Matt Damon es considerado uno de los actores más amables de Hollywood. (Foto:  AFP / Geoff Robins)
Matt Damon es considerado uno de los actores más amables de Hollywood. (Foto: AFP / Geoff Robins)
/ GEOFF ROBINS

Estaba corriendo como en una de sus mejores películas de acción. Claro, no se preparaba para enfrentar a poderosos enemigos, letales asesinos o mafiosos sin escrúpulos. Tampoco esperaba disparos, envenenamientos o explosiones. Lo que hacía era escapar de la locura de los autógrafos, del acoso, de la euforia excesiva de algunos fans, carente de las destrezas o las armas que, en otras situaciones, hubiera desplegado el acrobático y letal Jason Bourne. Tampoco tenía las mañas de Tom Ripley o las curiosas habilidades del Linus Caldwell de Ocean`s Eleven. El actor, desesperado, decidió entonces que el único refugio posible estaba detrás de la barra de aquel lugar, junto a la bartender que prepara los tragos para alegrar la jornada. Están en Miami, ella es argentina y no hace nada más que sonreírle, sorprendida, cautivándolo casi instantáneamente. De inmediato, el hombre que guarda en casa un Oscar y dos Globos de Oro, decide volver a poner en práctica lo aprendido en alguna de sus primeras películas y comenzar a preparar tragos con ella. “¿Qué hacés acá?”, le dijo al actor. “La vi y fue como si me partiera un rayo”, ha contado Damon.

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Era el año 2003 y él grababa en Miami la comedia “Pegado a ti” de los hermanos Farrelly, junto a Greg Kinnear y Eva Mendes, cuando fue sorprendido por sus seguidores en un bar al que había ido a relajarse con el equipo del filme. Atendió a algunos, pero tuvo que huir ante la excesiva efervescencia del momento. Así, terminó detrás de la barra junto a Luciana Barroso, a quien no solo le ayudó a conseguir muchas propinas esa noche, tras haberlo rescatado de la multitud: dos años después, se casaron en Nueva York. Hoy, casi 15 años más tarde, adoptó a la hija mayor de Barroso y tienen juntos 3 hijas más, además de algo muy escaso en Hollywood: un hogar estable. Eso, a pesar de los rumores de separación propalados hace unos años. Sin embargo, dada la poca predisposición del actor a inmiscuir a la prensa en muchos detalles de su vida privada, ventilar hechos familiares o dejarse sobrepasar por la fama y la ostentación, esto es casi todo lo que el mundo sabe sobre su intimidad. A ratos, pareciera que su vida es un misterioso proyecto cinematográfico que se filma a escondidas.

Historia de un hombre sencillo

Para fines de 1970, Jack Lemmon y Walter Matthau eran ya dos actores reputados, ganadores del Oscar, que llegaron a trabajar juntos en más de 10 películas, aunque habían alcanzado la consagración individualmente. “Es un tipo de la luna, no de la tierra”, decía Lemmon, con admiración, sobre Matthau. Este, afirmaba de Lemmon que “él nos permite ver la tragedia y la comedia de la vida a través de los ojos de alguien que conocemos bien: el tipo corriente, ese que nos recuerda siempre quiénes somos”. Un 8 de octubre de ese mismo año, nacería en Boston, Massachusets, otro tipo aparentemente corriente, Matthew Paige Damon, un muchacho que, 27 años después, recibiría el Oscar a Mejor Guion Original de la mano de Lemmon y Matthau junto a su amigo de la infancia Ben Affleck, con quien también ha compartido cartel en numerosas películas. Como la vida misma, el cine también da vueltas y es susceptible a los giros y caprichos del destino. Aunque ambos habían tenido algunos pequeños papeles en el cine, el verdadero momento de su consagración sucedió cuando aquellas dos leyendas ya septuagenarias pronunciaron sus nombres y les entregaron la estatuilla a dos chicos que podrían ser sus nietos. Otra metáfora de cómo el cine va encargándole el futuro a sus herederos favoritos.

“Mystic Pizza” (1988), “School Ties” (1992), “Gerónimo” (1993), “Coraje bajo fuego” (1996) o “Chasing Amy” (1997) fueron algunos de sus créditos previos al Oscar. En esos años, estudiaba en Harvard pero no olvidaba su sueño de convertirse en escritor y actor. Junto a su amigo Ben preparó un guion que contaba la historia de un muchacho de barrio con extraordinarias dotes para las matemáticas. Sus problemas de adaptación y la disputa constante entre lo que él quería hacer con su vida y lo que los demás esperaban, el amor entre distintas clases sociales y la orientación de un sabio y sencillo consejero eran los ejes de la historia que el buen Matt había escrito para pasar su curso de dramaturgia. Pero su amigo Kevin Smith llevó el guion por varios estudios, hasta que llegó a Miramax, de Harvey Weinstein. El productor, quien cumple una pena de 23 años de prisión por violación y abuso, tenía un alma retorcida, pero también un estupendo olfato cinematográfico. Dirigida por Gus Van Sant y protagonizada por Damon y Robin Williams, la película les cambió la vida. Posteriormente, y casi por obligación, Damon postergaría la escritura de nuevos guiones y se abocaría a la actuación, demostrando una extraordinaria capacidad tanto para ser el muchacho bueno de la película, como para ser el tipo oscuro, el infame capaz de todo. “Rescatando al soldado Ryan” (Spielberg, 1998) o “El talentoso Mr. Ripley” (Anthony Minghella, 1999) son dos estupendos ejemplos de ello. El 2001 interpretaría, por primera vez, uno de sus personajes más recordados: Linus Caldwell en “Ocean`s Eleven”, donde mostraría, de paso, su versatilidad para la comedia. El siguiente año, se convertiría también en un icono del cine de acción, con el inicio de la taquillera saga Bourne, que ha recaudado más de 1 600 millones de dólares en todo el mundo desde su estreno. Pero a Matt habría que ir a rescatarlo aún algunas veces más.

