Allen Ginsberg, elogio del poeta
Allen Ginsberg, elogio del poeta
Pedro Casusol

El 7 de octubre de 1955, en una galería experimental de San Francisco, un joven de lentes vomita con desesperación en el baño. Son casi las once de la noche, en pocos minutos se presentará en público. No tiene un libro publicado ni es considerado poeta en los círculos literarios de San Francisco o Nueva York, que es de donde proviene. Tiene, eso sí, ganas de quemar los cimientos de la cultura americana.

–Locura y amor en San Francisco–

Estuvo ahí desde un inicio. Su madre Naomi, una inmigrante ruso-judía, sufrió paranoia, alucinaciones, delirios de persecución y una vez trató de quitarse la vida en el baño de su departamento ante la atónita mirada del pequeño Allen. Tras varios internamientos –uno de los cuales fue narrado en “Kaddish”– Naomi intentó abusar sexualmente de él.

Muchos años más tarde, lejos de la locura de su madre, tuvo que hablar de esto con el Dr. Hicks. Siendo joven él, también tuvo episodios de locura: cuando escuchó la voz del poeta William Blake a los 23 años, por ejemplo, o cuando fue internado por sentencia judicial tras un incidente con la policía. Es ahí, en el Instituto Psiquiátrico de Nueva York, donde conoció a un tipo loco y obeso –pero genial– llamado Carl Salomon.

Hacia 1954, Ginsberg se mudó a la tierra prometida, a San Francisco. Vivió en un cómodo apartamento con Sheila Williams, una chica guapa y bohemia con quien entabló una relación. En su último intento por convertirse en una persona normal, trabajó en una agencia de márketing, llevó una vida aceptable. Lo que no entendía era por qué, pese a tener todo lo que un hombre querría, se sentía tan miserable.

Estaba al borde de un ataque cuando acudió al Langley Porter y sacó una cita con el Dr. Phillip Hicks: 26 años, lector de poesía, que atendía en sesiones que costaban un dólar la hora. Una vez a la semana, Ginsberg acudía para comprender su infelicidad.

–¡Moloch! ¡Moloch! ¡Moloch!–

Aún vivía con Sheila la noche en que tomó peyote y miró por las ventanas abiertas del apartamento la fachada del Sir Francis Drake Hotel. En la neblina, Ginsberg vio formarse la faz de un monstruo demoníaco –una calavera robótica– entre las luces del edificio.

Fue el año en el que abandonó a Sheila, conoció a Peter Orlovsky, dejó su trabajo y vivió un triángulo amoroso con el pintor Robert LaVigne, Peter y Sheila. A inicios de primavera, su hermano le escribió para informarle que Carl Salomon, el amigo del manicomio, había sido internado de nuevo, esta vez en el Pilgrim State, el hospital psiquiátrico donde estaba internada Naomi y donde Ginsberg había tenido que firmar, en 1949, la autorización para que le practicaran una lobotomía a su madre.

De pronto, Ginsberg se encontró solo, sin trabajo, viviendo de su cheque de desempleado. Aprovechó para escribir hasta que anotó: “Vi las mejores mentes cabezas-de-ángel hipsters malditas”. Pensaba en sus amigos iluminados, presos de la apatía moderna. Pero no fue hasta el 25 de agosto que escribió su poema.

–Estoy contigo en Rockland–

Tomó de su amigo Jack Kerouac la “prosa espontánea”, una forma de “trasladar las ideas intactas de la mente a la hoja en blanco”. De T. S. Eliot tomó las “imágenes telescópicas”; de Walt Withman, el tono elegíaco; la sonoridad la sacó de Charlie Parker, ‘Bird’. De cierta manera, la filosofía también la sacó de Kerouac, quien había acuñado el término ‘beat’ para decir que estaba golpeado, abatido, cagado, pero también santo.

