La primera pregunta es ingenua: ¿El premio Cervantes le cambia la vida a un escritor? Para Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) por supuesto los premios son muy buenos para la autoestima, pero entrañan el peligro de distraerte de la escritura: "Te puede quedar la sensación del deber cumplido y entonces pasas a administrar lo que tienes. Y eso es peligroso", aclara. Sin embargo, no solo el premio ha sacado al escritor de su estudio, sino la crisis política en su país. Precisamente por ello tuvo que cancelar todos los compromisos surgidos del premio, algunos que recién empieza a retomar. Por ello, asiste al Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado hasta el sábado en la ciudad argentina de Córdoba, y en julio próximo, viene a Lima a participar de nuestra Feria Internacional del Libro, donde tiene agendado un diálogo con el Premio Nobel francés Jean Marie Le Clézio.
La siguiente pregunta intentará ser menos inocente: ¿El premio Cervantes le ha servido de blindaje para su seguridad personal, en medio de las tensas relaciones con el gobierno de Daniel Ortega? Como señala una de las figuras más claras de la oposición en su país, puede que el régimen no quisiera verse comprometido tratando de reprimirlo directamente, pero –aclara- "con Ortega no hay límites ni lógica". "Cualquiera diría que no iba a tocar a Carlos Fernando Chamorro por su valía y la tradición periodística que tiene su familia. Y, sin embargo, tuvo que salir al exilio por la persecución. Le cerraron sus medios militarmente, le cancelaron su programa de televisión y tuvo que irse a Costa Rica. No hay ninguna seguridad en mi país", lamenta.
Toda la atención de los medios está puesta en la dictadura en Venezuela. ¿Cree que nos hemos olvidado de Nicaragua?Sí se habla, pero un poco menos. Venezuela es el gran caso. El tema de Nicaragua está allí, presente, lo estuvo más cuando se dio la gran represión con tantos asesinados. El país tiene ahora más de 800 presos políticos y 50 mil exiliados. Se supone que se ha logrado un acuerdo entre el gobierno y la oposición para liberar a los presos políticos y facilitar el regreso de los exiliados, pero yo no tengo ninguna confianza hasta que no lo vea realizado.
Hablemos del Congreso de la Lengua. Usted ha sido uno de los autores más citados entre los expositores al compartir una idea muy fuerte: que el español es una lengua "contaminada" y "viral". ¿No todas las lenguas tienen esas cualidades?
El español es un idioma expansivo. Basta ver lo que ocurre en la frontera de México con los Estados Unidos. El trasiego de miles de migrantes centroamericanos y mexicanos, el ambiente turbio y clandestino en que se da, con muerte y crímenes, con campamentos de niños y familias divididas. Ese drama, es también el de la lengua. El francés, el italiano, no son lenguas expansivas, son lenguas aceptadas. Por lo tanto, el español tiene esta característica dinámica, que al caminar se transforma. Este carácter de idioma revuelto lo tuvo en el Río de la Plata, en tiempos de las grandes inmigraciones a inicios del siglo pasado, con italianos, portugueses, gallegos transformando la lengua. Ahora lo mismo sucede en la frontera con los Estados Unidos. Se está creando un idioma con características distintas del que se puede hablar en Perú. Eso diferencia al español de las otras lenguas: la contaminación al estar en movimiento.
¿Qué idiomas cree usted carecen de la pasión que se genera dentro de un Congreso de Lengua Española?
Desde el punto de vista literario siempre me ha inquietado las lenguas congeladas, pequeñas, encerradas en sus fronteras. Mira los casos de escritores como el checo Milán Kundera o el húngaro Sándor Márai: cuando fueron prohibidos en sus países, fue prácticamente como si les hubiesen cortado la lengua. Márai escribía en húngaro, lengua que no tiene conexiones. Atraviesas la frontera del país y desapareciste como escritor. Eso lo llevó a Milán Kundera a escribir en francés, una lengua universal, mientras el checo se hablaba solo en la mitad del país en el que nació: Checoslovaquia. En cambio, una lengua de una extensión territorial tan grande como el español, hablada en territorios tan distintos y separados, siempre es la misma. Yo no veo otra lengua con estas características.
¿El inglés, por ejemplo?
Es distinto. Es la lengua de la globalización. Siempre fue la lengua de los pilotos de aviación, todos los códigos de despegue y aterrizaje de los aviones están en inglés. Es otro tipo de carácter invasivo. Es la lengua de los negocios, de la tecnología digital.
