Hong Kong. Al cabo de varias horas de extenuantes guardias con pacientes portadores del nuevo coronavirus, Alfred Wong, un médico de Hong Kong, regresa a su habitación de hotel, solo, lejos de su mujer, embarazada. Una cruda historia de cómo ha cambiado la vida para algunos por la epidemia de COVID-19.
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A sus 38 años, se presentó voluntario para sumarse al personal médico de personas afectadas por la nueva neumonía viral, que fueron aisladas.
Para él es una manera de evitar ser llamado a trabajar posteriormente, y no poder asistir al nacimiento de su hija, previsto dentro de dos meses. De momento, para evitar cualquier riesgo de contagio o contaminación, limita al máximo los contactos con su familia.
“Lo único que puedo hacer ahora es protegerme y permanecer lejos de todo el mundo, mi familia y mis amigos”, explica.
Desde que se sumó a principios de febrero a este equipo médico, el doctor Wong duerme en un hotel situado cerca del hospital y, para minimizar cualquier riesgo de contaminación, se ha afeitado la cabeza.
“El mejor regalo que puedo hacer es quizás el de seguir siendo un marido en vida” observa Wong, que se rasca las manos, irritadas de tan frecuentes lavados.
Wong ha previsto celebrar San Valentín con su esposa, pero en el restaurante van a sentarse en mesas diferentes.
Como él, centenares de médicos y enfermeras hongkoneses se hallan separados de sus familias desde la aparición del nuevo coronavirus que ha dejado casi 1.400 muertos en China continental.
En Hong Kong, territorio chino semiautónomo, se han registrado 53 casos de contaminación, y una persona ha muerto.
Material limitado
Aunque estas cifras son muy bajas respecto a China continental, el personal médico está sometido a gran presión en los hospitales, desbordados ya en esta megalópolis de más de 7 millones de habitantes.
Actualmente, en los hospitales públicos de Hong Kong, 60% de las habitaciones de aislamiento están ocupadas por personas portadoras del nuevo coronavirus o por casos sospechosos.
“Debemos visitar a cada paciente dos veces por día, y tenemos tres reuniones diarias con nuestro equipo para evaluar la situación de cada uno”, cuenta el médico, que asegura hablar a título personal.
La falta de material de protección individual (mascarillas, gafas, guantes) añade más presión al ya fuerte impacto psicológico.
Las autoridades hongkonesas han reconocido tener solamente un mes de reservas de mascarillas destinadas al personal médico, e intentan importarlas, pero el contexto internacional ya es de escasez.
"La historia se repite”
Las asociaciones de médicos se preocupan, afirmando que al ritmo actual de estas reservas pueden agotarse antes de lo previsto. Esta falta de previsión del ejecutivo de Hong Kong es muy criticada por el personal médico.
Miles de médicos hicieron huelga a principios de febrero para obtener el cierre total de la frontera con el resto de China.
Ahora, casi la totalidad de los puntos de tránsito han sido cerrados, y cualquier viajero que venga de China continental debe quedar aislado durante dos semanas.
Wong afirma no haberse sumado a este movimiento, que sin embargo apoyó. Lamenta que el gobierno no se haya preparado mejor para este tipo de epidemia ya que, según él, “la historia se repite”.
En 2003, 299 personas murieron en Hong Kong víctimas del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo), provocado por otro coronavirus. Ocho miembros del personal médico fallecieron, entre ellos un joven médico del hospital donde ejerce el doctor Wong.
Wong, que por entonces era estudiante en medicina, dice ahora que no sabe si lamentará haber sido voluntario.
Pero, para él, una cosa es segura: “Alguien debe hacer el trabajo, y nosotros somos las personas formadas para ello”.