Pocos días después de escribir el primer borrador, Peter regresó para yacer en sus brazos y tomar peyote. Ambos salieron a caminar por las calles de San Francisco hasta terminar de pie ante la fachada del Drake Hotel. Otra vez, la visión del monstruo. Solo que ahora lo nombró: ¡Moloch! ¡Moloch! ¡Pesadilla de Moloch!

–La felicidad en Berkeley–

En una cabaña color vino, en Berkeley, con un jardín donde “arrodillarse y llorar en éxtasis”, Ginsberg se instaló para dedicarse a la corrección de su poema. Es la misma “cabaña en la noche del oeste” que aparece al final de “Howl” y que es motivo de otro hermoso poema escrito en la misma época: “Strange New Cottage in Berkeley”.

Ginsberg concluye ahí la estructura de su poema en tres partes. En la primera narra casos particulares, héroes que son arrastrados a la locura. La segunda se centra en Moloch, la maquinaria monstruosa que oprime al individuo confinándolo a la mediocridad y a la desolación. La tercera es una declaración de empatía a Carl Salomon, que está encerrado en el manicomio:

¡Carl Salomon! Estoy contigo en Rockland

Donde estás más loco de lo que yo estoy…

–Six Poets at Six Gallery–

Aquella noche, Ginsberg reunió a un grupo de poetas con poca semejanza entre sí, pero con tres cosas en común: eran jóvenes, desconocidos y estaban inconformes. Tras un breve intermedio –que pasó vomitando en el baño– se dirigió al escenario para recitar sin confianza y con voz entrecortada. Era la segunda vez que leía en público. No tenía expectativas. No esperaba que la audiencia fuera hipnotizada por su poema. Ni que Kerouac incentivara la euforia gritando “Go, man!”, “Yeah!”.

A largo plazo, el recital en Six Gallery será recordado como el inicio del “renacimiento de San Francisco”; a corto plazo, generó una pequeña conmoción en la comunidad literaria de la bahía. Por primera vez un grupo de jóvenes se reunía para plantear una revolución poética. Ginsberg se convertía así en el “poeta salvaje de North Beach”.

Concluyó su tratamiento el 11 de octubre, cuatro días después del recital en Six Galery. El Dr. Hicks anotó en su reporte que el paciente había ingresado un año antes para “superar un bloqueo de escritura” y que ahora tenía “una mayor aceptación de sí mismo”. Escribía con mayor facilidad, según el informe, y ahora era capaz de “presentarse en público con menos ansiedad”. El recital en Six Gallery parece haber sido la prueba que necesitaba para empezar a ser Allen Ginsberg.

–La muerte y el Polo Norte–

En junio de 1956 recibía las pruebas de “Howl & Other Poems” mientras se enlistaba en un barco de la Marina de los Estados Unidos con dirección al Ártico. Antes de partir recibió el telegrama donde le informaban la muerte de su madre, Naomi, en Pilgrim State. Mes y medio después, mientras cruzaba el estrecho de Bering, arrojó unas monedas al mar en nombre de Naomi. Otra mañana despertó y anotó que debía escribir “Kaddish”, el poema sobre la locura de su madre.

El 1 de noviembre de 1956 llegó a los Estados Unidos el primer lote de ejemplares de “Howl & Other Poems”. El hecho de que haya sido impreso en el exterior fue determinante un año más tarde, cuando la aduana confiscó 520 ejemplares por considerar el libro obsceno. Con su primer libro publicado, no volvió a ser el mismo. “Howl” lo hizo famoso en todo el mundo. Fue una leyenda viva caminando entre los muertos.

En 1997, semanas antes de su muerte, Ginsberg preguntó a extraños si es que habían leído “Howl”. La mayoría lo había hecho, o sabía sus líneas iniciales: “Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”. Sesenta años más tarde sigue siendo el grito americano por excelencia. Un poema sobre bombas atómicas y paranoia, que jamás habría existido sin la locura impresa en la vida de Allen Ginsberg.

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