Retrato al escritor y periodista Martín Caparrós, quien llegó a Lima gracias a la Cátedra Vargas Llosa. (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
Retrato al escritor y periodista Martín Caparrós, quien llegó a Lima gracias a la Cátedra Vargas Llosa. (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
/ ROLLY REYNA
Daniel Goya

es un controlador aéreo. De lejos podría parecer un huésped de un hotel en San Isidro. Pero cerca, de muy cerca, la imagen es muy diferente. Sobre la mesa hay una laptop abierta. Son las nueve de la mañana y, mientras desayuna, Martín Caparrós habla por teléfono con los audífonos colocados en las orejas. Parece uno de esos hombres que tienen la responsabilidad de guiar un avión de 300 personas hacia el aeropuerto más cercano. La mirada concentrada en la pantalla, las pupilas que buscan información exacta y urgente, los dedos de sus manos entrelazados; en fin, la imagen es de alguien que está muy ocupado. Por eso, tal vez por eso, acercársele en ese momento no era una buena idea.

Retrato al escritor y periodista Martín Caparrós, quien llegó a Lima gracias a la Cátedra Vargas Llosa. (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
Retrato al escritor y periodista Martín Caparrós, quien llegó a Lima gracias a la Cátedra Vargas Llosa. (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
/ ROLLY REYNA

Luego, cuando concluyó su llamada, cuando Caparrós aterriza ese avión imaginario, vuelve a ser él: el cronista, escritor y ensayista que es celebrado en las ferias de libros, y tratado como mito o leyenda viva en las clases de las facultades de periodismo. Vuelve a ser él mismo, con aquel estilo de vestir que parece haber convertido en su uniforme de trabajo hace ya muchos años. La oscuridad lo acompaña. Si uno busca en Internet imágenes suyas, verá que le gusta el color negro: pantalones, zapatos, camisas o polos. Pero negros, negros como la tinta sobre el papel.

Caparrós tiene un rostro gobernado por un bigote atemporal. Una frente surcada por caminos que parecen las rutas por las que el periodismo lo llevó y pómulos sobrexpuestos y amigables, redondos y carnosos. Su cara es el testimonio de lo mucho que ha visto, de lo mucho que ha buscado, recorrido y preguntado. Esta mañana se ha sentado a conversar en una mesa de mantel impecable y de vajilla reluciente. Pero solo en un par de horas estará visitando Villa El Salvador, caminará por los mismos lugares que recorrió hace más de 30 años, cuando visitó Lima para escribir de ella. Reconocerá algunos espacios y otros lo sorprenderán. Se interesará por el tráfico y el caos de zonas donde antes solo había arena y más arena. Tras ello, irá a una universidad privada a dar una charla donde se aburrirá un poco y hablará de su familia llena de psicoanalistas, de su profesor Roberto Walsh, de cómo Argentina antes parecía ajena a la realidad de América Latina y cómo ahora se ha nivelado con los demás países. Pero todo eso sucederá después. Porque ahora mismo va a empezar la entrevista.

-Si anteriormente el nuevo periodismo surgió al adueñarse de herramientas que antes no eran suyas ¿cómo podemos actualizar y hacer más nuevo el nuevo periodismo?

Se debe recuperar el procedimiento por el cual los que inventaron el nuevo periodismo empezaron a utilizar formas, herramientas de otros géneros literarios, que fue lo que hicieron los primeros. Los padres del nuevo periodismo. Hoy día lo que hacemos es usar el resultado de ese procedimiento, en lugar de buscar otras formas que puedan servirnos para contar la realidad. Yo intento hacerlo de vez en cuando, pero lo hago limitándome a buscar herramientas en otras formas literarias. Pero cada vez más hay jóvenes que buscan esas herramientas fuera de la literatura, en el video, en la infografía, en el trabajo, con las formas que diferentes técnicas ofrecen. La crónica puede trasladarse y desplazarse, tratando de usar estos recursos digitales que hasta ahora parecían de otro género o territorio. Me parece que en los próximos años lo que empezará a verse es eso: cómo contar una historia utilizando todo aquello que la técnica pone a tu disposición.