¿Es un despropósito comparar al español con la lengua de los bárbaros frente al imperio?
Visto en la perspectiva histórica no. Los bárbaros terminaron acabando con el latín. Una mezcla de los idiomas bárbaros con el latín dio origen a nuevas lenguas, desde el español al alemán. ¿Esto supondría pensar en una disolución del imperio actual y que el español llegara a ser un componente de una nueva disolución lingüística? No lo creo.
Este congreso ha tenido muchas intervenciones que han apostado por una revisión histórica. ¿La Academia busca limpiar la leyenda negra asociada a la conquista? ¿Debemos sacudirnos la necesidad de ir exigiendo disculpas como pide el presidente mexicano López Obrador?
Lo que salva ese fenómeno del maniqueísmo, del blanco y negro, es la lengua. Lo decía Neruda en su libro de memorias “Confieso que he vivido”: “Se llevaron el oro, nos dejaron la lengua”. La otra posición es muy romántica. Lo cierto es que las lenguas indígenas no eran universales, y muchas eran lenguas de dominación. Los aztecas eran un imperio brutal, su dinámica espiritual se basaba en ejecuciones y sacrificios humanos. Cuando llegaron, borraron todos los archivos previos porque querían comenzar a escribir la historia a partir de ellos. Esa falsificación de la historia la vemos en todos los regímenes absolutistas. Pero el azteca fue un imperio con una debilidad: su lengua era bárbara, y por ello adoptaron la lengua mexica, el Náhuatl, la lengua del comercio, la lengua franca de toda Mesoamérica. ¡Como hicieron los romanos con el griego! El griego era el idioma culto, los documentos del imperio romano no se escribían en latín, sino en griego, la lengua del conquistado. Sabemos que la conquista fue brutal, pues los españoles dominaban una tecnología de guerra mucho más avanzada en base a la pólvora y las armas de fuego. Por eso, lo que brilla en medio de la oscuridad de la historia es la lengua.
Desde el Rey hasta el último conferencista, se dijo que no fue en la colonia donde se entronizó la lengua castellana, sino en los últimos 200 años de repúblicas latinoamericanas. Paradójicamente, como señaló Vargas Llosa, es en estos años donde también hubo terribles exterminios y explotación de poblaciones indígenas.
Mario decía que la independencia la hicieron los criollos. Yo apuntaría más directamente, diciendo que la independencia la hicieron los mestizos de triple sangre. Aquellos que venían de españoles, indígenas y negros. El aporte negro se suele olvidar bastante. Y por eso, se da este proceso de blanqueo de la historia.
Vargas Llosa sorprendió a todo el mundo el día de la inauguración al confirmar que Arequipa sería la sede del Congreso de la Lengua del 2022.
(Ríe) El día que nos vimos en la presentación de “Rayuela” de Cortázar, Vargas Llosa me dijo que ya estaban celebrando en Arequipa. Yo la encuentro una ciudad perfecta. Una ciudad turística, preparada para recibir al gentío del congreso. Tiene ese ambiente recoleto ideal para la reflexión. El Congreso de la Lengua no es un espectáculo hacia afuera, como puede serlo el Hay Festival, que cuenta en Arequipa con un enorme público.
¿Qué temas cree que serán los que se aborden en un Congreso de la Lengua organizado en el Perú?
Difícil saberlo. Hace tres años, no calculaba que en un Congreso de la Lengua nos íbamos a estar ocupando de temas tan fascinantes como el del lenguaje sintético. Cómo enfrentarnos al lenguaje de las máquinas. El ritmo de los avances es exponencial, y la robótica, la inteligencia artificial, estarán cada vez más presentes en el panorama. Otro tema es el lenguaje de género, el llamado lenguaje “Inclusivo”. Allí tengo yo más dudas. El lenguaje se establece en la calle y los términos que la gente asume de uso diario son los que van al diccionario. No hay autoridades académicas que impongan ningún término. La gran dinámica del lenguaje está en los vocablos, en los sustantivos. Pero cambiar los artículos, de neutro a femenino o a masculino, no es parte de la dinámica de la calle.
¿Qué novela peruana le gustaría ver editada por la Asociación de Academias de la Lengua Española el día de la inauguración del congreso en Arequipa?
