
Imágenes de tres pequeños lobos de pelaje blanco como la nieve inundaron las redes sociales y causaron furor alrededor del mundo tras ser presentados por una empresa estadounidense como un éxito de la genética que resucitó a un canino gigante de la prehistoria, popularizado por la serie “Juego de Tronos”. Sin embargo, el mundo científico se divide entre el entusiasmo y el escepticismo.
La start-up Colossal Biosciences, con sede en Texas, dio un golpe publicitario esta semana al difundir fotos y videos de lo que describe como tres jóvenes “lobos dirus” o “lobos huargo”, originarios de América del Norte y extintos hace más de 12.000 años.

“Por primera vez en la historia de la humanidad, Colossal restauró con éxito una especie alguna vez extinta a través de la ciencia de la desextinción”, afirmó en su página web.
Las imágenes se viralizaron y sacudieron a la comunidad científica.
La empresa afirma que retocó el ADN de un lobo gris actual con genes seleccionados de fósiles de lobo huargo. Ese material genético modificado se utilizó para fecundar un óvulo de lobo gris y se inseminó a un perra.

El resultado: los tres lobos huargo, dijo Colossal.
“Estas afirmaciones son vastamente exageradas”, comentó a la AFP el especialista en biología molecular Alan Cooper, quien participó en un estudio previo del ADN de los “caninos dirus”.
“Es como si te pusiera algunos genes del Neanderthal, que te darían más pelo y más músculos, y luego yo te llamara Neanderthal. Eso está a millones de kilómetros del Neanderthal. Serías un humano peludo”, explica el científico.

“Esto no es un lobo terrible. Ellos crearon un animal que tiene características fenotípicas del lobo terrible”, agrega la ecóloga Lisette Waits, profesora de recursos de fauna salvaje en la Universidad de Idaho.
No obstante, es un “avance importante”, admite Waits.
Dos cachorros fueron bautizados como Rómulo y Remo, en referencia a la mitología romana, y la tercera la llamaron Khaleesi, por la exitosa serie “Games of Thrones” en la que se rinde homenaje al majestuoso lobo huargo.

Científicos debaten
Para su creación Colossal analizó el ADN del lobo huargo recuperado de dos fósiles, un diente de hace 13.000 años y un cráneo de hace 72.000. Los comparó con el del lobo gris y estableció que ambas especies eran un “99,5% idénticos”, explicó a la AFP Beth Shapiro, jefa científica del proyecto.
También analizó las diferencias del ADN y estableció cuáles eran los genes responsables del tamaño, estructura muscular y color del pelaje del lobo huargo.
Con esta información, la empresa alteró el genoma del lobo gris al insertar dichos genes del canino extinto. En total hizo 20 modificaciones usando la técnica de manipulación conocida como Crispr-Cas9, que también se emplea en la genética humana.

Es un número reducido de modificaciones que no incluye todas las variaciones entre especies. “Mientras más limitamos el número de modificaciones, más probabilidades tendremos de tener un animal sano”, explica Shapiro.
Y ante la pregunta de si estos animales son realmente lobos huargo o simplemente lobos grises modificados genéticamente, Shapiro insiste en que se trata de “un debate semántico”.
La científica admite que nunca será posible “crear algo que sea 100% idéntico genéticamente” a una especie extinta. “Pero esa no era la meta. Nuestro objetivo es crear equivalentes funcionales de estas especies”.
Por su parte, esta semana el paleogenetista español Carles Lalueza-Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), lo tiene claro: “No se puede hablar de desextinción, sino de lobos modificados genéticamente (en concreto 14 genes)”, apuntó a EFE.

“Como no se ha publicado el genoma del lobo huargo, no sabemos cuántos genes lo diferencian del lobo gris, pero atendiendo al tiempo de divergencia de ambas especies (unos 4 o 5 millones de años), serán varios miles”, y en el experimento solo han usado genes con expresión en el aspecto externo, advierte.
“Si lo comparamos con nosotros y los neandertales, cuyos linajes se separaron hace solo una décima parte del tiempo de las dos especies de lobos, tenemos un 2% de sus genes, pero nadie diría que somos neandertales. Mucho menos en el caso de los lobos gigantes”, concluyó Lalueza-Fox.
Para Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología de Madrid, la conclusión es la misma: Colossal ha modificado lobos grises usando la técnica de edición genética CRISPR-Cas9 y han obtenido un lobo “que se parece al lobo gigante pero que no lo es. No tiene todo su genoma”, subrayó a EFE.

