En 1998, Mónica Cabrejos desafió al mundo con la desnudez de su cuerpo expuesta en un calendario. Más de dos décadas después vuelve a hacerlo, pero esta vez con sus ideas, a través de “Mujer pública”, un libro de editorial Planeta. Trece capítulos que resumen pasajes íntimos de la vida de la presentadora de “Al sexto día”. Una publicación de 157 páginas en las que expone su alma, su corazón y sus cicatrices.
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“No ha sido fácil escribir ni publicar este libro. En 2018 firmé contrato con Planeta y empecé a escribirlo. Un año después lo terminé, pero no lo lancé porque no me sentía preparada, tenía temor de la reacción de la gente, de que pase lo que está pasando, pues siempre vas a encontrar personas que no están de acuerdo o que quieren callarte. Este año tomé la decisión de hacerlo después de hablar con alguien que me hizo ver que no tenía por qué tener miedo y le agregué el capítulo de la violación”, narra Cabrejos Vasallo.
—¿Qué te impulsó a escribir este libro? ¿Cuál es el objetivo?
La idea no es pelearme con los hombres, no es decir que todos son malos... es ponerle nombre a lo que pasa y eso no se le puede negar a nadie. Ese es mi derecho como persona, como mujer, a expresarme. Y si a alguien no le gusta lo que digo en el libro, que no lo compre, pero nadie me puede callar. La gente está hablando que mi objetivo es vender, y no es así. Voy a ganar solamente el 10% por tapa y todas las ganancias que recaude de este libro las voy a donar a una institución que apoya a mujeres violentadas. Desde que salió a la venta (hace una semana) me han escrito 20 mujeres que han vivido una situación similar a la mía con el tema de la droga viola fácil (GHB). Denunciaron y el examen toxicológico de la policía salió negativo. No sabían qué sustancia les habían dado. Ahora saben de qué se trata.
—En el segundo capítulo del libro comentas que tuviste una infancia difícil y que los errores que cometió tu mamá te sirvieron entre otras cosas a ser una “guerrera capaz de pelear cualquier batalla”. ¿Cuál fue la batalla más dura que pelaste?
Sin duda el episodio de la violación, ocurrido el año pasado, ha sido una experiencia que no se la deseo a nadie. Cuando desperté supe que algo me había pasado, pero no sabía qué. Durante las 24 horas que permanecí en la casa con mi atacante, tomé una muestra de orina en un frasco de café y busqué siete veces los tachos de basura de la casa tratando de encontrar alguna evidencia: droga, un profiláctico.... A llegar a Lima fui a un laboratorio, pero se negaron a recibirme la muestra de orina que llevé, me dijeron que debían cerciorarse de que era mía, debía ser tomada por ellos. Dos días después regresé por el resultado y este fue el golpe más fuerte que he recibido en mi vida. Salió negativo porque esa droga solo dura seis horas en el cuerpo.
—¿Por qué no denunciaste el hecho en la comisaría?
No podía hacer absolutamente nada porque no tenía pruebas. Tenía la esperanza de que esa muestra de orina sirva como prueba, pero no fue así, y hasta ahora no tengo nada.
—Por la descripción que haces de tu agresor en el libro, algunos sindican a Luis ‘Papelito’ Cáceres como el responsable.
Si una fiscalía hace una investigación de oficio, yo estoy dispuesta a decir el nombre de la persona. Sería una gran lección, no solamente para mí, sino para todas las mujeres.
—Siendo una niña tuviste que lidiar con un depredador sexual en tu propia casa: tu padre. ¿Por qué tu mamá no lo denunció cuando abusó de tu prima? ¿Por qué no le cerró las puertas?
Mi mamá tenía miedo a sus amenazas. Cuando ella le decía que quería trabajar, él le amenazaba con llevarnos a mi hermana y a mí. Y en realidad no hubiese podido hacerlo porque nunca nos firmó, no era nuestro padre legal. Al final mi mamá se dio cuenta de su error y su mayor esfuerzo lo puso en que yo no me equivoque.
—¿Volviste a ver a tu padre después de ese encuentro casual en la calle que narras en el libro?
Después de eso lo llamé para hablar de un asunto familiar que creía podía resolver. Yo tenía unos 27 años. Me dijo: “Eras muy observadora, solo mirabas de lejos”. Todos los depredadores saben cuando su víctima los descubre. Vivir con el depredador es pan de cada día para miles de hombres y mujeres que prefieren callar por vergüenza.
