José Silva

Reconocida como una de las escultoras peruanas más importantes de la actualidad, dejó momentáneamente su habitual trabajo para trabajar su tesis doctoral, hoy convertida en el libro “Leguía, el Centenario y sus monumentos. Lima: 1919-1930” (PUCP, 2016).

La obra presenta un análisis de 23 monumentos levantados durante la denominada Patria Nueva, es decir, el periodo de tiempo que comprende el Oncenio de Augusto Bernardino Leguía.

A lo largo de 450 páginas, la autora revisa una serie de estructuras que cobraron vida en un momento especial de la historia peruana, el correspondiente a las celebraciones por el primer centenario de nuestra Independencia.

Quienes lean el libro podrán recorrer junto a su autora monumentos como el que rinde homenaje a San Martín (en la plaza del mismo nombre) y otros que hacen lo propio con personajes como Antonio José de Sucre, Manco Cápac, Ricardo Palma, Federico Villarreal,  Manuel Candamo, Ramón Espinoza, Hipólito Unanue, Bartolomé Herrera, Sebastián Lorente, Juana Alarco de Dammert, entre otros.

Conversamos con Johanna Hamann sobre su más reciente obra, la cual será presentada este La jueves 17 de marzo a las 7 p.m en el Teatro Mario Vargas Llosa de la Biblioteca Nacional del Perú.

-Usted es escultora,  ¿cómo así se generó su interés por estudiar los monumentos levantados durante el Oncenio de Leguía?

Fui invitada a dar un seminario a Barcelona. En ese proceso, el director del postgrado de la Universidad de Barcelona me propuso a hacer un doctorado de Arte en Espacios Públicos y  Regeneración Urbana.  Y mi tesis doctoral la hice sobre este tema porque el último trabajo que nos dejaron, a mí y a otra peruana que hizo el doctorado a la vez conmigo, fue hacer un registro de toda el arte público que encontrábamos en todas las plazas públicas de los distritos de Lima. Así pues, Verónica Cruz y yo fuimos por el Centro de Lima y otras zonas como Chorrillos, Barranco, Miraflores, San Borja, etc. Haciendo ese trabajo reconocí que durante el Oncenio aparecieron los monumentos más bellos, los mejor hechos, muchos de estos trabajados por escultores reconocidos, y eso me llamó la atención. Por eso decidí concentrarme en esa época para hacer este estudio.

-¿Había un objetivo político detrás de esta serie de nuevos monumentos edificados durante el régimen de Leguía?

No lo había. Era más un interés por conocer la ciudad de Lima, cuáles son los móviles que hacen, en qué época y por qué. El escultor es parte de la construcción de la ciudad. En un inicio se pensaba en el ornato, en la belleza, en los jardines, en los espacios públicos y se pensaba cómo los escultores podían participar en su forma de hacer ciudad. Eso fue lo que más me llamó la atención. No hubo ninguna intención política pero sí, durante mi investigación, uno reconoce que todo lo que es realizar una ciudad, crear un espacio público o poner un monumento, es estar haciendo política, porque ¿a qué personajes realzas? ¿Por qué admiras a algunos y no a otros?

-¿Se puede afirmar que Leguía estuvo completamente al tanto de todo esto y lideró la construcción de estos monumentos?

Sí y no. Él sí quería desarrollar Lima y hacerla una ciudad cosmopolita, moderna y bella. Pero tuvo la suerte, además, de que en su periodo se festejó el primer centenario de la Independencia de Perú. Entonces, muchos de los 23 monumentos que yo registré, fueron donados por las colonias extranjeras que vivían en el Perú entonces. Por ejemplo, el hermoso monumento que ilustra la carátula de mi libro: El estibador belga.  En este momento no sabemos bien qué pasará con él porque desgraciadamente, a partir de los años 60 para adelante, el rostro de la ciudad de Lima ha variado porque se han enquistado en las municipalidades alcaldes sin ningún tipo de visión urbanística, estética ni arquitectónica. Y esto es un problema porque todo lo que pudo ser bello empieza a convertirse en caótico y feo. Por ejemplo, este monumento (El estibador belga) habría que realzarlo. Tenemos que respetar lo bello que se hizo en esa época y quizás podríamos dedicarnos también a poner más monumentos en otros lados.

-Hay ya otros libros sobre monumentos y específicamente edificados en el Oncenio de Leguía. ¿Podría decirse que existe una especie de culto hacia él?

