¿Para qué sirven los besos? ¿Tienen alguna utilidad? Claro que sí: son el alimento integral de poetas, trovadores y líricos de cualquier estirpe especialistas en convertir el simple contacto de dos epidermis en una fantástica explosión de la sensibilidad más sublime. ¿Ejemplos?, varios: “En un beso sabrás todo lo que he callado”, escribió Neruda. “Un mundo nace cuando dos se besan”, Octavio Paz. Y con la pluma un poco más afilada, el francés Paul Bourget sentenció: “Hay labios tan finos que en vez de besar cortan”. En todos los casos la fuente original es una sola: el romance cortesano medieval. Es decir, carnal y espiritual. Sexual y emocional. Tan secreto como furtivo.
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Ocurre en la vida diaria y en esa fábrica de sueños que todos llaman Disney. Una zapatilla de cristal como llave maestra que permite al príncipe azul acceder a los labios de la Cenicienta en la película de 1950. Desprovisto de suspense y otros dramas, el cruce de labios será necesariamente breve, aunque algo más elaborados los que vendrán: el de Aurora y el príncipe Felipe, que tiene que matar al dragón, subir a la torre y estampar un beso tan potente como para que el cuerpo de su amada recobre la vida y el color que tenían antes de que lo atravesara el huso embrujado. O el de Tiana que tiene que tragarse al sapo para que, en medio de verdes destellos, aparezca el príncipe Naveen.
Un torbellino de magia pura envolverá el primer beso palaciego, contra viento y alfombra, que ocurre entre Aladino y Jasmine. O en los dramáticos prolegómenos al encuentro entre la Bella y la Bestia, que está al borde de la muerte cuando ella le dice cómo se siente y derrama esa preciosa lágrima que rompe la maldición. Entonces una ráfaga de magia devolverá al príncipe de impactantes ojos azules a una tórrida realidad. Que también puede ocurrir sobre la nieve cuando Anna, que cree estar enamorada del príncipe Hans, en realidad lo está de Kristoff, que la hace girar en el aire antes de decirle: “Podría besarte”. Y lo hace. Como Hércules a Meg después de salvarla del Hades. Como Tarzán a Jane. Como Pocahontas a John Smith.
ÓSCULO DE NEÓN
Hasta que llegamos a la controvertida escena imaginada por los hermanos Grimm en su cuento “Schneewittchen” y adaptada al celuloide por Walt Disney en 1937: el príncipe revive a Blancanieves con un beso inopinado mientras ella está dormida. Mejor dicho, está muerta. Y ahí empiezan los problemas porque entonces, técnicamente, el príncipe habría besado a un cadáver envenenado por una manzana. Lo cual no impide que la magia se instale entre los enanos y los animales, quienes inclinarán la cerviz esperando que el hechizo funcione. Y funciona: Blancanieves despierta, se frota los ojos como después de una siesta rutinaria, ve al príncipe y se lanza a sus brazos, extasiada.
“Ese es el problema: cuando el príncipe encuentra a Blancanieves dormida bajo el hechizo de la reina malvada y le da un ‘beso de amor verdadero’ para liberarla del encantamiento. Un beso que le da sin su consentimiento, mientras duerme, no puede ser amor verdadero si solo una persona sabe que está sucediendo. ¿No habíamos acordado ya que el consentimiento en las primeras películas de Disney es un problema importante? ¿Qué enseñar a los niños que besar, cuando no se ha establecido el acuerdo entre ambas partes, no está bien? Es difícil entender por qué Disneylandia del 2021 elegiría una escena con ideas tan anticuadas de lo que un hombre puede hacer con una mujer. ¿Por qué no volver a imaginar un final de acuerdo con el espíritu de la película y el lugar de Blancanieves en el canon de Disney para evitar este problema?”
Se preguntan Julie Tremaine y Katie Dowd, ambas editoras del influyente portal SFGate y abren la controversia acerca del beso entre dos personajes imaginarios en medio de ese bosque de láser y neón que son las nuevas atracciones que presenta el parque Disneylandia de Los Ángeles, que acaba de reabrir —considerando, como antecedente inmediato, que la compañía había puesto énfasis en eliminar escenas controvertidas en Jungle Cruise y Splash Mountain—. Y entonces todos se pusieron a recordar todas las veces que la Casa del Ratón terminó modificando sus escenas románticas para adaptarlas a los tiempos que corren.
BESO MULTIPLICADO
Por ejemplo, la vez que Disney cortó un beso entre dos mujeres en “Star Wars: The Rise of Skywalker”, una película apta para todos, para su proyección en Singapur. Luego también permitió que se corte en Medio Oriente, Emiratos Árabes Unidos y Dubai, de acuerdo con los mandamientos de una región donde la homosexualidad se considera oficialmente ilegal. Curiosamente, China permitió ese pasaje, a pesar de la censura que ejerce sobre todo contenido LGBT, incluyendo la breve escena gay en “La Bella y la Bestia” del 2017. Pero para sus proyecciones en Rusia, Kuwait y Malasia, la factoría amputó esa escena. Lo mismo pasó cuando Rusia censuró una escena gay de “Unidos”.
Pero la que tiene un largo historial de cortes en su momento cumbre resultó “Mulan” a causa de un beso común y corriente entre la protagonista y el soldado Chen Honghui (Yoson An). Esto le ha asegurado un éxito en el gigante asiático, a diferencia del clásico animado original, rico en besuqueos. El comportamiento políticamente correcto de Disney alcanzó a XD, su canal de cable para niños, cuando desconectaba o desenfocaba el encuentro íntimo entre dos mujeres en la proyección de “The Last of Us (II)”. Todo lo cual solo revirtió en contrario: todos esos besos se multiplicaron en el viral.
Mientras tanto, la discusión en las redes norteamericanas ha vuelto a ponerse al rojo vivo en torno a Blancanieves, una estrella de los cuentos de hadas que vuelve a la polémica a causa de un beso furtivo de su futuro marido. Todo gira en torno a ese ósculo imperfecto y con matices necrológicos. Y mientras semejante debate consume la existencia real de miles de polemistas, sería conveniente recordar que la ficción es también una decisión del espíritu.
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