Estrella distinta

A pesar de que a fines del 2017 fue criticado por unas declaraciones sobre la diferencia entre una violación y el acoso sexual que fueron tajantemente rechazadas por colegas suyos como Alyssa Milano o Minnie Driver –a la sazón, su ex novia-, Damon mantiene su lugar como uno de los tipos más amables de Hollywood. Y hay algo con lo que él ha disfrutado ayudar a sus amigos en numerosas ocasiones: con los cameos. Algunos, por cierto, muy divertidos. Aunque en sus inicios tuvo una presencia en “El campo de los sueños” que pasó desapercibida, luego le tomó el gusto a las apariciones fugaces, aun cuando ya era una estrella. Aparece en una breve escena en “Descubriendo a Forrester” (2000), la última gran película de Sean Connery, que dirigió su amigo Gus Van Sant; su voz puede oírse en “The Majestic” (Darabont, 2002); es también el nerd participante de un programa de TV en el debut como director de su amigo George Clooney, “Confesiones de una mente peligrosa” (2002); un cantante punk en “Euro Trip” (Jeff Shaffer, 2004); un ejecutivo en “Jersey Girl” (Kevin Smith, 2004); un inclasificable y oscuro personaje en “Youth Without Youth” (Ford Coppola, 2007); un cura en “Che” (Soderbergh, 2008); un actor que hace de Loki en una función teatral ante Odín en “Thor: Ragnarok” (Taika Waititi, 2017) o un borracho panzón en “Deadpool 2” (David Leitch, 2018).

Además de estos divertimentos que fue capaz de programar en sus ajustadas agendas durante años, Damon se ha dado tiempo para producir filmes como “Promised Land” (Gus Van Sant, 2012), que ganó una mención especial del jurado en el Festival de Berlín, o “Manchester by the Sea” (Kenneth Lonergan, 2016), que obtuvo dos premios Oscar. En estos días prepara “Witness for a Prosecution”, el remake de una historia de Agatha Christie que, en 1957, protagonizaran Marlene Dietrich y Tyrone Power. El elenco de esta nueva adaptación será liderado por su amigo Ben Affleck. Por si fuera poco, también ha vuelto a escribir. Además del guion de “Promise Land”, firmó “Gerry” (Van Sant, 2002), una historia de supervivencia junto a Casey Affleck –a quien, como podrán imaginar, también conoce desde la infancia- y hoy prepara “The Last Duel”, escrito nuevamente al alimón con Ben, para un proyecto en el que también actuarán y que será dirigido por Ridley Scott. La pandemia ha pospuesto estos planes hasta el 2021. Mientras esperamos sus nuevos trabajos, nos queda regodearnos con las estupendas actuaciones que ha logrado, sobre todo en este siglo.

“Sigue jugando, sigue comprándote juguetes nuevos, sigue gastando 50 mil dólares por la noche en tu habitación de hotel. Pero no inviertas en infraestructura, no construyas una economía real, así que cuando finalmente te despiertes, te dejarán seco. Así es exactamente como Estados Unidos trata a sus socios”, dice en una parte de la inquietante “Syriana” (Gaghan, 2005), donde interpreta a un ejecutivo petrolero que afronta una tragedia familiar. A ella le seguiría su papel como Colin Sullivan, el policía sin escrúpulos de “Los Infiltrados” (Scorsese, 2006); el agente de la CIA Edward Wilson en “El buen pastor” (De Niro, 2006); el cínico informante Mark Whitacre en “The Informant!” (Soderbergh, 2009); el capitán de la selección sudafricana de rugby Francois Pienaar en “Invictus” (Eastwood, 2009); un militar que busca armas iraquíes de destrucción masiva en “Green Zone” (Greengrass, 2010); un sensible médium en “Más allá de la vida” (Eastwood, 2010) o un estricto Marshall en el remake de “True Grit” dirigido por los hermanos Coen (2010). Todo eso, antes de que volvieran los rescates: de una pandemia (“Contagion”, 2011), de un apocalíptico planeta tierra (“Elysium”, 2013), de un misterioso e inconcebible planeta (“Interstellar”, 2014), de Marte (“Misión Rescate”, 2015), de inverosímiles criaturas en la Muralla China (“The Great Wall”, 2016) o del fracaso como corredor de autos (“Ford vs Ferrari”, 2019).

En la ruta, ha obtenido un Oso de Plata en Berlín por el guion y actuación de “Good Will Hunting”, siete nominaciones al Emmy, seis al Globo de Oro (con dos ganados, por “Good Will Hunting” y “Misión Rescate”) y cinco al Oscar (con uno ganado), lo que demuestra que, al fin y al cabo, Damon también ha salvado a millones de espectadores gracias a su talento y que ellos, al mismo tiempo, lo han salvado a él. Después de todo, ¿qué sería de Hollywood sin una estrella que no actuara como un divo? Mientras haya un vínculo terrenal con el mundo, los astros pueden brillar más. El primer medio siglo de vida de un actor que parece no envejecer, así lo confirma.

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