El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el de Irán, Hassan Rouhani. (Foto: AFP)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el de Irán, Hassan Rouhani. (Foto: AFP)
Virginia Rosas

Ha pasado más de un año desde que decidió retirarse de los acuerdos de Viena del 2015 sobre el programa nuclear de  para acrecentar las sanciones económicas con la intención de asfixiar la economía de dicho país y obligar a Teherán a sentarse a negociar un nuevo acuerdo.

Al parecer el inquilino de la Casa Blanca puede esperar sentado. El ayatola Jamenei no ha dado muestras aún de sentirse acorralado. Más bien anunció sonriente que, dada la situación, reanudará el funcionamiento de las centrífugas que producen uranio enriquecido y multiplicó acciones destinadas a demostrar que sigue siendo la mayor potencia regional del Medio Oriente. 






El sábado 14 se produjo en Arabia Saudita un ataque de una dimensión inesperada, que tanto Riad como Washington han calificado como “un acto de guerra”: fueron bombardeados la refinería de Abqaiq y los yacimientos petroleros de Khurais, lo que significó una reducción del 50% de la producción de crudo saudí.

Según Riad, se utilizaron 18 drones y siete misiles de crucero. Y aunque los rebeldes hutíes de Yemen se atribuyeron la acción, tanto saudíes como estadounidenses apuntan a que se trata de un ataque orquestado por Teherán, aunque no haya suficientes pruebas para determinarlo.

Puedo decirles que fue un ataque muy fuerte y nuestro país podría fácilmente responder con un ataque aún más fuerte”, dijo el presidente estadounidense, quien no se aventuró a asegurar que fuera un ataque iraní, sino más bien que “parecía ser un ataque iraní”. La República Islámica respondió que si se tomaban acciones contra ella, respondería inmediatamente con una acción mucho más importante que una simple amenaza.

El régimen iraní, que no se ha retirado aún del tratado de Viena, apuesta a que Trump seguirá haciéndose ‘el muertito’ porque se está jugando su reelección el 20 de noviembre del 2020. En plena campaña no le conviene enfrascarse en un nuevo conflicto cuando, justamente, prometió a sus electores retirar sus tropas de Afganistán, Iraq y Siria. El presidente Rouhani y el líder supremo Jamenei confían en que Trump no será reelegido y podrán retomar el acuerdo tal como se firmó en el 2015.

Y en el camino, los europeos van mostrando su debilidad, pues por más que no se hayan retirado del tratado, poco o nada han podido hacer para impedir o contrarrestar las fuertes sanciones impuestas por Estados Unidos.

Pero mientras tanto, Teherán lleva a cabo una campaña de presión que le permite reforzar su imagen ante su propia opinión pública, así como acumular capital político suficiente para sentarse a negociar cuando considere que las condiciones estén a su favor.

El régimen iraní tiene prisa, pues en febrero del 2020 habrá elecciones legislativas y las rivalidades internas afloran entre los que prefieren esta estrategia de escaladas controladas y graduales y los halcones, que prefieren un enfrentamiento más abierto.

En este ‘tour de force’ cualquier cosa puede pasar, pues basta una bravuconada de más, una palabra mal interpretada o un manejo desquiciado –al purísimo estilo Trump– de la crisis para que estalle un conflicto grave en la región.

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