Los reos uigures se sentaron en filas uniformes, cruzados de piernas en posición de loto, con la espalda bien erguida, números y etiquetas, y miraron un programa de televisión en blanco y negro sobre la historia del Partido Comunista Chino.
Se encontraban en una de las aproximadamente 240 celdas que se cree hay en tan solo una sección del Centro de Detención Urumqi Número 3 en Dabancheng, al que periodistas de la Associated Press tuvieron acceso durante una visita auspiciada por el gobierno en la región de Xinjiang, al extremo occidental de China. Es el centro de detención más grande de China, y posiblemente del mundo, un complejo que ocupa un terreno que es dos veces el de la Ciudad del Vaticano. Un cartel en la entrada lo identifica como un “kanshousuo”, un centro para personas que esperan juicio.
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Las autoridades chinas se negaron a decir cuántos reos había allí, afirmando que el número varía. Pero la AP calculó que el centro puede alojar hasta 10.000 personas, en base a imágenes satelitales y las celdas y los bancos vistos durante la visita. Muchas más si las amontonan. La AP fue la primera organización noticiosa occidental que tuvo acceso al centro.
El lugar hace pensar que China piensa seguir arrestando a uigures y miembros de otras minorías musulmanas. Imágenes satelitales indican que en el 2019 se añadieron estructuras de casi un kilómetro y medio (una milla) en el centro de Dabancheng.
China dice que su detención de un millón de personas de minorías, si no más, en los últimos cuatro años es parte de una “guerra contra el terrorismo”, motivada por algunos atentados de un pequeño grupo de extremistas uigures. Uno de los aspectos más polémicos de esta campaña es el empleo de “centros de capacitación” vocacional, descritos por exdetenidos como brutales campos de concentración.
Blanco de fuertes críticas internacionales por estas detenciones, China dijo en el 2019 que todos los ocupantes de esos centros se habían “graduado”. Pero la visita de la AP a Dabancheng, imágenes satelitales y entrevistas con expertos y exdetenidos indican que, si bien muchos de los “centros de capacitación” han cerrado, otros fueron convertidos en prisiones o centros de detención a la espera de un juicio. Además, se construyeron muchas instalaciones nuevas, incluido un centro de detención de 35 hectáreas cerca del Nro. 3 en Dabancheng, construido en el 2019, de acuerdo con imágenes satelitales.
El objetivo parecería ser pasar de un sistema medio improvisado de “centros de capacitación” extrajudiciales a un sistema más permanente de prisiones y centros de detención a la espera de juicio legales. Mientras que algunos uigures fueron liberados, otros simplemente fueron trasladados a esta nueva red carcelaria.
Investigadores aseguran que personas inocentes son enviadas a centros de detención por cosas como viajar al exterior o asistir a encuentros religiosos. Darren Byler, antropólogo que estudia a los uigures en la Universidad de Colorado, expresó que muchos reos no cometieron “delito alguno bajo ningún concepto” y que son sometidos a farsas judiciales sin el debido proceso.
”Estamos pasando de un estado policial a uno de encarcelaciones masivas”, dijo Byler. “Criminalizan comportamientos normales”.
Durante la visita de abril al Nro. 3 de Dabancheng, los funcionarios insistentemente trataron de tomar distancia de los “centros de capacitación” que según Beijing han cerrado.
”No hay conexión alguna entre nuestro centro de detención y los centros de capacitación”, declaró el director de seguridad pública de Urumqi, Zhao Zhongwei.
A pesar de las desmentidas oficiales, no obstante, hay indicios de que el Nro. 3 es, efectivamente, un campo de concentración. Una foto de Reuters de su entrada, de septiembre del 2018, revela que la instalación supo llamarse “Centro Urumqi de Educación y Capacitación Vocacional”. Algunos archivos muestran asimismo que el conglomerado Hengfeng Information Technologies logró un contrato de 11 millones de dólares para remodelar el “centro de capacitación de Urumqi”.
Un excontratista que visitó la instalación de Dabancheng en el 2018 declaró a la AP que es el mismo centro “vocacional” de siempre, convertido en centro de detención en el 2019. No quiso dar su nombre por temor a que su familia sufriese represalias.
El amplio complejo está rodeado por muros de cemento de 7,5 metros (25 pies) de altura pintados en azul, torres de vigilancia y alambres electrificados. Los periodistas de AP pasaron por molinetes que reconocen rostros y vieron guardias con fusiles.
En un rincón del complejo, el director del centro, Zhu Hongbin, golpea una ventana.
”Totalmente indestructible”, comenta.
En un salón del centro hay unas dos docenas de pantallas que el personal de seguridad observa constantemente. Otra pantalla muestra las transmisiones de CCTV, que son las que ven los reos, según Zhu.
”Controlamos lo que ven”, dijo Zhu. “Podemos ver si cometen alguna falta o si pueden lastimar a otros o dañarse a sí mismos”.
Hay 22 salones con computadoras que permiten a los reclusos hablar con sus abogados, sus familiares y con la policía.
No muy lejos hay un salón que ofrece servicios médicos.
Zhao, el otro funcionario del centro, dijo que los reclusos permanecen allí entre 15 días y un año a la espera de sus juicios, dependiendo de la gravedad del delito que se le imputa.
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