A lo largo de 20 años ha sido una de las columnas del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. A punto de jubilarse y tras la intempestiva decisión de Edgar Saba de dejar la dirección, Alicia Morales asume el más alto cargo de la institución.
Alicia, hace unos meses conversábamos sobre tu jubilación y ahora eres la nueva directora del Centro Cultural. Realmente nos has sorprendido.
Sí. Y yo estoy tan sorprendida como tú. Primero por la decisión de Edgar Saba de dejar la dirección. Lo entiendo perfectamente porque compartimos el sentimiento de haber entregado una serie de años de nuestra vida a un proyecto postergando nuestras aspiraciones personales. Esta decisión me sorprende a mí misma y me estimula. Quizás porque es el comienzo y no he sopesado totalmente los cambios, aunque me doy cuenta que tengo una agenda más intensa y una serie de actividades sociales que no eran parte importante de mi trabajo. Yo estaba más dedicada a la producción interna
¿Y qué es lo primero que has hecho?
He empezado por conversar con cada una de las personas que trabajan acá. Necesito saber cuáles son sus sueños y frustraciones y qué esperan. A partir de ello he asumido un compromiso, no de hacer grandes cambios pero sí algunos pequeños para que sus vidas sean más placenteras en su centro de trabajo.
Muchos piensan que tu nombramiento es algo natural. Somos muchos los que te identificamos con el centro cultural desde el comienzo. ¿Cómo será tu gestión? ¿Hablamos de continuidad o de grandes cambios?
De alguna manera va a haber una continuidad porque hemos hecho las cosas bien. Por supuesto siempre hay un espacio para mejorar. Nuestro principal compromiso está en mantener muy alta la valla de nuestras producciones. Por otro lado, tenemos que abrir ese espacio que está más allá de este edificio. Que tenga que ver con nuestra ciudad, con el país mismo. Para que la gente entienda que la cultura es una parte necesaria de su vida cotidiana y que lo ayuda a ser una mejor persona.
¿Cuáles serán las primeras acciones para abrir esas puertas?
Los primeros pasos es establecer canales fuera del centro. De hecho ya estamos trabajando con la Municipalidad de San Isidro para hacer sesiones de cine en los parques. Estamos haciendo una serie de actividades en el campus de la universidad. Porque si bien este centro es un espacio de la universidad hacia la comunidad hay que mirar también hacia el campus para que los universitarios sientan que estudiar en la Católica les ofrece también ser parte del centro cultural. Pero para eso tenemos que establecer esos puentes que siguen pendientes.
Pensé que ese no era un puente sobre el que se necesitaba trabajar.
La Católica como institución está totalmente identificada con el centro cultural. Pero lo que yo siento es que la población estudiantil no tiene un vínculo tan claro como debería tenerlo. Hemos sido siempre la cara de la Católica hacia la comunidad pero no necesariamente para sus alumnos. Es un vínculo que necesitamos fortalecerlo.
En estos últimos veinte años el Perú ha cambiado mucho. La oferta cultural crece día a día. Para muchos es estimulante pero hay quienes no ven un boom en todo esto. ¿Qué piensas tú?
Yo creo que ha crecido la oferta cultural. Ha crecido muchísimo en el ámbito teatral, por ejemplo. Hay una oferta muy diversa en términos de teatro. Sobre todo de un teatro comercial hecho con estándares de producción muy alto. Y hay público para todo. La gente se está acostumbrando a consumir teatro como parte de su vida cotidiana. Lo que es bueno. Es verdad también que hay un material un poco más difícil que tiene un público menor. Pero eso va a pasar siempre. En todo caso falta un nivel más selectivo o más exigente en cuanto a los contenidos que se presentan, a veces con bellas formas, pero que no llegan a plantear asuntos fundamentales. Son caramelitos de consumo. En otro caso hay algunas cosas que no encuentran un público. Y creo que hasta el artista más experimental sabe que si crea una obra es para que el público se acerque a ella. Vamos de un extremo a otro.
El años que viene será bastante difícil. ¿Ya tienen un plan de trabajo?
