Si hablamos de asesinas, los datos dicen que solo el 5% de los homicidios son perpetrados por mujeres y que en Estados Unidos, desde 1900, ocho mil hombres han sido ejecutados por este delito y solo 54 mujeres.
En Chile, donde la pena de muerte se derogó en el 2001, nunca una mujer fue ejecutada.
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Algunas de las que llegaron a recibir esa condena se libraron de la pena capital, tal como lo cuenta la escritora Alia Trabucco (Santiago, 1983) en su libro “Las homicidas”, que relata la historia de cuatro mujeres que mataron.
“Propongo recobrar a quienes no fueron heroínas, a las delincuentes, a las presidiarias, incluso a aquellas que empuñaron un arma y dispararon a quemarropa”.
Las cuatro elegidas delinquieron en el siglo XX.
Corina Rojas en 1916, contrató un a un sicario para matar a su marido; la suplementera (vendedora ambulante) Rosa Faúndez estranguló y descuartizó al suyo en 1923 y repartió sus restos en paquetes diseminados por la ciudad.
En 1955, la escritora María Carolina Geel le disparó a su pareja en el restorán del Hotel Crillon, delante de todos los comensales; y por último Teresa Alfaro, que en 1963, protagonizó el bullado caso de “las mamaderas envenenadas” por el asesinato de los tres hijos y de la madre de la dueña de casa donde trabajaba como interna.
Alia Trabucco, cuya aclamada primera novela, “La resta”, fue finalista del Premio Man Booker International 2019, estuvo cuatro años entre archivos judiciales y de prensa.
Su formación como abogada le ayudó a reconstruir los entresijos de estas historias.
Cuenta que cuando comentaba el tema de su libro "en lugar de escuchar la palabra asesinas, un extraño lapsus provocaba que muchos entendieran lo contrario: asesinadas… ", y agrega que “siempre era más fácil imaginar a una mujer muerta que a una mujer que mata”.
Hablamos con ella con motivo del Hay Festival de Arequipa, que se celebró en la ciudad peruana entre el 7 y el 10 de noviembre y en el que tenía previsto participar, aunque finalmente no pudo asistir.
¿Por qué crees que se producía este lapsus?
Es impresionante cómo esto me pasó una y otra vez, incluso con el libro impreso, había gente que leía algo distinto, de tan inimaginable que es la violencia perpetrada por mujeres.
Y pasa en un momento histórico donde la violencia que sufren las mujeres, se está visibilizando en las calles, entonces se producía este lapsus, que era un buen puntapié inicial para reflejar el terreno en el que me estaba metiendo.
¿Por qué es tan difícil aceptar que una mujer puede matar?
Porque pone en jaque todas las convenciones sociales. Matar es un gesto a todas luces incorrecto. Pero que a su vez refleja un ejercicio de poder y resulta muy disruptivo que una mujer ejecute ese acto tan radical de poder.
Se supone que somos sumisas, pasivas. sacrificiales, inofensivas y de algún modo ellas pusieron en tela de juicio esa definición.
¿Somos menos malas las mujeres?
Las mujeres cometen homicidios violentos de manera excepcional. En ningún caso se iguala a la violencia perpetrada por los hombres. Pero creo que tiene menos que ver con una cuestión de esencia femenina, de maldad o de bondad, que con construcciones sociales.
Desde niños se normaliza un cierto tipo de conducta donde la violencia de los hombres no es sancionada, incluso es fomentada.
¿Cuándo matan las mujeres?
Lo más común es que maten en defensa propia. Pero en esos y otros casos, se las devuelve a un lugar donde la feminidad es menos amenazante, entonces se dice que está loca, que fue un ataque de celos, que se trata de una femme fatal o de la Quintrala, (un mito de la maldad femenina en el caso de Chile).
Si la mujer sentía rabia por una situación de injusticia, se borra la rabia y se dice que realidad era el amor. Lo que intento hacer es tomarlas en serio y revisar cómo son representadas en la prensa, en los tribunales y en las producciones culturales derivadas de sus casos, donde se les dice histéricas y se las despoja de un relato propio.
¿Qué te atrae de estas cuatro homicidas?
