El primer caso del más reciente brote de ébola, el más mortífero de la historia, se registró en Guinea Conakry a fines del 2013 y el virus no demoró en saltar a dos países limítrofes, Liberia y Sierra Leona.
Ya con el ébola convertido en la mayor alarma mundial de los últimos años, la enfermedad ha matado a más de 4.500 personas en las tres naciones del extremo occidental de África con las que se ha ensañado.
No es casualidad, como ha hecho hincapié el diario español “El Mundo”, que estos tres países se encuentren dentro de la lista de los 15 estados con menos personal médico por habitante o entre las 10 naciones con la tasa de mortalidad materna más alta del mundo.
La precariedad del sistema sanitario, con infraestructura inadecuada y personal insuficiente, contribuye a la propagación de la epidemia. Este desastre humano es uno más en la lista de desgracias que se han abatido sobre estos tres países en los últimos tiempos.
1. Liberia, marcada por dos guerras civiles y una mujer que hizo historia.
Pocos son los países que pueden preciarse de tener un gobernante que es Nobel de la Paz. Liberia es uno de ellos. Su presidenta Ellen Johnson-Sirleaf recibió la distinción en el 2011 por su lucha no violenta por la seguridad y los derechos de las mujeres africanas.
Cinco años antes se había convertido en la primera mandataria elegida en el continente negro. Aquel 2006 recibió un país agotado y destrozado por dos guerras civiles, la primera entre 1989 y 1996 y la segunda entre 1999 y el 2003. Sumando ambos conflictos, se calcula que perecieron más de 200 mil liberianos.
Solo con la caída del dictador Charles Taylor –hoy sentenciado por La Haya a 50 años de cárcel por crímenes de guerra– y su destierro a Nigeria pudo encontrar el país cierta paz.
La república más antigua de África –declaró su independencia nada menos que en 1847– se puso de pie a duras penas. En el 2008 la ONU destacó que la situación política se mantenía estable, que la economía crecía y que los progresos en términos de seguridad eran visibles.
No obstante, los miles de desplazados internos y refugiados por la guerra continúan siendo un problema, mientras que la inseguridad alimentaria y el desempleo siguen acosando a este país de 4 millones de habitantes.
2. Sierra Leona y sus diamantes de sangre: riqueza y perdición de una nación.
Desde su independencia en 1961, esta nación ha estado marcada por crisis entre las distintas etnias que la habitan, agravado todo ello por la explotación de sus ricas minas de diamantes para la financiación de los ejércitos tanto de los rebeldes como del gobierno.
Ya que por las vías oficiales los africanos parecen no tener voz, en el 2006 el mundo supo –a través del filme “Diamante de sangre” protagonizado por Leonardo DiCaprio– algo de la lógica bajo la que opera la frenética búsqueda de estas piedras preciosas en zonas en conflicto.
Fueron justamente estos diamantes los que estuvieron en el centro de la guerra civil que asoló Sierra Leona desde 1991. Veinte mil muertos después y con el apoyo de la comunidad internacional, en el 2002 se puso fin a las hostilidades.
En los últimos años, Sierra Leona –con una población de 6’190.000– tomó medidas para alejarse de esta imagen de país bélico. De lo que no pueden librarse hasta hoy miles de sierraleoneses es de buscarse el mísero sustento diario a través de la búsqueda de piedras preciosas.
3. Guinea Conakry, entre la inestabilidad política y la miseria social.
El drama de este país de 10 millones de habitantes repite el de varios otros en el continente: rico en minerales –que incluyen bauxita, diamantes y oro– y con la mayoría de su población debajo del umbral de la pobreza.
Si bien no ha sido sacudido por guerras civiles en los últimos tiempos, la inestabilidad política sigue marcando el destino de la llamada Guinea francesa. La muerte de su jefe de Estado en el 2008 desató luchas intestinas y protestas en las calles ferozmente reprimidas que parecieron calmarse en el 2010.
Apenas siete meses después de tomar las riendas del país, el presidente Alpha Condé sufrió un intento de golpe de Estado en julio del 2011. Salió ileso y continúa al frente, en medio de sobresaltos y de esfuerzos, vanos por ahora, de “reintegración nacional” como prometió al asumir.