Mientras muchos siguen luchando por llenar su álbum Panini y muchos más siguen bregando por llenar la olla en un país con desoladores índices de anemia infantil, acudimos al sociólogo Aldo Panfichi para esclarecer el estupor colectivo por la baja de Guerrero en una nación con hambre de gol. Panfichi nos recibe justo antes de partir a Alemania, donde ha sido invitado para participar en un congreso de deporte y sociedad organizado por la Universidad Libre de Berlín, para analizar la importancia económica, social y cultural del fútbol tres semanas antes de darse el pitazo inicial del Mundial.
—¿La sanción impuesta a Guerrero es la desolación después de la fiesta?
Sí, creo que el país ha sufrido un golpe en lo anímico después de haber estado en semanas de euforia. Sin embargo, hay que esperar y evitar salir a buscar culpables. Todo eso hay que dejarlo de lado porque el partido se acerca y hay que confiar en Gareca.
—La madre de Guerrero, precisamente, salió a lanzar acusaciones contra Claudio Pizarro.
Lo que sucede es que frente a una situación traumática se construyen narrativas que buscan darle cierto sentido, hacerlo aceptable y encontrar culpables. Eso sucede cuando hay cosas que son inexplicables para la gente, y que van contra sus expectativas. En este momento, creo que corresponde, como el maestro Cueto, parar la pelota, pisarla, levantar la cabeza, mirar con perspectiva lo que viene, y tomar la decisión.
—¿Qué representa Paolo Guerrero en el imaginario nacional?
Yo creo que expresa la reivindicación del Perú en el campo deportivo internacional. Él lloró cuando nos metió un gol Colombia, frente a todo el mundo. Lloró de frustración, y agarró la pelota y siguió jugando. Entonces, él tiene una conexión con la gente de la calle que no ha tenido otros jugadores en las últimas décadas. Hay un reconocimiento recíproco y una identificación mutua de nosotros con él. Algunos reivindican el espíritu guerrero; otros, los goles; otros, la humildad, el origen social o el emprendedurismo. Todos encontramos en Guerrero algo de nosotros o de lo que queremos ser. El fútbol es el fenómeno de masas más importante de fines del siglo XX y, sin duda, va a ser el fenómeno global cultural más importante del siglo XXI.
—¿Y cuál es la explicación?
Hay dos razones. Una de ellas es que en este mundo global de alta tecnología, al mismo tiempo nos conecta con una característica básica de los seres humanos, que es competir. Y el fútbol, además, es un deporte que juega con los colores de tu bandera, lo cual se conecta con la nacionalidad, y tiene una representación de una batalla no letal. Son dos países que se enfrentan, donde no hay muertos, pero que disputan sus orgullos nacionales y movilizan los sentimientos patrióticos. El fútbol es un espacio de construcción de prestigios y, en el caso peruano, vivimos desde hace casi tres décadas ciclos de crecimiento económico, pero que no se expresaba en el campo deportivo: seguíamos siendo eliminados, faltaba algo.
—Anteriormente has escrito que esto se debía a que seguíamos con jugadores que venían de la leche Enci.
Claro, ha habido un cambio generacional. Antes jugábamos con los jugadores de los 80, y ahora, con jugadores de la década del 90, y las décadas expresan coyunturas específicas. Los ochenta son los años de la crisis, de la leche Enci, del pan de Alan, y nuestros jugadores no tenían respuesta física. Ahora, ¿por qué el fútbol tiene esta pasión entre la gente? Porque es fundamentalmente una industria de emociones y sentimientos: la frustración, el deseo de ganar.
—¿Y, en tu caso, por qué la sociología deportiva?
Porque el fútbol es, creo yo, el fenómeno social contemporáneo más importante. Entonces, si tengo que estudiar a la sociedad, ¿cómo no voy a estudiar el fútbol? Y te digo algo provocador: si miras cuáles son las organizaciones sociales autónomas con mayor extensión y vigor en el Perú, no son los clubes de madres ni los comedores populares, son las barras. Si miras con frialdad el tejido de la sociedad peruana popular juvenil, ya no son los grupos de parroquia ni los 'boy scouts', son estas formas de organización más que embrionarias ya, territoriales. Hay miles de grupos en todo el Perú y nadie les presta atención. Estos sectores podrían ser agentes de cambio. Podríamos cambiar los términos de la competencia por quién hace mejores proyectos para sus comunidades locales. Si no estudias el fútbol, estás perdiendo una ventana privilegiada para ver familia, comunidad, violencia, droga, solidaridad.
—Tú jugabas pelota de niño.
Era malo, pero jugaba. Empecé como arquero y mi ídolo era Lev Yashin, la 'Araña Negra'. Me vestía todo de negro y mi tío Orestes, que ya falleció, me ponía un colchón y me hacía volar como si fuera un arquero de primera, y yo soñaba… Ahora miro el fútbol y escribo sobre fútbol.
—Alguna vez dijiste que hay distintas maneras de vivir la patria, y el fútbol puede ser una de ellas.
Hace 25 años, el problema de la identidad nacional era muy crítico. Amplios sectores de la población no se sentían peruanos y lo único que nos unía era la Inca Kola. Pero a partir de la derrota de Sendero Luminoso, que nos hizo pensar que si tomaba el poder el Perú se acababa como posibilidad de nación, empieza a generarse una cierta tolerancia entre nosotros los peruanos. El choleo de hace 30 años en un micro ya no es tolerado tan fácilmente. Poco a poco nos hemos empezado a sentir más peruanos, y eso viene de la cultura, la gastronomía y el fútbol; no de la economía y menos de la política. Entonces, creo que estamos construyendo un sentido de nación, de pertenencia a un mismo colectivo, y esta clasificación nos ayuda a consolidar esto.
Yo creo que el fútbol nos está ofreciendo la posibilidad de consolidar una patria, un sentimiento nacional.
—Y sin embargo, nos seguimos haciendo autogol cuando le decimos a alguien "cholo de mierda".
El fútbol saca lo mejor y lo peor de ti; sale el amor, pero también el racismo, la xenofobia. Y es sobre ese coctel de emociones donde hay que actuar para discernir aquellos valores cívicos, ciudadanos, separados de aquellos que son racistas y que nos debilitan como nación. Es una oportunidad abierta, incluso para educar. Si no, mira lo que pasó con esta representación de Farfán en Fox Sports, que era pues un retroceso. El racismo está en todos nosotros, de manera consciente o inconsciente, y creo que hay que hacerlo consciente para sacarlo de ti, mirarlo, reconocerlo. Hay amplios sectores de la población que no lo quieren reconocer y que buscan la risa cómplice, porque además era una sátira. No es reírte por algo cómico, sino satirizar al otro, animalizarlo, bajarle su condición de ser humano.
—¿Tu vaticinio para el Mundial?
La esperanza nunca se pierde, eso tiene el fútbol, porque David venció a Goliat, y un equipo chico puede ganar a un equipo grande… Con Guerrero hubiésemos tenido más posibilidades de un mejor resultado mundialista, pero este es un equipo colectivo, de muchachos que tienen hambre y van a intentar hacer la hazaña. Ya no como sociólogo, sino como hincha, yo aspiro a que el Perú deje todo en la cancha, y que la Virgen se nos presente y pasemos a octavos de final.