
La relación entre Canadá y Estados Unidos ha pasado por muchas pruebas a lo largo de la historia, pero pocas han provocado una reacción tan visceral y unificada en el pueblo canadiense como los nuevos aranceles impuestos por el presidente Donald Trump. La decisión de aplicar un gravamen del 25% a la mayoría de las importaciones canadienses ha encendido una chispa de indignación en el país, desencadenando una respuesta nacionalista que ha fortalecido la identidad y el orgullo canadienses.
Lo que comenzó como una cuestión comercial ha evolucionado rápidamente hacia una crisis diplomática y emocional. Trump, con su característico tono provocador, llegó incluso a sugerir que Canadá podría convertirse en el estado número 51 de Estados Unidos, una declaración que fue recibida con una mezcla de burla y rabia al norte de la frontera.
Para muchos canadienses, estas palabras fueron una traición directa por parte de un vecino y aliado histórico. “No apuñalas por la espalda a tu amigo”, declaró Angela Qin, una estudiante universitaria en Toronto, a NBC News. Ella reflejó el sentir generalizado entre los ciudadanos.

LA CONTUNDENTE RESPUESTA DE CANADÁ
Supermercados y licorerías en Canadá están retirando productos estadounidenses de sus estanterías, y las campañas de “Compre canadiense” han ganado tracción en todo el país. Liz Floyd, residente de Toronto, destacó que esta respuesta ha impulsado una inesperada sensación de unidad nacional. “Estamos comprando productos canadienses para apoyar a nuestra gente y enviar un mensaje claro a Estados Unidos”, comentó.
Sin embargo, Trump no ha mostrado señales de retroceder. Sus acusaciones de que Canadá ha estado “estafando” a Estados Unidos con aranceles sobre la madera y los productos lácteos solo han aumentado las tensiones. El presidente estadounidense ha amenazado con imponer nuevos aranceles en los próximos días, lo que ha llevado al primer ministro de British Columbia, David Eby, a responder con firmeza: “Vamos a asegurarnos de que los estadounidenses entiendan lo enojados que estamos y lo comprometidos que estamos a trabajar juntos como país”.
Las provincias canadienses también están tomando medidas concretas. Ontario, por ejemplo, ha ordenado a las licorerías administradas por el gobierno que dejen de vender vinos y licores estadounidenses, lo que representa una pérdida potencial de mil millones de dólares para la industria estadounidense.
Doug Ford, primer ministro de Ontario, fue más allá al amenazar con cortar el suministro de electricidad que Canadá vende a Estados Unidos, afectando a más de 1,5 millones de hogares y empresas en Nueva York, Minnesota y Michigan. “Eso es lo último que quiero hacer, pero el presidente Trump está tratando de destruir nuestro país”, manifestó Ford.

LA AYUDA DEL GOBIERNO CANADIENSE A LAS EMPRESAS
En respuesta a la presión económica, el gobierno canadiense ha lanzado un paquete de apoyo de 5,000 millones de dólares para ayudar a las empresas a sortear los aranceles y encontrar nuevos mercados para sus exportaciones. Esta estrategia apunta a minimizar el impacto económico de las represalias comerciales, al tiempo que fortalece la resiliencia de las industrias nacionales. Chris Peterson, carpintero en St. Catharines, expresó lo que muchos canadienses sienten: “Esto nos va a afectar, y les va a afectar a ustedes también. Todos los precios van a subir”.
Pero más allá de la economía, la verdadera herida es emocional. Para muchos canadienses, esta disputa ha destruido la idea de que Estados Unidos es un aliado confiable. La noción de que Canadá podría convertirse en el estado 51 de Estados Unidos ha sido descartada rotundamente por figuras públicas y ciudadanos por igual. “Para nada”, dijo Peterson. “Somos Canadá. No vamos a ir a ninguna parte”, sentenció.