La doble transgresión, una muy fuerte a las normas penales y otra, igualmente fuerte, a las normas no escritas de la feminidad.
Cada vez que me aproximaba a estos casos, en distintos momentos de la historia de Chile, veía cómo la sociedad intentaba definir a través de ellas y de sus delitos, qué es lo que habían transgredido.
¿Por qué asesinaron?, ¿por venganza, por maldad?
O por rabia, que es algo muy proscrito en el cuerpo femenino.
En el caso de María Carolina Geel, si uno lee el expediente y la prensa de la época, no está claro cuál fue el móvil del asesinato de Roberto Pumarino en el Hotel Crillón. Es un caso que dejó muy perpleja a la sociedad, porque ¿qué tipo de mujer comete un crimen sin un motivo claro? Ella siempre se negó a contestar sobre la causa del asesinato y puede releerse como un silencio que ella misma decide utilizar.
Era escritora, trabajaba como taquigrafía en los años cincuenta, era explícitamente contraria al matrimonio, son todas transgresiones, ¿no? Que de pronto la sociedad le estuviera diciendo celosa y loca de amor, creo que se le debe haber caído el pelo.
Más que escuchar la voz de los jueces o de la prensa, querías escucharlas a ellas. ¿Qué te revela Corina Rojas, que manda a matar a su marido?
En 1916 empezaban a organizarse las mujeres y el caso generó temores respecto de lo que feminismo podría provocar.
Corina se casó con un hombre aristócrata mucho mayor, y fue criada con la idea de conseguir la felicidad absoluta en el matrimonio, cosa que no ocurrió.
Ella lo veía en los folletines y en el cine, la idealización del amor romántico. Era muy joven, tenía cuatro hijos y se vio atrapada, entonces entabla una relación con otro hombre, se les ocurre el plan de asesinar al marido y contratan a un sicario.
La primera película en la historia de Chile es sobre su crimen y también el primer caso de censura.
La prensa la describió como una mujer de naturaleza ardiente e impulsiva, un alma hambrienta de placeres, su intimidad fue totalmente revelada…
Son los temores respecto al deseo femenino. Ella tenía un amante y eso revelaba una realidad que resultó aterradora, aunque finalmente la califican como enferma de histeria nerviosa.
Es fascinante ver cómo el discurso médico hace un diagnóstico para normalizarla. La palabra histeria viene de hístero, útero, es una enfermedad femenina. Pero el hecho de que haya sido víctima de un arrebato, no le redujo el castigo y es condenada a muerte, fue la primera mujer del siglo XX con esta sentencia en Chile.
Al final es indultada y es conmovedor, porque encontré una serie de cartas donde distintas organizaciones de mujeres piden que se la indulte, cosa que es aceptada bajo el argumento de que así podría volver a su casa y cuidar a sus hijos, ser la madre que debía ser.
En el caso de Rosa Faúndez, no le creían que fuera capaz de haber estrangulado y desmembrado a su hombre…
Como fue muy violento, cuando ella confiesa, nadie le creyó y su crimen solo se volvió verosímil cuando empezaron a decir que no era una mujer como cualquier otra, era una mujer masculina, con una fuerza inusual, que además trabajaba como suplementera y que a los 32 años no tenía hijos, así se le quita a su ser femenino la posibilidad de la violencia.
Si en María Carolina eran los celos y en Corina la histeria, en Rosa fue la masculinidad. En entrevistas que dio a la prensa ella dice 'fui yo y soy mujer', eso era demasiado para la época.
¿Por qué lo mató?
La prensa plantea que estuvo dominada por la cólera, porque el marido le habría quitado el dinero de su sueldo para pasárselo a una amante.
Si uno revisa la sentencia y los diarios, se menciona muchas veces que el marido la golpeaba, pero como eso era parte de la patria potestad respecto de las esposas, ni remotamente fue considerado como una defensa, cosa que hoy sería distinta.
¿Por qué lo mató? No pretendo desentrañar la causa, porque es muy subjetivo, sólo hago algunas conjeturas, la prensa lo llamó cólera, pero uno podría decir que fue autodefensa.
