Floyd Mayweather y Conor McGregor.El joven luchador, 29, y el veterano boxeador, 40, en un tramo del insultante careo promocional. (Foto: AP)
Floyd Mayweather y Conor McGregor.El joven luchador, 29, y el veterano boxeador, 40, en un tramo del insultante careo promocional. (Foto: AP)
Jaime Bedoya

El box es pariente cercano de la pornografía: es real, es voyerista, es perturbador. Incurre en la perfecta incorrección contemporánea al presentar sin maquillaje social algo que sucede todos los días bajo corteses normas, el enfrentamiento entre dos personas. Sobre un ring, con guantes y ante público, es cuando hiere al alma sensible.

Tal como la pornografía impresa el box ha pasado de moda. Demasiadas reglas, poca violencia. Involucra además tradición y ciencia para las que los millennials no tienen hábito. Qué flojera explicarles de la pureza biomecánica de Sugar Ray Robinson o de la polisemia atlética de Muhammad Ali. Por no abundar en el punto de encuentro con la literatura, el cultivo del dolor en aras de su transformación en valor opuesto. Morir en el gimnasio para reinar sobre el ring. O sufrir para crear. El nuevo contendiente, joven e hiperagresivo, son las Artes Marciales Mixtas agrupadas en su poderosa transnacional del entretenimiento doloroso, la Ultimate Fight Championship, la nueva fe del golpe seguro.

—El club de la pelea—

El legendario Bruce Lee, en su afán de encontrar el arte marcial superior, inventó el suyo propio, el jeet kune do. Retó a karatecas, judocas y kungfunistas a derrotar su creación. He ahí la génesis de las artes marciales mixtas. En los 80, los brasileños Gracie llevaron a EE.UU. el concepto del Vale Todo, pagando recompensas de US$100 mil a quien pudiera derrotarlos. Poco después nacía la Ultimate Fight Championship bajo el lema contestatario y falaz: ¡No hay reglas! (las hay, no morder, no sacar ojos, entre otras). Una lubricante inversión de dos millones de dólares logró la validación de la Comisión Atlética de Nevada. El otro factor de su éxito fue apoyar el negocio en la supresión del intermediario, el pay per view. En el año 2006 el ppv de la UFC dejó atrás a las audiencias del boxeo, un deporte de fonavistas nostálgicos de los balbuceos itálicos de Stallone como Rocky Balboa.

—¿La pelea del milenio?—
Juntar sobre un ring de box y bajo reglas de box a un maestro veterano del boxeo con la emergente y bombástica estrella de la UFC debe ser considerado un esperpento muy lucrativo. Son ciencias y culturas distintas (1). La primera se basa en honrar reglas, camaradería y principios plásticos, la segunda –violencia mediante– va directamente al botín de la pelea. Se trata de entretenimiento antes que deporte, con el agregado que cuesta trabajo determinar cuál de los dos adversarios es menos reprobable.

Floyd Mayweather Jr. entrenando. (Foto: AP)
Floyd Mayweather Jr. entrenando. (Foto: AP)

El irlandés ha cumplido 25 horas de servicio comunitario por inconducta deportiva, mientras que el boxeador millonario ha sufrido pena de cárcel por violencia doméstica. Entre los emprendimientos de está el rubro de los strip clubs, siendo dueño de una cadena de tautológico nombre: The Girl Collection. También colecciona autos.

—Comparando gladiadores—

Mayweather es considerado en el box como el maestro de la más alta recompensa bajo el menor riesgo posible. Es un especulador del boxeo, maestro del juego de piernas y del contragolpe. Eso explica su récord de 40 victorias (26 por nocaut) y 0 derrotas con la cara intacta a sus 40 años y un valor neto estimado en US$340 millones en el 2016. Su apodo, Money, se explica solo. Sale del retiro solo ante una posibilidad comercial obsecana: Ganar una fortuna frente a un aprendiz.

es un nativo de Crumlin, Dublín, que empezó a hacer box de niño para defenderse del acoso. Lo suyo inicialmente era el fútbol. Rápidamente se desentendió del box cuando, señal de los tiempos, empezó a ver por cable ese fascinante despliegue de violencia y sangre que eran las Artes Marciales Mixtas. A sus 29 años McGregor tiene dos títulos de la UFC en distintas categorías y un récord de 21 victorias y 3 derrotas (todas por sumisión). Su récord boxístico es 0-0.
Al irlandés se le reconoce pegada noqueadora y rapidez, además de once años de diferencia a su favor. Igual, para Mayweather puede ser la oportunidad más fácil de ganar millones por apenas 36 minutos, o menos, de trabajo. McGregor, seducido por la glorificación porno del dinero, durante la gira se paseó vistiendo un abrigo de oso polar, especie en extinción. El chico de Dublín como nuevo rico de la vulgaridad global.

