El pintoresco pueblo colonial de San Cristóbal de las Casas, en las montañas de Chiapas, sur de México, está lleno de recordatorios del movimiento indígena rebelde que hace 20 años sacudió con violencia a la región y la puso ante los ojos del mundo.
Turistas y simpatizantes que llegan a Chiapas todos los años beben mojitos en el bar Revolución, visitan comunidades zapatistas guiados por hombres y mujeres enmascarados, y compran recuerdos con la imagen del Subcomandante Marcos, quien con su pasamontañas y pipa capturó la imaginación de los izquierdistas.
Pero 20 años después de que Marcos lideró un ejército de indígenas armados en una “declaración de guerra” contra el Gobierno mientras México abría sus fronteras al libre comercio, los zapatistas han básicamente desaparecido del foro público y Chiapas sigue siendo uno de los estados más pobres del país.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional, llamado en honor al revolucionario Emiliano Zapata, combatió por 12 días con militares con un saldo de 145 muertos, al tiempo que causó preocupación entre los inversionistas.
Pero hoy corre peligro de caer en el olvido.
El carismático y misterioso Marcos, que en el tope de su popularidad apareció en una revista de Benetton, se presentó en público por última vez en el 2006, cuando recorrió al país a caballo. Y para el 20 aniversario de su movimiento, prohibió el acceso de la prensa.
“Es diciembre del 2013, hace frío como hace 20 años y, como entonces, hoy una bandera nos cobija: la de la rebeldía”, dijo Marcos en un extenso comunicado publicado esta semana y en el que atacó a los “criminales de la política mexicana”, al neoliberalismo y a los medios, a los que acusa de ser “pagados”.
Los indígenas mayas de la región han visto mejoras, como más ayuda oficial, luego de que el movimiento fue catapultado a la atención pública mundial. Pero muchas de sus demandas, entre ellas la de más autonomía, no se han cumplido, y pese a algunas reformas los zapatistas suspendieron el diálogo con el Gobierno.
En cinco municipios han creado su propio sistema de justicia, salud y educación. Neil Harvey, autor de “The Chiapas Rebellion”, estima que unas 150.000 personas viven en la zona zapatista, donde han mejorado los derechos de las mujeres, se ha prohibido el alcohol y se han creado escuelas en idioma maya.
EL MOVIMIENTO SIGUE FUERTE
En su comunicado, Marcos admitió que puede haber percepciones de poco avance del movimiento, pero señaló la apertura de un proyecto de educación internacional sobre el movimiento demuestra su relevancia.
“Si las condiciones de las comunidades indígenas zapatistas están igual que hace 20 años y nada se ha avanzado en su nivel de vida, ¿Por qué el EZLN como lo hizo en 1994 con la prensa de paga se “abre” con la escuelita para que la gente de abajo vea y conozca directamente (…) lo que hay acá?”, afirmó.
Allegados al movimiento dicen que está tan fuerte como siempre, pero que ha dejado la atención pública para enfocarse en el trabajo diario y en reevaluar sus pasos.
“Se ha construido desde abajo una forma de vivir y gobernarse en que se ejerce cotidianamente el poder político y la democracia radical”, dijo Gustavo Esteva, un activista que asesoró al movimiento en negociaciones de paz con el Gobierno.