El último caso es brutal, Teresa Alfaro asesina consecutivamente -con mata ratas en las mamaderas- a los tres bebés y también a la madre de la dueña de casa para que la trabajaba como empleada doméstica. ¿Qué dirías de ella?
Una vez más se dice que la mujer estaba loca, celosa de la vida de su patrona y de su relación de pareja. Pero al examinar la sentencia, uno se podría preguntar ¿qué supuso para ella ser empleada puertas adentro en términos de clase y desigualdad?.
Teresa Alfaro fue presionada a abortar tres veces y los peritajes lo confirman, pero es algo periférico para los magistrados. Quise rescatarlo para desentrañar otros elementos sobre el caso, que no tienen que ver con justificarla a ella ni a sus crímenes.
Se dijo que estaba loca, punto, pero en muchos momentos le preguntaron qué sentía y ella respondió que sentía rabia, porque entraba el perro a la casa y ensuciaba, porque le acusaban de robar y no había robado. Y a mí me interesaba escucharla. En general a las mujeres criminales no se las escucha, se escucha el relato de la sociedad, simplemente.
Algo común en estas homicidas es que cumplieron penas muy reducidas en relación a sus crímenes, dos se libraron del fusilamiento a través del indulto y como dices en el epílogo: "Fusilar a una mujer homicida (...) vendarle los ojos y conducirla al paredón bajo la mirada atenta de periodistas y curiosos, supone reconocer que esa mujer existe y es responsable de sus actos. (...) ¿por qué no fueron castigadas?
Estoy en contra de la pena de muerte, sobra aclararlo, pero en el caso particular de estas mujeres, es fascinante la relación entre el perdón y el indulto.
Perdonarlas es finalmente decir que en realidad no eran tan peligrosas, que no suponían una amenaza, que se arrepintieron o no quisieron hacer lo que hicieron. Pero el castigo no solamente funciona a nivel penal, porque la sociedad también castiga y estas mujeres son más castigadas que nadie.
Su castigo no termina. Y la razón por la que se les castiga es por la transgresión de género.
En tu primera novela, La resta, narras a tres jóvenes en el Chile post Pinochet, ¿cómo has vivido estos días de estallido social?
Han sido días de una intensidad política que no me había tocado vivir y que realmente me ha atravesado.
Ha sido muy impactante a nivel personal ver militares en las calles, ha despertado recuerdos de mi infancia que tal vez tenía bloqueados y ha sido durísimo, indignante y muy triste constatar la violencia con la que actúan los militares contra quienes legítimamente se manifiestan.
Pero ha sido también muy poderoso ver cómo se inicia un nuevo momento político en las calles.
Hay rabia y hay alegría, todo junto, todo revuelto.
¿Era para ti esperable lo que ha ocurrido?
No me imaginaba algo de estas dimensiones pero había muchas señales: la desigualdad estructural, los escándalos de corrupción, la colusión entre empresas, el alza en el costo de la vida y también las decenas de marchas de los últimos años: feministas, estudiantes, tercera edad, todos exigiendo un cambio profundo.
Se venía anunciando este momento. Quienes no lo quisieron ver estaban totalmente desconectados. Los treinta pesos fueron la gota que rebalsó un vaso repleto hacía años.
¿Qué percibes en la calle?
Hay mucha rabia, por un lado, porque son años de despojo y de precarización. Hay hartazgo y cansancio y también indignación hacia una clase política tremendamente miope.
Y justo cuando el panorama parecía más desolador, entre el cambio climático y la crisis económica que se anuncia, justo estalla este momento político que permite imaginar otro escenario, otro futuro. O, al menos, algún futuro frente a la nada o la cancelación del futuro que ofrece un neoliberalismo que ha devastado tanto el país como millones de vidas.
¿Desde tu punto de vista, qué debiera pasar ahora?
Debería haber responsabilidades políticas y jurídicas por las violaciones de derechos humanos. Y a nivel más profundo, una transformación radical de nuestro orden político, incluyendo un cambio de constitución que permita desatar el nudo que amarró el neoliberalismo y lo volvió inamovible.
Necesitamos recuperar los derechos sociales que se privatizaron, nacionalizar recursos naturales y repensar el Estado para enfrentar un nuevo momento nacional e internacional.