"La La Land": el musical de moda en cinco puntos
"La La Land": el musical de moda en cinco puntos

1. Derecho a soñar y a descontracturar
Más de un entusiasta considera que Hollywood es la fábrica de los sueños. Otros, en cambio, creen que esta industria del cine es una pesadilla que no se cansa de vender humo (tal es la visión del ilustre David Lynch, por ejemplo). Como sea, “La La Land” abraza el escapismo y encandila con su artificio en varios tramos. La fantasía puede más que las penurias cotidianas en esa primera y burbujeante secuencia musical que brota con vitalidad en medio del tiempo muerto del tráfico. Es una oda al ilusionismo hollywoodense que llevará a “La La Land” a cosechar, con seguridad, una buena cantidad de nominaciones al Oscar, las cuales serán anunciadas este 24 de enero.

Se propone, además, un cambio de tono que favorece a “La La Land” en su carrera hacia las estatuillas doradas (el año pasado, “Spotlight” y “El renacido” escarbaron en asuntos incómodos o perturbadores). Y muy probablemente sin querer, la racha de “La La Land” viene coincidiendo con la aparición de un escenario de reacomodo luego del triunfo de Donald Trump. En la saturación del carnaval político, el canto y el baile pueden ser terapéuticos.

2. La solicitada fórmula del chico-conoce-a-chica
Es lo que la mayoría espera, y uno se entrega dichoso a ella cual paloma que va directo a la trampa. En “La La Land”, una camarera (Emma Stone) que trabaja en la cafetería de un gran estudio y que aspira a ser actriz se topa con un pianista (Ryan Gosling) que sueña con montar un club de jazz. Obviamente, se enamoran. El lado B de su relación es acaso el gran pasivo de la película: sus conflictos domésticos son demasiado predecibles y han sido mil veces contados.

3. La cuestión del ‘hype’
Este término asoma cuando una obra no está a la altura de los elogios hiperbólicos. En medio del ruido, “La La Land” se defiende con dignidad y evita el tropiezo con la ingenuidad de, por ejemplo, “El artista”. Es gratificante ver los planos secuencias (tomas sin corte) que plantea el director Damien Chazelle en los números musicales, cómo la cámara se zambulle en la piscina, la empatía entre Stone y Gosling, los guiños que no lucen forzados a clásicos como “Las señoritas de Rochefort” o “Rebelde sin causa”, la pericia bien entrenada de Gosling con el piano y las manipulaciones narrativas de Chazelle (el ciclo de las cuatro estaciones da pie a saltos en el tiempo) que conducen hacia las emociones y las sorpresas. El que quiera ser parte del juego se dejará manipular, acaso con pocas resistencias.

4. Comparaciones tediosas
El talento para el baile de Gene Kelly, Ginger Rogers y Fred Astaire siempre parecerá sobrehumano e inalcanzable. En una vereda distinta, que Stone y Gosling toquen otras fibras sensitivas desde una posición más terrenal es una opción razonable y plausible. Hay encanto cuando ellos entonan, sin artificios, el tema “City of Stars”.

5. Imágenes cinematográficas
El director Damien Chazelle se esfuerza en apelar al lenguaje del cine (es destacable la magia flotante que propone en la secuencia del planetario). Hay un respeto por la tradición en tiempos de confusión audiovisual acrecentada por las redes sociales y otras plataformas. No está mal que un realizador empuje a la industria o active al llamado “genio del sistema” (ese conjunto de profesionales al servicio de Hollywood) para actualizar un legado que, de otro modo, estaría condenado al olvido o a la indiferencia.

¿Crees que "La La Land" liderara las nominaciones a los Oscar 2017 que se anuncian este 24 de enero?