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Miguel Ángel Asturias Amado
Carlos Batalla

Desde el hall de un hotel sanborjino confiesa que ser homónimo de su famoso padre la ha traído algunos inconvenientes, pero estudiar ingeniería le salvó de la comparación. "Mi padre me dejó estudiar lo que quise", dice Miguel Ángel hijo, quien vivió en distintas etapas de su niñez y juventud con su padre, tanto en Guatemala como en Argentina.

En tierras gauchas el escritor recaló por razones profesionales o políticas. En esos tiempos, este hijo pudo disfrutar de un ambiente rodeado de artistas y libros, y enriquecido con la sensibilidad artística que su padre les inculcó a él y a su hermano mayor, Rodrigo, fallecido en el 2005.

Rodrigo Asturias justamente fue el dolor de cabeza del Nobel guatemalteco, ya que se dedicó en su juventud a los trajines de un revolucionario, cuya vida pendía de un hilo en el monte, en donde deambuló por 30 años. "Mi padre lo quería mucho, era su primogénito y era el predestinado a seguir sus pasos pues era un intelectual y un gran lector", indica.

"Nuestra vida fue azarosa. Tanto Rodrigo como yo fuimos hijos de su primer matrimonio. Se casó en 1939 y se separó de mi madre en 1947. Fue un matrimonio breve, pero muy importante en su vida". Miguel Ángel hijo cuenta que en 1962 su padre dejó Argentina ante la caída del presidente Arturo Frondizi y marchó a Francia hasta su muerte. El tiempo que dejaron de verse nunca dejaron de escribirse cartas semanalmente.

Este hijo sobreviviente y orgulloso de su padre fue el único quien lo acompañó a Suecia para recibir el premio Nobel de Literatura, en tiempos en Asturias era embajador de su país en Francia. "Era un padre muy dulce, tierno, una persona que se interesaba en nuestras cosas. Él nos enseñó la sencillez y sensibilidad ante las injusticias, además de un gran amor a Guatemala".

La imagen paterna que guarda en su memoria es sólida como un roble, pese a los exilios de este, a la separación con su madre y al dolor que le causó la aventura guerrillera del hijo mayor. Asturias no aprobó nunca la lucha armada que impulsaba Rodrigo. Así de tajante y claro es Miguel Ángel hijo: "Él consideraba que ese camino iba a llevar a un derramamiento de sangre inútil".

EL BOOM LATINOAMERICANO Y EL PERIODISMO
Miguel Ángel Asturias Amado contestó la pregunta que hubiese querido hacerle a su padre: ¿Qué pensaba del boom de la novela latinoamericana, cómo veía la agresiva confrontación de los escritores del boom que rechazaban los aportes de la anterior generación? "Mi padre no demostraba demasiado interés en eso, era una persona muy reservada y respetuosa, pero sabía lo que su generación aportó, con escritores como Jorge Amado, Juan Rulfo y Alejo Carpentier", dijo.

"Hubo algunos problemas entre mi padre y García Márquez, mayormente por asuntos de celos literarios. Lo que sí me consta es que cuando falleció, gente que estuvo muy cerca de García Márquez dijo: 'Murió el maestro', reconociendo que Miguel Ángel Asturias le había abierto el camino a Europa a la literatura latinoamericana", aclaró el hijo.

Pero Asturias, el gran novelista y ensayista, el sensible pensador y poeta, tuvo una pasión que muchos olvidan o desconocen: el periodismo. Su hijo lo reconoce y reivindica como un alto valor en la integridad intelectual del Nobel centroamericano.

"Mi padre fue periodista y respetó mucho esa profesión. Era representante de 'El Imparcial' de Guatemala, y mandaba artículos semanales cuando estaba exiliado en Argentina a 'El Nacional' de Caracas". Recuerda Miguel Ángel que le gustaba la radio. "Trabajó de comentarista en un programa que se llamaba 'Diario del aire'", señaló el único hijo vivo del insigne guatemalteco.

"Nunca le negó una entrevista a un periodista, ni antes ni después del Nobel. Nunca cobró nada por una entrevista y siempre estaba dispuesto para la prensa", sentenció, tras precisar que por ello él también respeta el oficio periodístico.

Ese legado lo sintetiza bien Miguel Ángel al contar que, cuando su padre falleció el 9 de junio de 1974, hacia el mediodía, "esa misma noche fui a un programa que me citó. Y fui, por amor a él, para recordarlo como periodista", redondeó la historia.

LOS RESTOS DE UN NOBEL
En la portada de El Comercio del 10 de junio de 1974, al día siguiente de la muerte del escritor en Madrid (España), los cables indicaban que, según fuentes diplomáticas, el propio escritor había pedido que sus restos fueran enterrados en Francia. ¿Eso fue verdad, él no quiso enterrarse en Guatemala?, pregunté.

"No, la decisión fue mía. Lo he aclarado muchas veces en Guatemala. Mi padre vivió más de la mitad de su vida fuera de su país, sea por exilios políticos o por razones personales. Pero vivió añorando Guatemala. Era un guatemalteco de raíz. Sufrió mucho el no poder regresar. Otra cosa, él nunca hablaba de su muerte y vivió bien hasta 1966 en que se le detectó un cáncer al intestino".

Cuando parecía curado, a los seis meses Asturias debió regresar a una clínica en Madrid, donde estaba de paso. De allí no saldría más. Duró 20 días, el cáncer tenía tomado casi todo el cuerpo, afirmó Migue Ángel hijo. "Estaba muy cambiado, muy delgado… Entonces la decisión de qué hacer con sus restos la fui yo madurando, a partir no de lo que yo quería, sino de lo que él hubiera querido", dijo el heredero de Asturias.

La España de Franco le ofreció un lugar, pero lo rechazó; y luego Guatemala, a donde su padre, con un hijo en la guerrilla y la violencia social al máximo, no iba a volver de ninguna manera. "Entonces anuncié públicamente que mi padre no volvía a Guatemala por una decisión mía. Me quedó Francia, un país importante para él y donde decidió vivir, allí estaba su casa. Hablé con el gobierno francés y me dieron un lugar en el Cementerio del Père-Lachaise, en París".

EL LEGADO ASTURIANO
El hijo del escritor reclama que en Guatemala no guardan culto a su único premio Nobel de Literatura. Y lo lamenta más que lo reclama. Ese es el motivo por el que ahora se dedica a difundir su imagen, a volver a hablar de su vida y obra. "Lamentablemente, los gobiernos guatemaltecos no han tenido el orgullo de contar con un premio Nobel. Al contrario, no lo leen como debería hacerse, ya sea por el analfabetismo que tenemos o porque mi padre fue censurado en su propio país", dijo.

Por ello el pueblo guatemalteco ha ido olvidando a su escritor. Para empezar de nuevo, Miguel Ángel hijo creó una fundación en Guatemala. "La idea es hacer museos y promover ciclos de lecturas con nuevas ediciones de sus libros", cuenta con esperanza el ingeniero Asturias, aunque frunce el ceño cuando recuerda que en su país hasta se han escrito libros para atacar personalmente a su padre.

Miguel Ángel Asturias Amado, que tanto se parece a su padre, me estrecha la mano como quizás hubiera hecho el Nobel. Mucho de ese gran guatemalteco se trasluce en este hombre de 77 años de edad.

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