
Guillermo del Toro siempre ha creído que los monstruos más aterradores son los que reflejan nuestra humanidad. En “Frankenstein”, su esperado proyecto para Netflix, esa premisa alcanza una nueva dimensión con la interpretación de Jacob Elordi como la Criatura: un ser construido con trozos de cuerpos, pero también con los fragmentos más profundos del dolor, la ternura y la rabia humanas. Bajo capas de prótesis, el actor australiano halló algo más que una voz gutural: encontró su propia alma resonando dentro del monstruo.
ASÍ FUE COMO JACOB ELORDI ENCONTRÓ LA VOZ DE LA CRIATURA
Elordi, conocido por papeles en “Euphoria” y “Priscilla”, se enfrentó aquí a un desafío muy distinto: dar vida —y sonido— a un ser que apenas aprende a existir. Su proceso no fue técnico, sino visceral. “La voz surgía de cada herida, de cada recuerdo, de cada fibra de la piel”, explicó a Entertainment Weekly. En lugar de limitarse a gruñir o deformar su tono, el actor construyó una voz que respirara historia, dolor y humanidad, acompañando la evolución emocional de la Criatura a lo largo del rodaje.
Del Toro, que llevaba décadas soñando con adaptar la novela de Mary Shelley, sabía que esa búsqueda sería el corazón de la película. Por eso permitió que Elordi filmara casi en orden cronológico, de modo que la voz del monstruo creciera al mismo ritmo que su conciencia. En las primeras escenas, apenas se oye un murmullo, un intento torpe de comunicación; hacia el final, su voz resuena con un peso trágico, cargado de entendimiento. Cada palabra es una cicatriz que habla.

PARTE ESENCIAL DEL HALLAZGO FUE UN CURIOSO EJERCICIO VOCAL
Elordi practicó un canto gutural tibetano, un sonido primario y profundo que el propio Del Toro consideró perfecto para expresar el carácter espiritual del personaje. “No se trata de rugir sin sentido”, decía el actor. “Es una vibración que nace del fondo del cuerpo, del dolor acumulado”, agregó. Esa técnica ancestral le permitió conectar con el monstruo: un ser que no solo habla, sino que vibra con la intensidad de algo recién nacido.
Del Toro, siempre obsesionado con los matices, revisaba la voz de Elordi a diario en la sala de edición. Le pedía nuevos matices, una respiración más contenida o una sílaba más temblorosa. “Era un proceso de ajuste fino, como si talláramos el alma del personaje con cada toma”, comentó el director. El resultado es una interpretación donde la monstruosidad se convierte en vulnerabilidad, y la voz en un testamento de la condición humana.

ELORDI CONFESÓ QUE INTERPRETAR A LA CRIATURA LO TRANSFORMÓ
“Sentí que era más yo mismo que nunca”, admitió Jacob Elordi. En su búsqueda de la voz del monstruo, terminó explorando sus propias sombras, sus miedos y su inocencia. Esa conexión personal explica por qué su actuación traspasa la pantalla: no hay impostura, solo verdad desnuda y temblorosa, nacida del silencio y del dolor.
En “Frankenstein”, Del Toro no solo resucita a un clásico, sino que le devuelve su corazón. A través de Jacob Elordi, la Criatura deja de ser una amalgama de carne y tornillos para convertirse en una voz universal: la de todos aquellos que alguna vez se sintieron incompletos, rotos o no escuchados. Y quizás por eso, su rugido no asusta: conmueve.
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