Me encantaría que fuera “Los ríos profundos”. Es un libro bellísimo y postergado, cada vez que lo leo me impresiona tanto como la primera vez. Le debemos a Arguedas un reconocimiento de ese tipo. Otra opción sería nuestro San Vallejo. Pero sentimentalmente tengo por delante a Arguedas porque ha sido un autor postergado. No tiene el reconocimiento que debería tener. Vallejo es un nombre mucho más visible.
Hablando de libros, una de las jornadas más memorable del congreso fue la presentación de la novela “Rayuela” de Cortázar. Lo curioso es que todos en la mesa ofrecieron una posición ambigua frente a ella.
Mario (Vargas Llosa) dijo que en la obra de Cortázar son mejores los cuentos. Eso es una discusión que no se va a resolver. Yo, en lugar de decir que son mejores, diría que son distintos. Un aspecto distinto dentro de su obra. Porque Cortázar sería igualmente importante solo como autor de los cuentos o solo como autor de Rayuela. Ésta fue una obra transformadora y agresiva en cuanto al lenguaje, los temas y la sensibilidad de la época. Y para mí lo sigue siendo.
¿No siente que su generación no le perdona a Rayuela haber encarnado ideales que hoy se han perdido?
Cada libro responde a la sensibilidad de una época. Yo estoy muy claro cuál fue la sensibilidad de mi generación en los años 60. Yo leí “Rayuela” como parte de un proceso de cambio espiritual, de aprendizaje, lo vi como un ‘Bildungsroman’ (novela de formación) que me enseñaba sobre el futuro de mi propia vida. Eso desapareció.
Incluso ha desaparecido la actitud de leer novelas de esa forma…
Sí, yo creo que ahora sería una pretensión. Incluso para los “bolañistas”. Lo siento mucho por ellos, pero no es lo mismo “Rayuela” que “Los detectives salvajes”. El piso de una época se hunde, las señales de esa época desaparecen, solo queda recuerdos históricos para los que la vivimos porque muchos de esos sueños fracasaron. ¿En que se convirtió la revolución en Argelia con Ahmed Ben Bella o Patrice Lumumba en el Congo? Nadie recuerda ahora a esas figuras, que eran íconos entonces. Yo hablo con mucha nostalgia de un libro como “Los condenados de la tierra” de Frantz Fanon, porque fue la biblia política de mi generación, que nadie lee hoy. Ese tinglado se hundió. Por eso, yo lo que quiero saber es si “Rayuela” sobrevive como obra literaria. Y creo que sí. Cuando comienzo a leer la primera página, la bellísima entrada cuando Oliveira busca a la maga en los puentes de París, me encuentro con una gran novela. Más allá del juego, lo lúdico o de su broma permanente, es una gran obra literaria.
Ha hablado de la palabra “transformación”. Fue interesante que Vargas Llosa no hubiera querido hablar de la transformación de Cortázar, del escritor apolítico que conoció, al autor militante en que se convertiría luego.
Él ya ha hablado de eso. Hemos conversado sobre eso. MVLL recuerda que Cortázar se hizo un tratamiento hormonal para que le empezara a crecer la barba. Y con ello se volvió sexualmente distinto. ¡Le gustaba ir a las tiendas de pornografía! Poco después empezó a ver cómo cambió políticamente.
¿Cree que la política tenía que ver con la desatada libido de Cortázar?
No lo sé. No podría meterme en ese terreno. Si hay dos Cortázar, yo conocí al segundo: atildado, equilibrado, lleno de sentido del humor, muy de izquierda, muy comprometido con la revolución de Nicaragua, en una línea frontal contra las dictaduras militares en América Latina. Yo no conocía un Cortázar apolítico, sino a un hombre muy comprometido.
Para terminar, regáleme una imagen entrañable del escritor argentino.
Volando hacia los minerales de Siuna, en 1979. Íbamos a nacionalizar las minas, y yo lo invité a venir. Viajamos en un avión militar, esos aviones españoles CASA de transporte, heredados de los años de Somoza. Al regreso, sobre una bolsa de papel para el mareo, me escribió una nota. Decía: “Sergio, siempre te agradeceré la oportunidad que me has dado de viajar en un avión con una escoba”. Y en efecto, la escoba estaba al lado de Carol, su esposa, mientras íbamos viajando. A mí no me habría llamado la atención, pero realmente, hay algo muy cortazariano en una escoba dentro de un avión. (Ríe). Uno de esos happening muy suyos.