Hablamos con Iván Slocovich sobre "La estrella del reportero"
José Silva

Los ex alumnos de lo recuerdan como un profesor práctico en sus indicaciones y muy hábil para llevarlos fácilmente al universo de sus anécdotas reporteriles.

Aquel maestro de la Universidad San Martín de Porres tenía siempre una historia lista para aterrizar a esos jóvenes que, a su manera y con distinto grado de convicción, buscaban ser algún día como él.

Sin embargo, aquel reportero convertido en profesor y luego en director periodístico, guarda otra pasión que cada cierto tiempo sale a la luz: la de la escritura de ficción.

Tras publicar la colección de relatos "El olor de las flores a fines de abril" y la novela "Los ojos de Kairel", Iván Slocovich presentará este viernes a las 7 p.m. en el auditorio Abraham Valdelomar de la Feria Internacional del Libro de Lima "La estrella del reportero", su más reciente obra.

Se trata de un conjunto de cinco relatos plagados de humor e ironía en los que el protagonista es quien habitualmente se gana la vida buscando la noticia.

Slocovich conversó con “El Comercio” sobre este libro de suculentos relatos que podrían fascinar a cualquiera que, con grabadora en mano, es feliz haciendo lo que más le gusta. En nuestro caso, el periodismo.

-Tú has sido mi profesor y recuerdo que nos contabas varias anécdotas en clase. ¿Son esos momentos los que hacen que valga la pena ser periodista?

Sí. El periodismo transmite a veces solo una parte de todo lo que se vive detrás. Uno puede ver lo que está publicado en la web, impreso o en la televisión, pero hay mucha historia oculta, muchos entretelones, conversaciones entre colegas y creatividad de la gente. A veces nos pasamos ocho o diez horas esperando que un político declare y en todo este tiempo surgen conversaciones, historias y anécdotas.

-¿En tu primer libro de relatos, "El olor de las flores a fines de abril" ya habías incluido historias sobre periodistas?

Sí, algunas, muy vagamente. Ese libro lo escribí entre los 20 y los 24 años, y lo publiqué a los 25. También escribí una novela, "Los ojos de Kairel", no tenía nada que ver con periodismo, sino más bien una historia romántica y de amores juveniles. Luego de esta trama algo densa y cargada de emociones le fui dando vueltas a estas historias en las que la idea era reírme un poco, encontrar el lado divertido a la literatura con un lenguaje muy directo.

-Trabajas el día a día con la información y buscando la realidad. ¿Qué otras posibilidades te otorga la ficción?

Es una excelente pregunta porque, a veces, uno dice que el periodismo y la literatura van muy juntos. Pero si lo ves desde otra óptica, pues van por caminos separados. El periodismo se basa estrictamente en la realidad. Yo soy director de un diario político, donde todo debe ir al pie de la letra. En cambio la literatura tiene el otro lado, el fantasioso, el imaginativo. Yo te cuento una historia. Una vez que terminé mi maestría tenía dos opciones: hacer la tesis o escribir este libro. La primera significaba pegarme al lado científico y a los datos. Y la segunda era relajarme, inventar, crear y recordar. Opté por el camino de hacer el libro que ahora presento en la FIL.

-Consignas en uno de los relatos la frase de Fuguet en torno a que “el periodismo, como la prostitución, se aprende en la calle”. ¿Cómo concebir esta filosofía en el actual periodismo web donde muchas veces estamos obligados a quedarnos en la redacción?

No necesariamente. El periodismo web es una plataforma, pero las vivencias y la información se obtienen de la calle. Puedes transmitir y enviar en vivo desde la calle. No creo que una cosa esté divorciada de la otra.

-¿Te parece que plataformas como el Facebook Live permite hacer periodismo como el anterior?

Si lo hace un periodista de verdad, sí. Cuando enseñaba en la universidad se hablaba de que el periodismo iba a ser mucho más democrático, que cualquiera podría hacerlo, pero no es así. El buen periodismo lo siguen haciendo los periodistas.

-¿Cuán importante es la cuota de humor en este libro?

Hay humor negro, un poco de ironía, que es la que tenemos todos los periodistas. Cualquier persona que trabaje en este ámbito se va a sentir identificado con las historias de este libro porque es lo que se vive a diario en la calle.

-Y está presente también la sensación de frustración que te genera ver cómo rechazan una nota por la que te esforzaste mucho…

Eso les pasa a todos. Puedes entusiasmarte mucho con una nota, hasta jugarte la vida pero llegas donde el editor y te dice que no va, porque no le encuentra sentido o porque simplemente está mal escrita. A veces uno cree que hay un complot o que hay una censura de más arriba, pero es la minoría de casos.

-¿Hay algo de realidad en el relato “Guardianes de la noche”, en el que un periodista va a cubrir el trabajo de los guardias del cementerio El Ángel?

Esa historia tiene mucho de realidad. Cubrí esa comisión junto al fotógrafo Luis Choy. Con él fui a El Ángel, pero lo demás, eso de ver fantasmas en la noche, ya es invención. Me parece que ese cuento es un gran ejemplo de la realidad modificada gracias a la literatura.

-¿Podrían funcionar hoy historias así en la prensa?

Más en el género de crónicas, para una revista. Esas  notas las trabajé en “Ojo” para la famosa “central”, para la que se nos asignaba comisiones, o incluso nosotros mismos proponíamos. Eso era muy rico, plantear y si al editor le gustaba, la hacías.

-¿Te parece que los periodistas peruanos publican pocos libros?

Sí, es que no hay muchas posibilidades. Este es mi tercer libro y he tenido cierta constancia. Creo que el periodismo absorbe bastante. Los ‘cierres’, la falta de horarios hace todo más complicado.

-En clases de la universidad nos hablabas de lo que perderíamos en el futuro por elegir el periodismo. ¿Te arrepientes de algo, Iván?

Para nada. Tengo 23 años de periodista y tres libros publicados. Me siento muy bien. No sé qué otra cosa podría hacer que no sea periodismo.

-¿Tienes planes de escribir una segunda novela?

Sí. Fui director de “Correo” en Trujillo durante tres años y de eso me he inspirado para una historia en la que mezclo un poco el tema de la delincuencia, la extorsión y el narcotráfico.

-Como profesor,  ¿cuál crees que es el principal error de un estudiante de periodismo sobre la profesión en sí?

Que no la conoce. Ahora hay muchas posibilidades de conocerla y campos para desempeñarse. Cuando yo empecé solo había radio, prensa escrita y televisión. Hoy el periodista debe ser multimedia. Ya no es ‘escribo mi nota y me voy’. Hoy el perfil que exigen las empresas periodísticas, y te lo digo desde el punto de vista de un reclutador, es un periodista que se pueda parar frente a una cámara, que pueda transmitir vía teléfono, editar videos, etc.

-Sin ser trágico, ¿por qué crees que profesionales de otras ramas han ocupado el sitio de los periodistas?

Creo que arrastramos un poco la falta de profesionalización del periodismo, que como curso universitario es relativamente nuevo. Con el paso del tiempo, la gente con formación netamente periodística va a ir ocupando puestos de dirección en los medios. Eso me parece algo generacional.

-¿Extrañas la calle, Iván?

Cuando dejé la calle creí que la iba a extrañar mucho, pero la he extrañado menos de lo que pensé. 

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