Y esta semana en declaraciones a la plataforma de recursos científicos Science Media Centre de Nueva Zelanda, el director del Laboratorio de Paleogenética de Otago (Nueva Zelanda), Espic Rawlence, aclara que para desextinguir una especie hay que clonarla antes, y el problema es que es imposible clonar animales extintos porque el ADN no está lo suficientemente bien conservado.
“Lo que Colossal Biosciences ha producido es un lobo gris con características similares a las de un lobo gigante pero no se trata de un lobo gigante reintroducido, sino de un híbrido”, zanja el paleogenetista.
Por su parte, Philip Seddon, del departamento de Zoología de la Universidad de Otago, experto en bioética y ‘desextinción’, puntualiza que “Colossal Biosciences, la empresa de 10.000 millones de dólares que está detrás de los esfuerzos por resucitar al mamut lanudo, al lobo marsupial y al dodo, acaba de anunciar lo que describe como la ‘desextinción’ del lobo gigante, una especie que se extinguió hace unos 10.000 años”.

Pero, aunque hablen de ‘desextinción’ y “hayan llevado a cabo unos avances tecnológicos asombrosos, los simpáticos cachorros no son lobos gigantes, sino lobos grises modificados genéticamente”, destaca.
Cuestiones técnicas y bioéticas
Pero para Montoliu, la pregunta que hay que hacerse sigue sin respuesta: “¿Para qué quieren hacer esto? ¿Queremos hacer un zoológico de criaturas imposibles? Esta cuestión debería preocuparnos y veo que no es algo que esté siendo respondido”, advierte Montoliu.
El genetista recuerda que, según Colossal y su fundador George Church, el objetivo de devolver los mamuts a la naturaleza es “combatir el cambio climático, apisonar la tundra, compactar el terreno e impedir que se escapen los gases de efecto invernadero”, y eso puede “ser más o menos creíble”.
En este caso, “no creo que sea para desextinguir al lobo”, aclara a EFE.

Sin embargo, Montoliu reconoce que “tecnológicamente están al frente de la utilización de las herramientas CRISPR-Cas9 y son capaces de editar cientos, incluso miles de genes a la vez, lo que no es sencillo”.
“Parecen haber resuelto muchos de los problemas de la multiedición genética porque sus animales sobreviven”, añade.
Para Laueza-Fox, si es cierto que en Colossal han sido capaces de modificar 20 posiciones genéticas en 14 genes -porque este anuncio no está apoyado en una publicación científica-, sería una perspectiva positiva, porque “las técnicas podrían aplicarse para modificar especies en peligro y hacerlas más resilientes, por ejemplo, al cambio climático”.
También Seddon cree que los avances en tecnología genética de Colossal podrían tener “implicaciones para la conservación de especies existentes, no exintas”, mientras que Rawlence sugiere que deberían usarse para conservar “lo que queda, no para resucitar especies extintas”.

Lo que sigue: dodos y mamuts
Y la empresa planea replicar el procedimiento con dodos, pájaros endémicos de la isla Mauricio, y mamuts lanudos.
A principios de marzo, Colossal publicó fotos de ratones peludos, con una composición genética de mamut, lo que ya causó polémica.
Para algunos científicos ese objetivo es simplemente imposible a la vez que peligroso. Otros la describen como una iniciativa ambiciosa que ayudaría a combatir el colapso de la biodiversidad.
Waits, especialista en conservación, sostiene que la técnica “podría ayudar a salvar especies en vías de extinción” por la falta de diversidad genética debido a su escaso número.
Con sus ambiciosas promesas Colossal recaudó más de 200 millones de dólares, una suma que probablemente no se habría invertido en otros esfuerzos de conservación, según Waits.
Pero las proezas técnicas de la empresa tejana plantean cuestiones éticas sobre el bienestar de los animales, las normas y el fondo de la propuesta.
“No creo que la gente vaya a decir: ‘Podemos dejar que estos animales desaparezcan porque podemos traerlos de vuelta más tarde’”, afirma Ronald Sandler, director del Instituto de Ética de la Universidad Northeastern.
Sin embargo, alerta que se pierda de vista “lo realmente importante, que es atajar las causas profundas de la extinción”, el cambio climático y la pérdida de hábitat de los animales.