Conor McGregor. (Foto: AFP)
Conor McGregor. (Foto: AFP)

—Testimonio de parte—

Una de las dos personas que más sabe de box en el Perú es Juan Carlos Ortecho, gerente de Comunicaciones de Universitario de Deportes. De madre cubana, mamó de niño en La Habana la tradición oral boxística de la isla, que luego alimentó durante los ochenta cuando su juventud, que aún pende de un hilo, coincidió con leyendas icónicas del cuadrilátero: entre todos, su boxeador más querido fue Alexis Arguello.

Ortecho atesora del box su gran metáfora de la supervivencia y que acepte el ejercicio de la violencia humana bajo reglas. A pesar de ello no ve en la pelea Mayweather versus McGregor la esperanza de una fusión entre tribus opuestas. Él ve más bien un balazo en la sien: están tratando de llevar para su corral gente que no entiende lo que es el boxeo ni tienen respeto por la cultura boxística. - A mí ni siquiera me interesa saber quién es ese McGregor. Debe ser una negación de mi parte.

Ortecho recuerda a Alexis Arguello. Se remonta a una pelea de Aaron Pryor, 1982, con un retador japonés, olvidable, Akio Kameda. Arguello estaba como comentarista al lado del ring. Pryor empezó a increparlo: - ¡Contigo quiero pelear! ¡A ti te voy a matar!
Arguello, manejando impecable compostura, subió al ring, le ofreció la diestra y le dijo:

- Aaron, es usted un gran campeón. Será un honor agarrarme a puñetes con usted.

Cuatro meses después Pryor destrozó a Arguello sobre el ring por KO técnico en el decimocuarto round. Ortecho lo odió con la intensidad de sus 13 años.

—Una lección en el Graziano’s—

Más de una década después, Ortecho hizo la peregrinación hasta Canastota, Nueva York, tierra del Salón de la Fama del Boxeo. Era sábado por la noche y estaba donde todo fanático del boxeo quería estar, el mítico bar Graziano’s, propiedad del ex campeón medio completo Carmen Basilio. Ahí es donde se reunía informalmente la realeza del boxeo antes de la inducción al Salón de la Fama. Estaban Sugar Ray Leonard, Leo Spinks, Arguello y el odiado Pryor, entre otros grandes.

“Dempsey y Firpo”, 1923, cuadro de George Bellows que retrata cómo el argentino hizo volar del ring al norteamericano. Dempsey ganó la pelea por KO en el segundo round.
“Dempsey y Firpo”, 1923, cuadro de George Bellows que retrata cómo el argentino hizo volar del ring al norteamericano. Dempsey ganó la pelea por KO en el segundo round.

El Graziano’s es un lugar donde resulta sensato no buscarle pelea a alguien. Al cabo de tres o cuatro vodka tonics, Ortecho se acercó a Pryor y le dijo: “Sabes, yo a ti te odié por lo que le hiciste a ese gran caballero que es Alexis Arguello”. Tenso silencio.

Pryor, campeón mundial superligero conocido como El Halcón, pudo haber sacado ante el peruano su golpe rúbrica, el Molino de Viento. Lo que mostró fue una sonrisa. Es más, señalando a Alexis Arguello a pocos metros de él, le dijo: ¡Alex, mi hermano! El nicaragüense, a la distancia, devolvía el saludo con calidez infalsificable.

Para quien como Ortecho tenía impresos esos catorce rounds de inmisericorde demolición de Arguello a manos de Pryor, el momento era religioso. Es el rito básico del box: reconocerte en el adversario. La pelea es siempre contra uno mismo.

( 1 ) Pierce Egan, periodista británico de 1880, fue quien rebautizó al box como “la dulce ciencia del aporreamiento”. Aquí se origina el apodo azucarado de púgiles como Sugar Ray Leonard.

Contenido sugerido

Contenido GEC