¿Cómo encontrarle una pestaña a lo que nunca tuvo ojos? ¿Se te apagó la luz o la encontraste? ¿Se te zafó un tornillo o lo apretaste? ¿Quién le dio los hongos al dios que nos hizo? ¿Quién me da respuestas para este misterio? ¿Quién puso elefantes en mi cobertizo? ¿Qué hacen tantos vivos en el cementerio? Ricardo Arjona lo sabe. También sabe cuál es la dimensión de la locura y si es más cuerdo el que piensa o el que mira la luna. Porque Arjona es capaz de recomponer tus huellas para usarlas de zapato. Si le das tus dudas, él te confeccionará una pulsera. Y te saludará con su cara de asustado mientras le pide a Dios que tape el excusado.
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Ocurre que el guatemalteco Arjona Morales (Jocotenango, 1964) es una máquina de escribir sobre política, religión, justicia, psicología, sociología, prostitución, racismo, transexualidad, secuestro, asesinato, violación, inmigración, aborto, menstruación, terrorismo y conspiraciones varias. Ningún asunto sobre la Tierra parece serle ajeno. Y en su calidad de cantautor, compositor, arreglista, productor de sus propios espectáculos y gerente de su propia casa discográfica Metamorfosis; no tiene problemas a la hora de transformar esos pensamientos en canciones. ¿El resultado? 16 álbumes de estudio, 17 recopilatorios, 2 en vivo y 57 sencillos.
Toda una industria cuya complejidad desborda los cuatro álbumes e igual número de singles que ha colocado en la cima de Billboard latino. O la cantidad de Grammys, discos de oro, platino y diamante. O la serie de gaviotas y otros seres cubiertos de plata y otros metales preciosos. El caso es que semejante éxito y fecundidad corresponde perfectamente a lo dúctil que resultó su tránsito de un género a otro sin estacionarse especialmente en alguno. De la balada pop de raíz trovera, su alma mater, viaja a la música cubana, tejana, afroamericana, latina e, incluso, a la salsa. Tiene también una especial debilidad por cantar a capella. Los cálculos más modestos indican que ha vendido veinte millones de álbumes a nivel mundial, aunque se cree que en realidad son ochenta.
FALSO TECLADO
Barba de tres días, camisa abierta, un cigarrillo gravitando entre sus labios. A partir de la arquetípica construcción del bohemio desaliñado, el hombre derrama reflexiones de malograda aspiración existencial: ‘la fe tiene dudas porque Dios la ignora’. También reflexiona sobre el tiempo: ‘la espera es peor que el cianuro’, ‘el reloj se fue de gira quién sabe si volverá’. Filósofo por ciencia infusa, fabrica su soporte intelectual en base a la cómoda fórmula del ‘name-dropping’, esa recurrente manera de citar a Borges, Neruda, Picasso y García Márquez. ‘En París perdí el amor que me tenía recostado en el sofá de mi Macondo, solo, más que todos los Buendía”. Está probado su funcionamiento sobre aprendices de sofistas y metafísicos sin sistema.
Interrogado en la CNN acerca de sus detractores, prefirió abandonar el set antes que responder. Cuando ni el pensamiento ni la reflexión sustentan al intelecto, siempre queda la fuerza física. O el ataque ad hominem. Así se defendió, por ejemplo, cuando un mediocre colega argentino cuestionó sus pergaminos para que Buenos Aires le haya dado 35 Luna Parks y a Charly García solo dos. “Ya quiso usted ser Charly García, después quiso ser Almodóvar, ¿ahora quiere ser crítico de espectáculos?”, respondió, cuando su propia carrera no es otra cosa que el esfuerzo casi sobrehumano por llegar a ser un cantautor de culto: primero quiso ser Silvio Rodríguez, después Serrat, luego Charly García y finalmente Sabina, a quien le escribiría una insólita carta difícil de responder: “El vientre de mi block trotamundo no se está dejando acariciar por nadie, y bien sabido es que no hay quien preñe con caricias”.
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¿Y ahora? Ahora acaba de lanzar su álbum Blanco grabado en los míticos estudios londineses de Abbey Road, golpe de efecto con el que extiende su conexión con los Beatles y el subsecuente paso a la inmortalidad que eso supondría. Pero así como en esos estudios Cerati grabó “Bocanada”, también estuvieron Juan Luis Guerra y un oscuro hijo de la telerrealidad mexicana llamado Carlos Rivera, que por eso no dejó de ser anónimo ni fresa. Anécdotas más, anécdotas menos, los verdaderos problemas de Arjona ocurren cuando se refiere a las mujeres. ‘Este es el himno nacional y como bandera tengo tu tanga café’, canta. Y en un arrebato de clarividencia, sentencia: ‘El amor es dos en uno que al final no son ninguno’. Ni Ovidio pudo hacer eso.
MUERTO CON VIDA
“Te voy a matar, te odio, te voy a tirar por el balcón para estar solo con mis hijos, haré que te mueras de hambre y te voy a cortar la cabeza. La ha cacheteado, empujado, pateado, agarrado por el pelo, además de tirarla en la ducha completamente vestida y echarle agua fría”. No es una canción, es la demanda de divorcio que interpuso la señora Leslie Torres contra su marido Arjona, quien no solo le habría proferido tales amenazas sino también llamado toxicómana e incapaz física, mental y emocional. Luego de lo cual declararía: “Yo hago canciones para las mujeres porque no las entiendo”. Y seguiría cantando: ‘creo que tu desnudez es tu mejor lencería’, ‘el amor siempre empieza soñando y termina en insomnio’, ‘te conseguí la luz del Sol a medianoche, el número después del infinito, instalé la Osa Mayor en tu diadema y tú seguías allí como si nada’, ‘hay pingüinos en la cama por el hielo que provocas’.
También dice que ‘por andar por las nubes uno se olvida del suelo y de saber que tu propia casa es la sucursal del cielo’. ‘Estoy en medio de que soy y del que tú quisieras, puede que no sea tan malo estar conmigo’, ‘tengo un domingo en stand by por si algún lunes te deprime’. Escucharlo en vivo no es barato y son miles los que invierten mientras el astro exige que le lleven al camerino botellas de ron jamaiquino, galletas nepalíes y chocolates de coñac. Lo cuidan un centenar de guardaespaldas y emplea a un grupo de dobles para despistar a los fans, que matarían por tocar el hombro de alguien que escribe: ‘El ciego vio luces prendidas, el sordo escuchó una canción, el muerto ya estaba con vida, la vida no tuvo razón”.
Por eso y muchas cosas más, Arjona es un extraordinario caso de singularidad en la cultura de masas. Pero más que buscar explicaciones en la mercadotecnia, haría falta un test estandarizado para medir las habilidades cognitivas del grupo humano que lo sigue en relación con su edad. ¿Cómo es posible creerle a alguien que dice sentirse tan solo como un hippie en Siberia mientras charla de política con su cepillo de dientes y quiere pararse en Irak para mandarle un saludo a la mamá del idiota más grande del mundo? Pero sobre todas cosas, resulta insólito ser fan de alguien que le dice a una mujer: ‘tu reputación son las primeras seis letras de esta palabra’. Insólito, inquietante y perturbador.
El dato
Álbum: Blanco.
Año: 2020.
Sello: Metamorfosis.
Número de canciones: 14.
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