De ninguna manera. Mi acercamiento fue para estudiar la época porque los monumentos estaban bien hechos, eran bellos, los espacios públicos también estaban bien hechos, pero nada más. Todo el descubrimiento, toda la parte social y política es el contexto en el que se dio. Pero incluso cuando investigué para mi tesis, descubrí que había 23 otros monumentos hechos a su persona. Sin embargo, no es esto un culto a Leguía, sino quizás un culto a la ciudad de Lima en un momento histórico específico en el que se podía reconocer belleza en el ornato.

-En el año 2013 se puso un monumento a Leguía en el distrito de Lince…

Así es, fue puesto por sus parientes. Pero este monumento de Leguía en Lince se emplazó en 1921, tenía un busto suyo y fue el único que quedó de los 23 que se hicieron en su homenaje. ¿Por qué? Es que Sánchez Cerro y el resto (de autoridades) que quisieron volar la imagen de Leguía sobre la ciudad de Lima simplemente lo hicieron.

-¿Qué otros factores influyeron en la construcción de monumentos?

Por ejemplo, se hizo el Parque de La Reserva. Ahí se pensaba de qué manera se podía incluir y transformar las imágenes europeas en elementos indígenas que representaran mucho más la identidad peruana. Fue un gran evento la inauguración de este lugar bellísimo, con pérgolas. La casa fue hecha por Sabogal. La fuente tiene huacos de barro que aluden a culturas prehispánicas. Además en las (otras) fuentes hay indias e indios, claro que siempre con la estructura formal europea.

 

En este libro, Johanna Hamann nos enseña cómo Lima se hace ciudad en el segundo gobierno de Augusto B. Leguía a través...

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-¿Cuál es la diferencia entre una escultura y un monumento?

Es una pregunta complicada. El monumento generalmente es un hito en un lugar específico que conmemora un personaje, una batalla, que rinde admiración, que está puesto en un espacio público para guiar y educar a la sociedad. Es un elemento político. Mientras que una escultura es una representación tridimensional hecha por un artista con elementos plásticos, con materiales, proporciones y formas conjugadas en un espacio --interior o exterior-- pero que no necesariamente conmemora algo.

-¿Le parece que los monumentos nos reflejan como sociedad?

Depende qué época. De repente cuando se puso la escultura de la Plaza 2 de Mayo (sobre la guerra con España) en 1874, era una cosa más admirativa, es el ángel que corona el monumento y todo el mundo lo celebra. Pero yo creo que Lima ha devenido en una ciudad caótica, fragmentada, donde incluso la gente que la habita es muy diferente. Y creo que hay que aprender a vivir con las diferencias, respetándonos unos a otros. Hay que hacer patria en ese sentido.

-Lamentablemente, es muy probable que hoy en día la construcción de un monumento genere controversia porque muchos lo pueden considerar un elemento poco útil...

Es que los monumentos y el arte no son necesariamente útiles o inútiles, sin embargo quedan enclavados y tenemos que padecerlos. Por ejemplo, el boceto que sirvió para la escultura del Parque del Amor [En Miraflores] era en cerámica y estaba bien en su proporción cuando lo vi por primera vez en la Feria del Hogar, dentro de unas propuestas municipales, pero cuando se lleva a esa proporción (la actual) a mí estéticamente no me parece resuelto para nada. Creo que antes ese espacio era mucho más silencioso, bello y tenía mucho más sentido y valor estético. Era solo un jardín con una escultura de fierro de César Campos. Luego aparece esta escultura de la pareja y el lugar toma una relevancia que no tenía antes, y se convierte en el Parque del Amor, los novios van a tomarse fotos y gana un sentido dentro de la ciudad. Todo se va transformando todo el tiempo.

-¿Hay una política de conservación de los monumentos históricos en Lima?

Me encantaría que la haya y poder verla. No sé si existe. Me da pena que se pierda la autenticidad del monumento de la época. Por ejemplo el del Parque Washington, que está en la avenida Arequipa. Ese monumento no fue donado por la embajada estadounidense sino que el propio Leguía, que admiraba y amaba a Estados Unidos, mandó instalarlo. Cuando se hizo el estudio paisajístico se planeó una banca principal circular que acompañe el monumento. Tiempo después, creo que en la época de Castañeda, vienen y cambian el piso, lo ponen rojo, quitan el jardín, sacan la banca y así destruyen el nacimiento natural de un espacio público mucho más bello. En todo caso, si se quiere transformar el lugar porque hay drogadictos o no sé, se puede recurrir a artistas, arquitectos, paisajistas y no pensar que ellos (las autoridades) tienen la palabra porque son 'dueños' del lugar que les toca erigir.

-¿Para qué público está dirigida su investigación?

A todos los que queremos seguir conservando la ciudad de Lima y  buscamos conocer qué podemos hacer por ella. Somos responsables de tratar de conservar lo que nos queda, aunque ya casi no quede nada.

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