Juan Carlos Fangacio

En la era de Internet –ya no tan nueva, pero siempre renovadora–, cualquier ciudadano es un peligro en potencia en el manejo de información. Para el Gobierno de Estados Unidos, ya es un peligro consumado: un joven experto en informática que trabajaba para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y que a partir del 2013 comenzó a filtrar información clasificada a los medios. Un tipo que (aunque pueda parecer contradictorio) vive obsesionado con la privacidad: no publica información personal o familiar en la red, casi nunca sube fotos, dicen que no tiene Facebook ni Twitter. La historia suena a parábola: el tipo que no cede al autoplacer del selfie, pero pone en aprietos al país más poderoso del mundo.

En “Snowden”, la película que retrata a este misterioso personaje (y que se estrena en Lima hoy), el agente es interpretado por Joseph Gordon-Levitt. Se trata de un biopic que tarde o temprano llegaría a aparecer, pero que llega antes de lo esperado, cuando el caso aún sigue abierto. Snowden (el real) vive actualmente en Rusia y busca asilo político en algún otro país. Ya Donald Trump, que asume mañana, ha dicho que lo tendrán en Estados Unidos lo más pronto posible. “Trump es solo el presidente. Uno de muchos”, ha respondido Snowden, quien sigue siendo una pulga en la oreja del poder estadounidense. Aun así, su futuro es una incógnita.

INTRIGAS POLÍTICAS
Para el desarrollo de la cinta, el propio Snowden tuvo que reunirse con Gordon-Levitt y, sobre todo, con el director Oliver Stone, cineasta conocido por su particular gusto para filmar pleitos políticos. Lo hizo con ficciones como su recordada “JFK”, retrato sobre el ex presidente Kennedy, o “W.”, sobre otro ex mandatario, George Bush hijo. Pero también con documentales como “Comandante” y “Looking for Fidel”, sobre Fidel Castro, o “South of the Border”, sobre varios líderes de izquierda latinoamericana: Hugo Chávez, Evo Morales, los Kirchner, Rafael Correa y otros desfilaron frente a su cámara.

Polémico, como siempre, Stone ya ha fustigado a su país por las dificultades con las que se ha topado durante la realización. “En Estados Unidos, puedes hacer películas sobre defensores de derechos civiles fallecidos, pero no es nada fácil hacer una sobre un hombre con vida”, ha dicho sobre su trabajo con Snowden. 

Las repercusiones inmediatas que pueda tener el filme también son un misterio. La velocidad con la que aparecen estas producciones sobre temas contemporáneos parece marchar a la par que su inspiración en la vida real. Y más aun si hablamos del sensible tópico de los soplos, las infidencias y las filtraciones, que como nunca antes está poniendo los pelos de punta a los poderosos. ¿Se animará alguien en esta parte del mundo a filmar los destapes de Odebrecht, por ejemplo? La realidad –aunque de por sí clamorosa– ya reclama su ficción.

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