¡Aguantar inaccesibles al desaliento! Porque será un año difícil. Creemos que hasta junio las cosas estarán movidas. Tenemos también que prepararnos con entusiasmo y muchas ganas para el aniversario número veinte del festival de cine. Y creo sinceramente que es un logro haber cumplido todos estos años ininterrumpidamente. Es un evento que cada vez crea mayores exigencias de calidad. Abierto a un público muy grande en nuestra ciudad y otras ciudades del país. También pensamos que es un momento para reflexionar sobre lo que va a pasar en las próximas elecciones presidenciales. Incluso estamos hablando de desarrollar algunos seminarios o conversatorios sobre la ética, la responsabilidad, en fin. No podemos dejar de discutir sobre el futuro de nuestros país.
Hablamos de las elecciones como si se tratara de una mala noticia. Como de algo que nos asusta. Pero hemos sobrevivido a los gobiernos militares, al terrorismo, a la dictadura... ¿Qué hemos aprendido en todo este tiempo? ¿Qué la cultura no se detiene?
Efectivamente. La cultura no se detiene. Y yo te digo, nosotros empezamos con el grupo Ensayo en 1983 que fue un año muy duro. Y no paramos durante diez años. Produciendo cuatro obras al año y sin ningún tipo de apoyo. Fundamentalmente con la ayuda del público. A pesar de que vivíamos con apagones y bombas. Iluminábamos el escenario con velas porque no teníamos grupo electrógeno y continuábamos con la función.
Y luego te involucraste con el Centro Cultural.
Yo llegué seis meses después de inaugurado. Estoy aquí desde abril de 1995. Edgar Saba me llamó para que asumiera la dirección ejecutiva. En los primeros años fui una mujer orquesta. Trabajé muy activamente en la producción de las cosas que hacíamos acá y en la transformación del espacio. Porque este edificio se ha ido transformando de acuerdo a las necesidades del centro. Y ahora pienso que es un privilegio tener un espacio como este y contar con el respaldo de la universidad para poderlo gestionar.
¿Y qué pasó con la actriz? La última vez que te vimos sobre el escenario fue en 1997. En "Cristales rotos" de Arthur Miller. ¿O me equivoco?
No te equivocas, esa fue mi última obra como actriz. Tuve una serie de problemas de salud que al final me llevaron a tomar la decisión de no volver a actuar.
¿Por qué sacrificar a la actriz?
Porque ser actriz demanda un esfuerzo físico de precisión que yo no tenía. Tuve un problema de columna, perdí la sensibilidad en una pierna. No me sentía segura con mi instrumento de trabajo que era mi cuerpo.
¿Extrañas los escenarios?
¡No! La verdad es que no. Me volqué plenamente al trabajo de gestión y si tengo algún sueño sobre el teatro es la posibilidad de hacer algo con mis hijos. Pero es por una razón emocional. Por trabajar con Alejandra y Martín.
Volvamos al comienzo de esta entrevista. En este centro cultural prácticamente lo has hecho todo, has luchado contra el cáncer y ya estabas lista para irte a tu casa para vivir una vida tranquila. Y, sin embargo, decides quedarte.
Me quedo por un rato. Porque creo que puedo ser un puente entre quienes lo construimos y los que vendrán. Soy una convencida de que es el momento en que nuevas generaciones tomen la posta. Pero hay que tomarla de la mejor manera. Puedo ser ese personaje bisagra que nunca pensé que iba a ser. Porque quería irme cómodamente a descansar pero la realidad se ha dado de esta manera. Agradezco la oportunidad porque es satisfactorio llegar hasta el nivel más alto de una institución en la que has trabajado tantos años. Y creo tener un poco de esa apertura mental para recibir otras propuestas, probablemente mucho más arriesgadas y tratar de que eso se haga en función a la creación. Ese valuarte que llevamos los mayores de la importancia del proceso creativo puede acompañarse de toda esta modernidad en términos de gestión, efectividad, márketing y todo de todas estas propuestas de los jóvenes. Y puede lograrse sin sacrificar la esencia de la creatividad.