-Y será como hacer camino al andar, porque por ahora todo es una experimentación…

Sí y allí es que aparecen medios nuevos. En América Latina hay varios medios que no tienen las ataduras que tienen los grandes medios tradicionales y que están explorando esos caminos. Es muy interesante. Hay gente que está en distintos lugares buscando formas de contar la realidad y es lo que siempre han hecho los mejores. Lo que no significa que no valga la pena seguir trabajando las formas clásicas de la mejor forma posible. Me parece interesante que los periodistas sigan buscando otras maneras.

-Hoy, mirando hacia atrás, ¿su método de reporteo y de escritura ha variado?

Se parece bastante al método con el que comencé. Me pongo a pensar y francamente, la verdad, me parece que no. Y me aterra un poco la idea de hacer lo mismo desde hace 30 años. Me parece que no ha cambiado mucho mi forma de trabajar. Busco historias que me impacten. Busco, para empezar, historias que pongan en escena las cuestiones que me interesan. Un ejemplo concreto: hace poco estuve en un pueblo de Guatemala, en la frontera con México. Y estuve allí porque estoy preparando un libro sobre América Latina y necesitaba algunas historias de migrantes. Hablé con la gente y la historia con la que me quedé es la que más me emocionó, de cinco o seis que me parecieron interesantes, que pudieron haber sido las que escogiera, pero solo con una me emocioné. Y es mi criterio. Tengo una manera de darme cuenta cuál historia, dentro de un cúmulo de historias, terminaré contando porque es la que le cuento a mi mujer cuando la llamo por teléfono. Siempre hay alguna que uno tiene más ganas de contar que otras y eso es porque me impactó más que las demás.

Retrato al escritor y periodista Martín Caparrós, quien llegó a Lima gracias a la Cátedra Vargas Llosa. (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
Retrato al escritor y periodista Martín Caparrós, quien llegó a Lima gracias a la Cátedra Vargas Llosa. (Foto: Rolly Reyna/ El Comercio)
/ ROLLY REYNA

-¿Cómo trabaja los inicios de sus textos de ficción y no ficción?

Me importa encontrar el principio. El cronista es un buscador de principios. Lo más decisivo quizás es tener un inicio apropiado. Cuando estoy trabajando en un tema pienso mucho en cómo va a empezar. Encuentro alguno y examino todas las frases que se me cruzan para ver si sirven como principio. Encuentro alguno y me quedo un poco más tranquilo, después quizás encuentro otro y comparo; cuando tengo tres o cuatro ya estoy feliz, porque, de todas maneras, aunque no use todos, sí me van a servir para relanzar el texto. Uso uno para el principio, pero los que me quedan también los usaré en el resto del texto. Y es obvio que el principio de un texto, para empezar, es de lejos el fragmento que va a ser más leído. Mucha gente va a leer el inicio y nada más. Entonces la única chance que uno tiene de convencer a alguien de que siga adelante es con el principio. Es como un anuncio publicitario del resto de texto y marca el tono de todo. Así como empieza vas tratando de seguir.

-¿En qué trabaja en su laptop en estos días?

Tengo que terminar de corregir una novela que saldrá el año que viene y, ahora que lo mencionas, no me acuerdo cómo empieza el texto. Yo me olvido de lo que escribo. Durante mucho tiempo decía que yo escribía para olvidarme de las cosas, para no tenerlas en la cabeza, las dejaba allí en la página. Pero creo que de tanto decirlo me lo tomé en serio y ahora me olvido absolutamente de todo lo que escribo. ¡Patético! La novela se llama “Sin fin”, es una ficción no ficción. Ahora hay muchos que dicen que escriben novelas de no ficción. Yo lo que escribí es una ficción sin novela. Está escrita como una crónica, solo que sucede en el año 2070. Es como una no ficción de ficción. Sobre ciertas formas de derrotar a la muerte que se inventaron en esa época.

--El público, los medios y América Latina--

-Las conferencias que vino a dictar postulan que se debe escribir contra lo que el público espera. ¿Esta idea nace de la vez que dijo que la crónica era política porque planteaba una forma diferente de ver el mundo?

