Los Juegos de Tokio llegan a su recta final tras haber logrado evitar un brote de contagios dentro de la burbuja olímpica que pusiera en riesgo la competición, pero con el debate abierto sobre su relación con el auge récord del coronavirus en todo Japón.
El COVID-19 era el mayor desafío organizativo que afrontaban los primeros Juegos de la historia desarrollados en medio de una pandemia, y según los anfitriones y el Comité Olímpico Internacional (COI), Tokio 2020 ha logrado superarlo con éxito.
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En todo el archipiélago nipón los contagios están al alza desde semanas antes del evento deportivo y se han disparado en los últimos días, lo que se achaca a la propagación de la variante delta y, según algunos expertos sanitarios, a la celebración de los Juegos.
Un mundo paralelo en Tokio 2020
El estricto protocolo sanitario anti contagios, que incluía la férrea restricción de movimientos de los participantes en los Juegos y su constante testeo, impidió que se produjera ni una sola infección entre los implicados en el evento y la población local o viceversa, según datos de los anfitriones.
Entre las decenas de miles de atletas, representantes de comités, periodistas y otros participantes en los Juegos, se han detectado 404 contagios de coronavirus desde primeros de julio, entre ellos 29 deportistas, y ninguno con cuadro grave.
Además de estar vacunados el 90 % de ellos, los participantes en Tokio 2020 se han sometido a constantes test del virus, quienes más los atletas, de forma diaria. Se han realizado cerca de 600.000 test PCR, de los cuales un 0,02 % arrojaron un resultado positivo.
Estos datos han demostrado “la eficacia” de la estrategia anti-COVID aplicada y han convertido al interior de la burbuja olímpica en “una de las comunidades más testadas, más vacunadas y sometidas a medidas preventivas más estrictas del mundo”, según dijo en la víspera el presidente del COI, Thomas Bach.
La situación en la zona olímpica restringida contrasta con la de todo Japón, donde solo se ha vacunado a un 32 % de la población y en la última semana se han superado los 15.000 contagios diarios, el máximo desde el inicio de la pandemia, a pesar de la emergencia sanitaria declarada en Tokio y otras regiones.
El principal asesor del Gobierno japonés en la lucha contra el virus, el doctor Shigeru Omi, ha afirmado en varias ocasiones que la celebración de los Juegos ha afectado al “sentimiento colectivo” y causado una relajación de los nipones a la hora de respetar recomendaciones de las autoridades como quedarse en casa o evitar las reuniones familiares y de amigos.
El calor de Tokio
Las altas temperaturas y la humedad habituales en verano en Tokio han sido el otro gran quebradero de cabeza durante estos Juegos, pese a que eran un factor muy previsible y que ya había forzado al COI a trasladar a Sapporo (norte) las pruebas de marcha y maratón
Las fuertes quejas de deportistas, entre ellos el número uno del tenis mundial, Novak Djokovic, o la española Garbiñe Muguruza, fueron oídas por los organizadores para retrasar los horarios de la fase final de tenis, después de que la también española Paula Badosa tuviera que retirarse del torneo por un golpe de calor.
También se retrasaron horarios de otras competiciones como la final de fútbol femenino o se adelantaron otros como el del maratón femenino debido al calor, anunciados solo unas horas antes en la víspera del evento.
El responsable ejecutivo de Tokio 2020, Hidemasa Nakamura, justificó estas decisiones de última hora señalando que los anfitriones “han tratado de ser flexibles y adaptarse a las circunstancias”, además de “escuchar las voces de los atletas”, en una rueda de prensa este sábado.
El secuestro de la atleta bielorrusa
El momento de mayor tensión diplomática que han deparado estos Juegos se produjo con el intento de repatriación forzada de la velocista bielorrusa Krystsina Tsimanouskaya, quien pidió ayuda a la policía nipona cuando su comité nacional trataba de llevarla de vuelta a su país contra su voluntad.
La atleta, quien temía represalias por haber criticado el régimen de Alexandr Lukashenko, se refugió en la Embajada de Polonia, país que le concedió además un asilo humanitario como ha hecho con otros exiliados bielorrusos, mientras el COI anunció que abría una investigación sobre el caso y Japón evitó involucrarse.
El organismo deportivo internacional decidió después expulsar de los Juegos a dos entrenadores bielorrusos por su papel en lo que la deportista calificó de “intento de secuestro” y no descartó sanciones adicionales contra el comité nacional de ese país, liderado por Viktor Lukashenko, hijo del presidente, y cuyo cargo no reconoce el COI.
Los Juegos han transcurrido por lo demás sin grandes sobresaltos para los organizadores, que decidieron también sancionar o dar toques de atención a deportistas que se saltaron los protocolos sanitarios para dar paseos por la ciudad -algo estrictamente prohibido- o para hacer fiestas dentro de la Villa Olímpica.
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