“Lo mucho que te amé” (Alfaguara), primera novela de amor de Eduardo Sacheri, es una encrucijada de pasiones, pero también de posiciones políticas en tiempos especialmente convulsos en Argentina. A la derecha, Soledad Villamil y Ricardo Darín en la filmación de "El secreto de sus ojos", adaptación de la novela homónima de Sacheri. (Fotos: Ángel Díaz para EFE/ Distribution Company)
“Lo mucho que te amé” (Alfaguara), primera novela de amor de Eduardo Sacheri, es una encrucijada de pasiones, pero también de posiciones políticas en tiempos especialmente convulsos en Argentina. A la derecha, Soledad Villamil y Ricardo Darín en la filmación de "El secreto de sus ojos", adaptación de la novela homónima de Sacheri. (Fotos: Ángel Díaz para EFE/ Distribution Company)
Enrique Planas

Una historia de cuatro hermanas: Rosa y Mabel son las dos mayores y casadas. Las menores, Ofelia y Delfina, son las solteras. Son hijas de don José, próspero industrial propietario de una fábrica de muebles y de doña Luisa, ama de casa. Viven con la Rita, la típica tía chismosa y antipática. Rosa está casada con Ernesto y Mabel con Pedro. Ofelia está comprometida con Juan Carlos, y Delfina, es novia de Manuel. La acción transcurre entre los años cincuenta a comienzos de los sesenta, en la casa de una familia típica del Palermo Viejo, en Buenos Aires.

Los hombres tienen sus discusiones políticas. Pedro, el peronista del clan y don José, Ernesto y Juan Carlos, furiosos antiperonistas, mientras que Manuel asume una posición moderada. Las mujeres hablan de temas muy distintos. Las cuatro parejas salen al cine, caminan por la avenida Corrientes, comen pizza comentando con detalle las escenas del filme “Bailando bajo la lluvia”.

Pero esa geometría de relaciones que define la armonía familiar puede resultar tan frágil como la que sostiene un castillo de naipes. Especialmente cuando Ofelia se enamore de Manuel, el novio de su hermana menor. Siendo la atracción, ellos vivirán a su manera su historia de amor clandestino, desafiando a la familiar y a la moral de la época.

El escritor participó en la FIL Lima del año pasado para presentar "La noche de la Usina". FOTO EL COMERCIO
El escritor participó en la FIL Lima del año pasado para presentar "La noche de la Usina". FOTO EL COMERCIO

La de Eduardo Sacheri (Castelar, Buenos Aires, 1967), autor de “La pregunta de sus ojos” (llevada al cine como “El secreto de sus ojos” por Juan José Campanella) fue una de las más esperadas participaciones virtuales de la Feria Internacional del Libro de Lima. “Lo mucho que te amé” (Alfaguara), su primera novela de amor, es una encrucijada de pasiones, pero también de posiciones políticas en tiempos especialmente convulsos en Argentina.

¿Qué sobrevive de ese viejo Buenos Aires de mediados de siglo en el que transcurre “Lo mucho que te amé”?

De ese Buenos Aires sobrevive la vida cultural frondosa. La ciudad conserva esa sociedad habituada al arte, al pensamiento, al debate y a las salidas nocturnas. Y es un rasgo valioso. Pero también permanece la lucha facciosa en la que seguimos absolutamente hundidos aunque haya cambiado parcialmente de asunto. Y digo parcialmente porque el peronismo ha marcado las discusiones políticas desde los años 40. Con un programa ideológico muy laxo, muy vago, muy cambiante, muy camaleónico, el peronismo logró pendular a lo largo de 70 años, convertido en una magnífica máquina de poder. Más allá de sus inicios cercanos al fascismo con el primer Perón, sus coqueteos con la izquierda en los años 70, el baño de sangre dentro del propio peronismo que esos coqueteos produjeron, después con el peronismo neoliberal de Menem y el peronismo autodenominado “progresista” de los Kirchner, ese pendular logra exacerbar las posiciones. En ese sentido las discusiones de hoy son tan encendidas e irreconciliables como las de los años 40 y 50, siempre se tiene la sensación que dos bandos discutiendo, con lo cual no hay superación posible.

"Lo mucho que te amé (Alfagurara, 2020).
"Lo mucho que te amé (Alfagurara, 2020).

En la novelas las parejas salen al cine, recorren la Av. Corrientes, ven “Cantando bajo la lluvia”. ¿Construyes esas imágenes adrede, pulsando los mecanismos de la nostalgia, para meter al lector en la novela?