—¿Es verdad que la primera vez que hiciste un semidesnudo fue para pagar el ataúd de tu mamá?
Qué opción tenía porque, además, estaba endeudada hasta el siguiente año. Vivía de adelantos. La muerte de mi mamá me cambió la vida para siempre. A ella no la mató el cáncer, la mató el exceso de indiferencia y la falta de recursos económicos para costear su enfermedad. No podía llevarla a una clínica porque ganaba sueldo mínimo. Eso me llenó de ira. Estaba molesta, fue un golpe muy duro, vi de cerca lo inhumano que puede ser el mundo, tenía cólera, me peleé con Dios..., atrevida yo. Perder a mi madre de esa manera me parecía injusto, estaba muy molesta, quería desafiar al mundo.
—¿Y lo desafiaste en 1998 lanzando un calendario con fotos desnuda?
Y lo sigo desafiando, creo que es una característica de personalidad también porque hay otra forma de afrontar el duelo y creo que eso tiene que ver con lo que llevas dentro. Eso es parte de lo que soy. Mi mamá era así.
—Cuentas en tu libro que luego de esa osadía te etiquetaron y desde entonces cargas un peso que nunca se aligeró.
Nunca voy a dejar de cargar ese peso y soy consciente de eso. El Perú no está preparado para convivir con mujeres que son libres de verdad. Pero si seguimos callando el sistema no va a cambiar. Otras artistas han escrito libros para denunciar temas de violencia sexual y les han creído de lleno. Por ejemplo, nadie puso en tela de juicio la agresión que sufrió Emilia Drago, alguien a quien quiero mucho. Sobre mi historia han dicho que es mentira, que no sucedió.
—¿Cuánto ganaste por ese calendario?
No recibí ninguna ganancia porque no hice un contrato, solo buscaba molestar, protestar. Muchas de las cosas que he hecho en mi carrera no han sido para beneficiarme económicamente.
—¿Te arrepientes de haberlo hecho?
No es que me arrepienta, pero ahora, a mis 46 años, no lo haría porque siento que no fue una protesta en realidad. Cuándo has visto que el cuerpo de una mujer desnuda es una protesta, en el Perú si una mujer se desnuda es una p.... Es un peso pesado que lo utilizan para desacreditarme profesionalmente, pero con mis actos he podido desmentir todo lo que han dicho de mí. Todo lo que tengo en mi vida lo he ganado a pulso, me he sacado el ancho trabajando.
—¿Cuál es el principal problema que afrontan las mujeres que han pasado por abuso y violencia?
El silencio y que no te crean. Esta última parte la viví durante catorce meses. Que me digan directamente: “Para qué fuiste a ese lugar”, “tú sabías para qué ibas”, entre otras cosas. El miedo a que me señalen ya no me importa, lo que más me interesa y me satisface es que se esté hablando de cosas que no se hablaban, como de acoso sexual, abuso de poder en el trabajo, drogas en citas y violaciones sexuales. He puesto temas importantes sobre la mesa.
—Cuando haces referencia al acoso laboral que sufriste en un programa de TV, mencionas las palabras enemigos, íntimos y públicos. Fue en el programa “Enemigos Íntimos”?
Digo que eran mis enemigos muy públicos e íntimos porque estaban muy cerca a mí.
—¿Es Martín Arredondo el productor al que señalas como tu acosador?
No pongo ningún nombre porque el libro no trata de señalar a nadie sino de contar las situaciones en las que una mujer está inmersa. Qué importa si se llama Juancito o Periquito, lo que importa es que se visibilice una problemática.
—¿Después de ese episodio, te costó volver a la TV?
Me costó mucho porque supuestamente me botaron porque era muy conflictiva. Así se les dice a las mujeres que no aceptan tener sexo con el productor. Honestamente, no sabía en ese momento cómo afrontarlo. Igual no iba a continuar porque no soportaba más la situación. No siento que me frustró, siento que me enseñó, pero las pruebas están apareciendo por ahí, todo está saliendo a la luz.
—¿El Miss Perú fue un sueño frustrado?
El único sueño que tenía era conseguir dinero, la corona no me importaba. Estaba desmoralizada porque había tenido que dejar el colegio, estaba muy flaquita, comía poco, y la vida para mí era una constante lucha. Vi el concurso como una posibilidad de ganar dinero o algún canje de ropa.
—¿Fue frustrante que no te negaran dar el segundo paso?