La idea está enfocada en dos maneras. La primera sobre el periodismo y los relatos de no ficción y, la segunda, sobre las novelas. En cuanto a la ficción porque nunca me gustaron los escritores que esconden detrás del público sus incapacidades o imposibilidades. Gente que te dice: “Tengo que escribir algo no muy complicado para que el lector lo entienda”. Cuando la obligación de todo escritor es derrotar sus propias incapacidades. Por otro lado, en no ficción, los periodistas están tentados de publicar información basura para ganar más clics, bajo el pretexto de que eso es lo que el público quiere. Y eso produce una degradación en los medios de prensa. Si en algún momento se dijo que el periodismo era contar algo que alguien no quiere que se sepa, el periodismo ahora es contar algo que muchos no quieren saber. Lo que el público demanda es aquello que les hemos enseñado a demandar: amoríos de futbolistas, perros que saltan por la ventana u otras basuras por el estilo. Lo que debemos hacer los periodistas es responder a nuestra formación y a nuestras ideas y ofrecer el mejor periodismo que podamos y después el público aprenderá a apreciarlo o no y moriremos con eso.

-¿Se deben combatir las ‘fake news’? ¿Cómo puede ganarse esa guerra?

Los medios han perdido el monopolio de la información frente a las redes sociales. Ahora están buscando espacios nuevos que las redes no hayan llenado. Si la actualidad circula mejor en Twitter o Facebook, lo que hay que encontrar es otras cosas, y esas son básicamente tres: el relato, el análisis y la investigación. Y hay que tener una formación, ciertos conocimientos, que no pueden suceder espontáneamente en las redes. Y creo que en eso se están centrando los medios últimamente. Nadie compra el diario para enterarse de la noticia que se enteró a las tres de la tarde del día anterior. Por eso, los diarios, las revistas, la web buscan esas otras formas de seguir funcionando. La crónica es una de ellas porque es un relato bien contado sobre una situación, que requiere trabajo, información, tiempo, etcétera. Y lo mismo pasa con los análisis, poner en contexto aquello que la actualidad te dice. Una cosa es que te diga que renunció tal presidente, pero no sabes qué significa esa renuncia. Y después está esta tercera, la gente que se toma tiempo y esfuerzo para encontrar ciertas cosas que otros tratan de ocultar, el periodismo más clásico de investigación.

-¿Por qué América Latina es una tierra fértil para las historias?

Porque uno está más cerca y puede entender mejor las historias nuestras. Acá tenemos algo que nos parece normal, pero que es perfectamente anormal, que es un idioma común. En ningún lugar del mundo hay un continente donde uno pueda trabajar en el mismo idioma por todos lados. Pero no creo que tenga más historias que cualquier otra parte. Creo que hay más personas dispuestas a contar las historias que son suyas o de otro, pero como si fueran suyas.

-¿Cuál es el principal objetivo en el taller de libros periodísticos que dicta para la Fundación Nuevo Periodismo?

Me gusta mucho dictar ese taller. Si hablamos de libros unitarios, no compilaciones de crónicas, sino que tenga un tema, el reto es encontrar la estructura que permita contar todos los puntos necesarios sin caer en la confusión ni en el tedio. Es lo que más hacemos en el taller de la fundación. Encontrar la estructura más adecuada de cada uno de los proyectos. Escribir un libro es una situación solitaria y la oportunidad de discutir y compartir con otras personas que están en la misma situación de uno ayuda mucho y el tema básico es encontrar la estructura. Y claro, hay que llenar esa estructura, hay que investigar y escribir. Pero lo básico es hallar esa estructura.

-Si un periodista es un curioso profesional, ¿qué aburre a Martín Caparrós?

Yo no debería decir esto, pero el tema de las charlas me tiene un poco aburrido. Me la paso tanto mejor en otras cosas. Por ejemplo, estuve trabajando en Guatemala hace poco y lo disfruté mucho. Me siento más vivo haciendo eso. También hay amigos que te proponen que vayas a tal lado a hablar y no puedes decir que no. O hay alguna gente que tiene la confusión de pensar que le interesa lo que yo diga, entonces sería un poco grosero negarme. Pero cada vez más me convenzo de que lo que me gusta es trabajar y mirar y hacer periodismo.

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