Enrique Mayer: La antropología no debe limitarse a la violencia
Enrique Mayer: La antropología no debe limitarse a la violencia
Santiago Bullard

César Fonseca y Enrique Mayer se conocieron en los años 60 en Estados Unidos. Una década más tarde, sus estudios antropológicos sobre los sistemas culturales, sociales y económicos de las comunidades campesinas tradicionales los convertirían en pilares de la antropología peruana y a sus libros en clásicos.

Durante décadas, sin embargo, estos libros han sido prácticamente imposibles de encontrar. Ahora, Enrique Mayer ha reunido muchos de estos textos capitales bajo el título de “Kausana munay: queriendo la vida”. El volumen, editado por el Fondo Editorial del Congreso del Perú, es también la materialización de un homenaje por parte de Mayer a su amigo César Fonseca, fallecido en 1986, e incluye un texto de este que, para muchos, marca un antes y un después en los estudios antropológicos en el Perú: “Sistemas económicos en las comunidades campesinas del Perú”.

Escrito como tesis doctoral en 1973, este texto fundamental se centró en el estudio de las culturas a la luz de su contexto ecológico (clima, altitud, disponibilidad de recursos, manejo vertical de las labores agropecuarias), pero asentó sus investigaciones sobre un fluido manejo de los conceptos originarios de los campesinos quechuahablantes. 

Más allá de sus contenidos, este libro es también un homenaje a la amistad. ¿Cómo se conocieron César Fonseca y tú?
Es una historia larga. Verás, César entró en contacto con los estudios antropológicos a través de John Murra, un antropólogo estadounidense muy influyente en el Perú. Él estaba realizando un trabajo en Huanucopampa, Junín, de donde era Fonseca. César, gracias a su dominio de la lengua y las tradiciones locales, corroboró muchas de las cosas que planteaba Murra, y este le consiguió una beca en la Universidad de Cornell, donde estudiaba yo. 

¿Entonces se conocieron allá? 
Así es. Nos hicimos muy amigos, de hecho. Como por ese entonces yo vivía solo en un departamento, lo invité a mudarse conmigo. Fuimos compañeros de departamento hasta que volvimos al Perú, en 1969 o 1970.

Fue por ese entonces que Fonseca escribió su clásico “Sistemas económicos en las comunidades campesinas del Perú”, que conforma la primera parte de “Kausana munay”.
Él lo escribió como su tesis doctoral, y lo presentó en 1973. Lo que él no se esperaba es que se publicara un primer tiraje de su texto, que se convirtió en un clásico de los estudios sobre comunidades campesinas tradicionales. Pero ese primer tiraje se agotó y el libro dejó de circular. Cuando César murió, muchos amigos nos hicimos la promesa de volver a publicarlo, y la verdad es que me alegra haber podido cumplir con esa promesa.

¿Cómo era la época en que fueron escritos estos textos? 
Esa pregunta tiene muchas respuestas, pero creo que es importante mencionar que en esos años, los últimos del gobierno de Belaunde, se vivía un reflote general de las culturas andinas entre los antropólogos, con la necesidad de acabar con muchos de los prejuicios que existían acerca de las comunidades campesinas. Además, en esta época hubo un crecimiento importante de la izquierda, y las diferentes fórmulas del marxismo empezaron a dar la pauta en la antropología peruana. Fonseca y yo fuimos una opción más suave, antidogmática, del marxismo.

¿Tras la reforma cambiaron mucho las cosas, tal y como habían sido descritas por Fonseca en su libro? 
Muchas cosas se mantuvieron, pero también hubo cambios importantes. Sobre todo a raíz de los enfrentamientos entre comunidades a raíz de la forma en que Velasco llevó a cabo la reforma agraria. La creación de cooperativas no cambió el sistema de explotación, sino solo a los dueños de la tierra, y esto motivó una reorganización de las comunidades. 

¿Y qué hay de la actualidad? Luego de tres o cuatro décadas, ¿qué vigencia tienen estos escritos?
Eso podría responderse desde muchos ángulos. Ante todo, sin embargo, creo que el libro refleja cómo los sistemas tradicionales de redistribución y reciprocidad siguen coexistiendo con el sistema capitalista de mercado. La producción agropecuaria y la distribución de las tierras, los cultivos y el trabajo siguen respondiendo a necesidades de autoabastecimiento, pero también a intereses económicos. Contra lo que muchos creen en Lima, las comunidades tradicionales no son cascarones vacíos ni realidades arcaicas. Son grupos organizados que manejan empresas con un flujo económico muy fuerte. El problema es que el modelo neoliberal que pretende imponerse en las comunidades andinas no puede aplicarse a sus realidades.  

¿En qué sentido?
Contra lo que se supone, la propiedad privada no hace que la gente trabaje más. Esto es algo que muchos neoliberales no pueden entender. En las comunidades tradicionales andinas el acopio de excedentes no es un paradigma, por el simple hecho de que la vida no es puro mercado. Ellas, además, dependen en buena medida de la rotación de cultivos en tierras comunales, y estas funcionan de acuerdo a sus contextos ecológicos específicos. Esa es la línea que Fonseca y yo defendimos desde los años 70. Claro que, en esa época, los que nos criticaban eran sobre todo los marxistas, que no encontraban las referencias a las luchas de clases en nuestros escritos. 

¿Qué significó Sendero Luminoso para la antropología en el Perú?
Sendero empujó a la antropología a una crisis que sigue sin resolverse. En su momento era natural que todos los antropólogos nos concentráramos en el tema de la violencia. El problema es que ahora la violencia parece ser el único tema de la antropología peruana. Es una limitación que nos empobrece.

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