, maneja al mundo. Y yo no habría aprendido a hacer cine si hubiera tenido la plata.
Volviendo a los miedos: uno podría pensar que un cineasta que hace terror, como es su caso, ya le perdió el miedo a todo. ¿Es así?
Al contrario, uno intenta transmitir sus propios miedos. Por ejemplo, para la segunda película, decidí buscar qué otra cosa me daba terror. Y en lo primero que pensé fue las culebras. Entonces imaginé la historia de una culebra que nace en un sembrío de marihuana, que es atraída por el olor del humo de la marihuana, ¡y que solo mata a quien esté fumando marihuana! Una culebra marimbera. ¡Y fue un éxito!
¿Y por qué el cine? ¿Por qué no, digamos, la literatura?
Porque desde muy pequeño yo hacía todo lo que fuera posible para sacar plata para ir al cine. Si me tenían que sacar una muela y me mandaban al odontólogo, yo me guardaba la parte de la anestesia para ir al cine. ¡Verídico! Y lo primero que vi fue mucho cine mexicano, la época de oro. Jorge Negrete, Pedro Infante, María Félix, Cantinflas. Entonces ya mayor, cuando terminé la carrera de ingeniería electrónica, me contrató una empresa que me pagó un curso en México, donde pasé un tiempo largo. Estudiaba de lunes a viernes, y el sábado y domingo los tenía libres. ¿Qué hacía yo? Me iba a los Estudios Churubusco, donde pude ver en persona a todos los actores que había visto en las salas de cine de Bogotá. Al principio los veía muy colorados y me entraba la duda. Pero, claro, luego me di cuenta que lucían diferentes porque yo los había visto a todos en blanco y negro. Ahí también empecé a ver cómo se hacía el cine y con los años me animé a hacerlo yo mismo.
Aunque no lo trataron bien en los primeros años en la industria, ¿no?
Lo más difícil fue enfrentar a los enemigos, los envidiosos. Porque fueron viendo que mis películas salían con taquillas altísimas, y no había ido a Boston o a Nueva York a estudiar cine, como muchos de los principales cineastas. Entonces comenzaron a hacerme una mala atmósfera. En el periódico decía: “Jairo Pinilla pretende hacer cine sin haber ido a ninguna parte”, “Jairo Pinilla debería estar haciendo empanadas”. Era pura envidia. Cuando me preguntaban dónde había estudiado cine, yo les decía “aquí en la esquina”.
¿Y nunca le interesó hacer películas con historias más políticas? ¿El terror que vivió Colombia guarda algún paralelo con el terror de su cine?
Mira, yo felicito a quienes están haciendo películas sobre el narcotráfico o la guerrilla. Pero si yo quiero ver esas historias, mejor pongo el noticiero. Y listo. Yo respeto al 100% quienes lo hacen, pero pienso que a la gente hay que pasarle algo que sea diferente a la noticia. A mí no me gusta meterme en política ni nada. Yo hago cine totalmente comercial, el que le gusta a la gente.
Pero percibo que, en el fondo, su cine es de profundas creencias morales. Hay críticas a la violencia, a la falta de fe, a las drogas.
Sí, lo que yo quiero hacer es un cine que moralice al mundo. Todas mis películas tienen una acción, un nombre escabroso, pero un mensaje moral. Eso es lo que busco porque es lo que el mundo necesita. Y el cine influencia muchísimo en la mente. Hay que dar mensajes morales, pero dándole a la gente lo que más le gusta. Si estreno una película que se llama “La palabra de dios en el siglo XXI”, ¿quién iría a verla? Nadie. Pero sí le pongo “El sexo y la violencia asesinan al mundo”, funciona. Es como al perro que necesita tomar una pastilla para mejorarse. No se la va a tomar con un vaso de agua. Hay que dársela con un pedazo de carne. Así, dentro de lo que le gusta, le estoy dando el remedio, la moral.
FILMOGRAFÍA SELECTA
“Funeral siniestro” (1977)
La ópera prima de Pinilla cuenta la historia de una niña que comienza a tener perturbadoras visiones, a la par que debe lidiar con su malvada madrastra. La cinta fue una sensación en su estreno, y el director ya alista una secuela, más de 40 años después.
“Área maldita” (1979)
La delirante trama de esta cinta se centra en una serpiente asesina que, debido a que nació en un sembradero de marihuana, acecha a los fumadores de esta hierba para atacarlos. Así, el animal se vuelve el terror reptante de un grupo de narcotraficantes.
"27 horas con la muerte” (1981)
Un científico crea una pastilla que puede paralizar a cualquier persona hasta hacerla ver como fallecida. Pero otro colega la utilizará para paralizar a un niño y cobrar un seguro de vida. Las consecuencias de su mala acción tienen consecuencias devastadoras.
"Triángulo de oro” (1983)
Cuenta la historia de una extraña isla solo puede ser vista desde cierto ángulo. Y a ella llegará una embarcación, cuyos tripulantes comenzarán a vivir extraños hechos, entre los cuales están encuentros inquierantes con seres de otro mundo.
“El espíritu de la muerte” (2016)
Pinilla hace su primera incursión en el 3D con este filme sobre un grupo de mujeres que practican el vampirismo, los ritos satánicos y otras prácticas, hasta el punto de ser poseídas por el demonio. Una exploración de la sexualidad y el mal.
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