En el siglo XXI, el cine no solo sigue siendo el arte popular del que tienen envidia, en secreto, las otras artes. También es el principal rival de la Historia –por no decir de la filosofía y todas las ciencias humanas–. Desde que el magnicidio de John F. Kennedy fue filmado por Abraham Zapruder, dando la prueba de que el proceso que siguió al asesinato fue un burdo montaje, el cine no ha dejado de asediar los poderes de la historia escrita.
Este prolegómeno viene a colación a raíz de “Ya no estoy aquí”, tercer largometraje del mexicano Fernando Frías que desde hace pocos meses está disponible en Netflix. Se trata de una ficción, es cierto. Pero también es la recreación histórica de un grupo suburbano ya extinto, una subcultura como la de los chicos “Kolombia”, que nace en Monterrey (México), basada principalmente en el culto a la cumbia colombiana.
La cinta no pretende ser un frío documento antropológico. Es más bien un relato crudo y lírico de aprendizaje
El amor al vallenato y la cumbia empieza en los años sesenta, cuando el desarraigo de la clase obrera llegada a Monterrey se identifica con las letras de añoranza de la tierra en la música popular colombiana. Luego, por accidente, se adoptó el gusto por ralentizar los ritmos, haciéndolos más nostálgicos. A esto se sumaron los bailes, con fuertes resonancias tribales de las culturas prehispánicas, y una vestimenta y unos peinados extravagantes.
Este es el trasfondo de lo que vemos en pantalla, una crónica de lo que pareciera una contracultura urbana, integrada por jóvenes y adolescentes –donde sobresale Ulises (Juan Daniel García), protagonista del filme–, y que se mueve en esa peligrosa zona que mezcla lo callejero, lo delincuencial y lo marginal. Ulises es el líder de ese grupo humano que afirma una identidad de repliegue, completada por una jerga casi impenetrable.
Pero “Ya no estoy aquí” no pretende ser un frío documento antropológico. Es más bien un relato crudo y lírico de aprendizaje, uno de esos testimonios de la fragilidad y rebeldía que en el cine tiene exponentes tan entrañables como “Los 400 golpes” (François Truffaut) en Francia, la peruana “Juliana” (Espinoza y Legaspi) en el Perú y, para no irnos tan lejos en el tiempo, la formidable “Mid90s”, obra maestra de Jonah Hill.
En su puesta en escena, Frías es moderno sin ser críptico, audaz sin ser formalista. Utiliza un formato muy ancho, con un eje horizontal dominante en los vastos espacios de las afueras de Monterrey. Vemos a los personajes a la esquina del encuadre, lo que remarca su soledad. Pero, a la vez, la fotografía, sin ser preciosista, aprovecha esos colores cálidos y ese viento fresco donde Ulises parece volar con el sofisticado ballet azteca que practica.
Parte de la modernidad del filme tiene que ver con sus tiempos permutados, ya que empezamos viendo a Ulises en EE.UU., como un indocumentado más que busca un trabajo mal pagado. Este antihéroe huye de la violencia, ya que las bandas de narcos se pelean el reinado de Monterrey, y los chicos “Kolombia” están en medio. ¿Qué es peor? ¿Vivir en la propia tierra bajo el asedio de la muerte o en un país rico donde uno está casi muerto?
Frías plantea su película como una respuesta a la pregunta que acabamos de formular. Pero lo hace sin caer en el miserabilismo, el exotismo o el chauvinismo. Quizá se le pueda reclamar un poco más de claridad en cuanto a algunos personajes o recovecos argumentales. Pero lo principal es el retrato de Ulises –inolvidable Juan Daniel García–, que hace de su vida una guerra cultural, y eso lo logra desde una poesía de la soledad con vistas a profundidad atravesadas por trenes, metros y carreteras anónimas. “Ya no estoy aquí” hace, de la belleza híbrida de su personaje, una reflexión sobre el futuro.
LA FICHA
Género: drama.
País y año: México, 2019.
Director: Fernando Frías de la Parra.
Reparto: Juan Daniel García, Coral Puente, Angelina Chen.
Calificación: ★★★1/2.