Bajo el sol no se puede echar a perder la cosecha. Este Mundial es, en el fondo, una lección. Es un peldaño de crecimiento paulatino. Así habrá que asumirlo. No queda otro camino que analizar primero lo que estuvo bien en este tiempo, que no fue poco, y consolidarlo, para después, ya con la cabeza fría, enmendar los yerros. También, desde mañana mismo, debemos abocarnos a preparar la base de nuestra selección para la Copa América del 2019; tenemos que descubrir variantes, pulir virtudes, encontrar relevos para los que, ya por edad o por ciclo cumplido, deben decir adiós. A partir del 14 de junio del próximo año tendremos una revancha formal. Es justo que en Brasil se vea que la madurez de este proceso es la nueva meta.
El primer paso debe ser la renovación del director técnico. En el fondo, Gareca siente que esta selección podía alcanzar alturas insospechadas. Su objetivo con este plantel, había dicho, era avanzar a los octavos de final. Curiosamente, este adiós prematuro puede influir, más que la oferta económica, en que las negociaciones prosperen. Ricardo sabe que todavía no ha alcanzado su techo con este grupo. Es posible que quiera más. Ojalá.
También urge reconocer y agradecer lo mucho que ha hecho este equipo, pero sin perder de vista que las expectativas tienden a ser renovadas. Este Mundial dejó como saldo algunas confirmaciones. El libreto está aprendido y se aplica bien, aunque en Rusia no hayamos podido convertir. Hay, además, un antes y un después de Rusia para Luis Advíncula y André Carrillo. Este último, que juega en el fútbol inglés, acalló a sus críticos sumándole constancia y actitud a su talento. Lucho, por su parte, se ha convertido en un lateral confiable que ha entendido que la primera labor de un defensa es cerrar su zona. También se ha destacado el trabajo de Aquino (más contra Francia que ante Dinamarca), el de Gallese y el de Santamaría, que reemplazó a Rodríguez con la jerarquía de un experto en el puesto.
Por si fuera poco, la actitud combativa del equipo no se perdió nunca y supimos empujar a nuestros rivales contra sus arcos cuando nos tomaron ventaja. Contra Dinamarca nos abrumó la ansiedad y nos faltó una pizca de fortuna. Frente a los galos, en cambio, fue una cuestión de jerarquías dispares. Un par de árboles no deben impedirnos ver el bosque. Ha existido un patrón de juego, una identidad y una hondura en el proyecto que permite que esta selección, eventualmente, pueda ser nutrida con futbolistas de las selecciones menores. Es indispensable conservar esta estructura y poder utilizarla en el mediano plazo.