No lo sé. Como lector, me gusta toparme con personajes que están en un sitio, que no están colgados del aire. Al escribir intento lo mismo. En algún momento dudé si esta novela la iba a recrear en los años 20, o en los 50. Es decir, en la generación de Ofelia o en la generación de la madre de Ofelia. Y si opté por la de Ofelia fue porque sentía que la familiaridad que podía establecer con ese mundo era mayor. Ofelia es de la generación de mi madre. Y ese Palermo, ese centro de la ciudad de Lavalle y Corrientes, no era tan distinto a como yo lo conocí en los 70. Entonces, te diré que más que nostalgia, es una cuestión de necesitar familiaridad con el espacio que voy a narrar.

La novela va de los 50 a los años 60 en la vida de una familia típica del Palermo viejo. En esta visión de familia equilibrada está también la idea de construcción de una moral. ¿Crees que existió una moral peronista en la Argentina de la época?

La literatura y el cine hay ido con mucha frecuencia al peronismo y no al anti peronismo. En mi caso, mi sujeto de interés eran más bien los antiperonistas. Lo que sí creo es que hay un moral inmigrante, algo muy típico del centro de la Argentina, de Buenos Aires, de Córdoba, de Santa fe, de las provincias ricas que se llenaron de inmigrantes europeos a fines del siglo XIX. Hay una idea de la familia como comunidad empresarial, en la que el trabajo es un valor superlativo y el estudio es la herramienta de ascenso para las mujeres. Eso es propio de esa pampa húmeda de la Argentina, deseosa del progreso individual y confiada en el progreso familiar y personal. Esa es la moral que me parece dominante durante muchas décadas en Argentina, unas cuantas de las cosas buenas que han pasado en el país en el siglo pasado, que tienen que ver con una determinada ética del trabajo.

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¿Cómo escribir hoy el melodrama? ¿Presentar los corsés sociales de los años 50 no sirve también para pensar en los corsés contemporáneos?

Toda época tiene sus corsés. Y la ventaja de llevarme la historia a otra época permite evitar el empantanamiento. Pensar en esos corsés, eventualmente, nos hace como lector pensar en los propios. Toda época tiene su moral y toda moral tiene sus prohibiciones. La moral es un conjunto de cosas que deben hacerse y que no deben hacerse. Cosas que deben sentirse y cosas que no deben sentirse. El impedimento moral es fuertísimo para las personas. Cosas en la que no debemos ni siquiera pensar ni desear. Es trágico. Y los protagonistas se preguntan por qué. Saben que, si destruyen sus matrimonios, pueden destruir esa familia bastante armoniosa. Mi búsqueda de un conflicto intrafamiliar tiene que ver con tensar al máximo el peso de sus decisiones.

Juan Domingo Perón saluda desde el balcón de la Casa Rosada junto con "Evita" en 1950. Foto: Getty images, vía BBC Mundo
Juan Domingo Perón saluda desde el balcón de la Casa Rosada junto con "Evita" en 1950. Foto: Getty images, vía BBC Mundo

¿Qué supone para ti escribir una novela de amor en tiempos de agobiante corrección política?

Hay un montón de riesgos en escribir una novela de amor y en ponerle un título que parece un bolero o un tango. Pero si hay algo que tengo claro es que no quiero encorsetar mi libertad creativa por lo que dirán los críticos o la corrección política. Ya la vida es suficientemente asfixiante con las redes y las actitudes públicas como para que uno deba preocuparse preventivamente de que te puedan tildar de tal o cual manera. Obviamente me interesa no ser cursi. Sé que el riesgo de la cursilería en una novela de amor es mayor que en otro tipo de novela, simplemente por una cuestión de afectividades a flor de piel. Pero son riesgos que vale la pena correr. Además tenía ganas de escribir una novela íntima, en una época donde la intimidad, en este mundo de redes, de exhibiciones y de tomas de posición frente a todo, parece mala palabra. Para mí, esta novela tiene que ver con la construcción de la intimidad. El secreto para mí es algo valioso.

¿Cómo defines la palabra cursilería? ¿Es solo un lugar común del discurso romántico?

Del discurso y de las acciones, los resultados y las tranquilidades de los personajes, o lo cerradas que terminan las historias. Me atrevo a pensar que la cursilería va más allá de lo sentimental. Hay novelas cursis aunque no toquen temas románticos. Creo que toda épica, aunque sean épicas revolucionarias o de género, cuando someten a sus dictados el drama y lo que se cuenta, resulta cursi. Uno lo nota como lector.

¿Qué opinas sobre la pérdida de las grandes familias, típicas de aquella época?

No sé si me animaría a definirlo como pérdida. Ello implicaría una toma de posición de mi parte, vinculada con una determinada nostalgia. Yo no sé si esta época es peor que aquella. En algún sentido, creo que es una época de mayor soledad. Pero no sé si quedarme con el peso la soledad y la mayor libertad que conlleva. Ahora no hay tanta presión familiar al momento de tomar decisiones, definir vocaciones, plantearse una determinada identidad sexual o política. No lo sé. Vivo pensándolo y me moriré sin encontrar una respuesta. Mis libros son una manera de preguntármelo fuera de mi cabeza.


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