Jimena Salas

Danza, acrobacia, teatro, música; todo llevado al límite de sus posibilidades. Poco más de 60 minutos intensos en los que el espectador vive la adrenalina del momento casi tanto como el artista. Una propuesta escénica donde se desafían todas las normas establecidas: eso es .

Es viernes, son las 11 de la noche. A diferencia de lo que se ve a la entrada de un teatro –el paralelo más lógico que se puede hacer para un evento de este tipo–, aquí abunda gente joven con atuendos de fiesta. La espera no se hace larga, pues transcurre en un patio con puestos donde se expende comida y cerveza. Parece un concierto. A la hora prevista, los asistentes atravesamos un camino que rodea el bello edificio del Museo Pedro de Osma, para ingresar por una puerta que nos lleva a una sala completamente oscura, sin un solo asiento, y a un lado, la cabina con el DJ. De pronto, se tiene la sensación de estar en una discoteca. Algunas señales en el piso parecen dar una pista de algo, pero no hay manera de adivinar lo que está a punto de suceder.

Las indicaciones sobre las salidas de emergencia cobran más importancia de lo usual, ya que la multitud distribuida en el salón no sabe dónde ubicarse, hacia dónde mirar y, para rematar, se hace la sugerencia de seguir las indicaciones de los técnicos para moverse mientras transcurre el espectáculo sin alarmarse. El desconcierto es tan grande como la curiosidad.

Y entonces empieza la música. Un hombre camina sin rumbo, sobre una banda, mientras esta gira, haciéndolo mirar hacia todos lados. El hombre camina, el hombre corre, al hombre le disparan. Las luces se apagan y, sin saber por qué, el público aplaude. Entonces el hombre resucita, atraviesa paredes, la historia se repite. Narrar lo presenciado como una sucesión de eventos resulta inútil. Y es que aunque esta obra está constituida por pura acción, no se trata sobre ella, sino sobre la emoción, las sensaciones extremas que evoca de principio a fin, la catarsis que produce cuando los asistentes se convierten en participantes y bailan, actúan, se mojan, se convierten en parte del show.


En Fuerza Bruta el escenario está entre nosotros. (Foto: Cabeza Hueca)

Durante los 70 minutos que dura esta propuesta de Diqui James, la música atrapa al público y lo envuelve. Por momentos, todos se ponen a bailar. Pero súbitamente, un estallido aturde, y el sonido se convierte en algo perturbador, incómodo. Lo mismo pasa cuando presenciamos una coreografía perfectamente ejecutada, que incita a seguir el ritmo con los pies, con las manos, con la cabeza… aunque hay algo en el gesto de los bailarines que no deja de ser inquietante, casi atemorizante. Luego de verlos sobre un estrado, se pasean entre el público y se abren paso casi a empujones.

El escenario está entre nosotros, cuando tenemos al elenco jugando y bailando con algunos miembros del púbico; está alrededor, cuando nos envuelven con una cortina metálica; está encima de nosotros cuando bajan una piscina del techo hasta que podemos rozarla con las palmas y las bailarinas se deslizan como sirenas sobre nuestras cabezas con movimientos que oscilan entre lo erótico y lo aterrador; está en todas partes, hasta que nos damos cuenta de que somos parte de él. Esa sensación de formar parte del montaje es la que nos mantiene en alerta desde la primera aparición en escena hasta el último bocinazo ensordecedor.


En "Mylar", una de las escenas más atractivas de Fuerza Bruta, una piscina desciende sobre el público. (Foto: Cabeza Hueca)

Cuando todo termina, la acción y la emoción están tan entremezclados entre el elenco y el público, que parece inevitable seguir bailando. Y como es viernes, podemos hacerlo. Fuerza Bruta es un espectáculo que se mete debajo de la piel de tal forma, que es muy difícil entender cuándo acaba.


Fuerza Bruta es un espectáculo que ha recorrido el mundo. (Foto: Cabeza Hueca)

MÁS INFORMACIÓN
¿Dónde?  Museo Pedro de Osma. Calle Montero Rosas 163, Barranco
¿Cuándo?  
Va hasta el domingo 11 de octubre. Venta de entradas en Teleticket.
Los días viernes a las 11:30 p.m., se presentan las funciones Fuerza Bruta DJ Nigths en las que, al finalizar el show, un DJ musicaliza la sala del museo. Apto solo para mayores de 18 años.

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