El segundo paso lo di cuando le di la patada a ese fotógrafo que me tocó mis partes íntimas. Mi reacción fue la correcta, pues no tenía por qué aguantar, aunque nunca imaginé que eso me iba a condenar a no tener siquiera la oportunidad de concursar.
—¿Quién ganó ese año el concurso?
No sé, no me acuerdo. Mi intención no es señalar a alguien, cuento esta historia con el ánimo de remecer los estereotipos de las reinas de belleza y esa hipócrita y falsa imagen que tienen que tener las reinas. Si tuvieran otra visión, me hubiesen dejado en el concurso por ser una mujer de una belleza integral, fuerte y valiente.
—¿Es cierto que tu primer libro “Ni puta ni santa” fue vetado por el titular?
Es verdad, no lo recibieron en ninguna librería. Cuando un hombre escribe y pone la palabra p... en el título de su libro, es válido; pero si una mujer lo hace, es vulgar.
—Antes de “Ni puta ni santa”, escribiste un texto sobre amores y desamores de más de 600 páginas narrado en autoficción. ¿Piensas publicarlo?
No, porque han pasado muchos años, ahora tengo una visión diferente, otra mentalidad. Fue un primer ensayo, estaba probándome como escritora. Se lo di a leer a varias personas del mundo editorial y lo entendían como una insinuación. Hay muchas cosas sobre las que escribí y que ahora no escribiría.
—¿Sobre qué temas no escribirías ahora?
Por ejemplo darle demasiado énfasis a las relaciones esporádicas. Para hablar de sexualidad, hablaba de sexo y no era necesario. Hubiese podido plantear otro escenario para hablar de lo mismo.
—En tu libro cuentas que a través de una aplicación de citas conociste a Daniel, un español, con quien tuviste sexo de sumisión, que sin darte cuenta pasó de las nalgadas y quemaduras en la piel a golpes tan fuertes en el rostro que terminaste en el médico porque tu mandíbula inferior salió de su posición normal. Te sometiste voluntariamente a la violencia. ¿Qué lección te dejo esa experiencia?
Ese es el porno rosa que nos han vendido en los últimos años sobre la sexualidad femenina que está disfrazado del machismo duro porque yo no he leído en ningún libro de literatura erótica que el hombre sea el sometido, salvo en el Marqués de Sade. Es un cuento chino que nos han vendido, porque sí es violencia, es una sumisión disfrazada. Esa experiencia me enseñó a que debo de dejar de leer cojudeces que puedan ocasionar en mí una curiosidad insana.
—¿Durante esos encuentros amorosos violentos, en algún momento sentiste que tu vida corría peligro?
No, porque sabía cómo era. Cuando decidí terminar, alejarme, él no aceptó. Estaba más fijado, qué tendría en la cabeza.
—En el libro cuentas que recibiste seis propuestas de matrimonio. ¿Por qué ninguna se concretó? ¿Crees en el matrimonio?
La verdad es que no quiero casarme y creo que nunca he querido, porque viene cargada de una obligatoriedad. Todos tenemos que ser felices y vivir de la misma manera y siento que no es así. A mí, por ejemplo. No me calza dormir con alguien el resto de mi vida, siento que me roban mi espacio. No creo en el matrimonio ni en las bodas.
—¿Tampoco crees en el amor?
Dejé de perseguirlo hace más de tres años porque siento que estoy mejor sola, me va mejor así, produzco más, estoy más tranquila. La convivencia me genera ansiedad.
—En uno de los últimos capítulos del libro compartiste tu dolorosa experiencia con el aborto...
Y es más dolorosa todavía en un país como el nuestro, en el que el aborto terapéutico es un saludo a la bandera porque todos los médicos se mueren de miedo de realizarlo y hacen pasar a las mujeres por situaciones que son realmente dolorosas física y espiritualmente. A mí me pasó. He resistido y decidido muchas veces qué hacer con mi cuerpo, por tanto todo lo que suceda con él debe ser mi voluntad y mi elección.
—¿Y sigues resistiendo?
Lo sigo haciendo para evitar caer en la visión social tan reduccionista de la feminidad. Resistir significa que tienes que hacer respetar tus derechos y tienes que decidir sobre ti porque cuanto más decidas sobre ti, los otros tienen menos poder. Y cuando digo otros, me refiero al sistema, a los machistas, a las y los misóginos que esperan reducirte por tus decisiones. Mientras más resistas más libre vas a ser. Es el único camino, no hay otro.