Estuvo diez días arrestado y, algunos de ellos, fue interrogado y amenazado en la Unidad Técnica Investigativa del Ministerio del Interior en Camagüey, lugar conocido porque allí “todo el mundo canta”. La detención del periodista cubano Henry Constantin fue una de las tantas que el régimen de Miguel Díaz-Canel ha ordenado para sancionar a cualquiera que estuviese ligeramente involucrado en las multitudinarias marchas en contra de la dictadura del 11 de julio.
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Pero Constantin –director del portal independiente La Hora de Cuba y vicepresidente regional para Cuba en la Sociedad Interamericana de Prensa– solo fue a cubrir el evento e igual tiene que pagar con reclusión domiciliaria, y ahora espera el un juicio por desorden público. Desde allí y con una mirada más distante de lo sucedido el 11J y sus repercusiones, se dio un tiempo para charlar con El Comercio.
- Se dice que las marchas del 11J marcan un antes y un después para el gobierno cubano. ¿Dirías que también para los ciudadanos?
Sí, definitivamente. Quizás hubo otros antes y después para pequeños grupos, pero el 11 de Julio marcó a todo el país, marcó la consciencia de quiénes somos y cuáles son nuestras características. Antes, cuando los cubanos de a pie hablaban de la situación que vivía el país, decían que éramos cobardes, carneros. Esa parte de nuestra idiosincrasia, ese rasgo que adquirimos en los últimos decenios, se rompió por completo.
– En ese sentido y ahora que ha pasado casi un mes desde las protestas del 11J, ¿cuáles han sido las implicancias para la ciudadanía?
Hay muchas. Uno siempre se enfoca en las que puede haber para el gobierno, que tiene temor y ya prepara sus mecanismos de represión para evitar otro 11J. Ojalá que ellos se den cuenta que hay que cambiar cosas en la estructura económica del país, en lo que tiene que ver con las libertades. Pero si no ocurriera eso, por lo menos la más grande consecuencia tiene que ver con la mentalidad de los cubanos. El hecho de que miles hayan dejado clarísimo que detestan al actual gobierno y la vida que tienen en este país, convierte a la oposición en la fuerza mayoritaria. Hablo de una oposición sin ponerle apellidos, nombres de partidos o ideologías, sino de esa oposición que no está concentrada en sectores medios, acomodados, cuentapropistas [los que viven de sus propios negocios], artistas o estudiantes, sino en los barrios pobres. En muchos videos se vio a personas de barrios marginales rechazando con fuerza al régimen y hablando de libertad. Ahora que ha pasado un poco de tiempo y mientras están pensando en cómo sobrevivir y evitar la cárcel, los cubanos saben que tienen una gran capacidad de protesta y que pueden poner en jaque a quienes los han oprimido. Esa es tremenda noticia.
– ¿La represión del gobierno no podría ser leída también como la imposibilidad de conseguir un cambio?
La represión está, la dificultad es grande. Mucha gente ha perdido la inocencia, esa de pensar que si protestas pacíficamente te van a tratar pacíficamente. Y, ahora, la represión se va a perfeccionar en función de evitar que vuelva a ocurrir algo como el 11J. El internet, que fue lo que permitió que el mensaje se expandiera, es la primera víctima y lo dificulta todo. Pero creo que, aun teniendo en cuenta el inmovilismo y que esto no vuelva a ocurrir en cien años, existe la posibilidad de que los de arriba se den cuenta que, si no hacen nada, los de abajo van a volver a estallar. Los pronósticos no los hago yo. Estamos los que tenemos una vocación de resistir pacíficamente, pero muchos no están dispuestos a ser maltratados dos veces seguidas sin devolver lo que reciben, sobre todo los que vienen de los barrios más pobres.
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–Se suponía que Miguel Díaz-Canel quería hacer más fácil el acceso a Internet de Cuba para “informatizar a la sociedad”. ¿No funcionó su estrategia?
Dudo que Díaz-Canel haya sido el responsable de mejorar el acceso del internet. El perfil que él irradia es de una persona obediente. ¿A quién? No se sabe. Él dice que es a Fidel Castro, pero todos pensamos que es a la familia que, según las evidencias circunstanciales, gobiernan Cuba. En todo caso, el internet se les volvió en contra a los dueños del internet en la isla, a Etecsa [Empresa de Telecomunicaciones de Cuba], que es el monopolio de las comunicaciones en Cuba y cuyo presidente es Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, exyerno de Raúl Castro. Los dólares que entran a Cuba por el internet son demasiados para prescindir de ellos y estoy casi seguro, y lo dije cuando estuvo apresado, que ellos no pueden soportar las crisis económicas privándose de los millones de dólares que cobran por el internet más caro del mundo.
–Entonces, ¿reestablecerlo también es una jugada económica?
Sí, estoy seguro. Puede que hayan otras razones circunstanciales, secundarias, como que muchos de ellos tienen familiares fuera de Cuba y cortar el internet es casi cortar la comunicación diaria con ellos. Pero creo que el motivo principal es que, al cortarla, quienes migraron van a dejar de recargar las cuentas de sus familiares y de cartas y llamadas telefónicas no se consiguen tantos dólares. El tema económico es vital. Por ejemplo, después del 14 de julio, una de las primeras entidades del Estado que volvieron a operar fue la aduana, que declaró que los viajeros ya podían importar alimentos, medicinas y artículos de higiene libre de limitación. Luego, llegaron donaciones del extranjero que el Ministerio de Comercio Exterior empezó a repartir. Y también se sumó fue Etecsa, que regaló a varios usuarios un gigabyte de internet para que navegaran gratis. Esos fueron los únicos, y es sintomático.
- Pensemos en la formación de la opinión pública y que el Estado tiene el monopolio de la información. ¿Dónde se informan los cubanos?
Prácticamente nadie lo hace con los medios del Estado. Aunque, a veces, cuando no hay familiares que les cuenten lo que sucede a las personas mayores, como mi papá, que tienen una barrera cultural con el manejo de celulares y del internet, lamentablemente, terminan recurriendo a la prensa y televisión estatal. Pero la juventud, los profesionales, cuentapropistas, están desconectados de esas vías y se nutren de Facebook, WhatsApp, Telegram y, algunos, de Instagram. Ahora bien, también hay un gran sector de personas desconectadas por completo. Ahora que estuve en el calabozo conocí a muchas personas pobres que no tenían cuentas de Facebook y otros que ni tenían teléfono. Ellos se enteran de las cosas por las amistades, que cuentan lo que vieron. Esto último fue lo que pasó en el 11J.
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- De vez en cuando, el asunto cubano vuelve a ser titular en Latinoamérica cuando algún político dice que no es una dictadura o, en todo caso, que es una democracia. ¿Qué sientes cuando escuchas esos comentarios?
A veces me da muchas ganas de reír, otras de llorar. Estoy seguro que quienes lo dicen no han vivido en Cuba y han consumido bastante de la propaganda del Estado, que gasta cantidades de dinero no reveladas, pero grandes, en materia de diplomacia y propaganda. A eso hay que sumarle que tienen el monopolio de absoluto de los medios. Tener uno como el que yo dirijo, significa estar solo en internet y ser perseguidos, arrestados. Si tienes eso en cuenta, es fácil entender que existan personas que hagan esas afirmaciones. Pero Cuba es una dictadura. Somos un país que no eligió al Partido Comunista, que se nos fue impuesto por alguien que, de hecho, triunfó en una guerra y no en elecciones. Fidel Castro jamás se atrevió a competir en elecciones. Con eso en mente, es imposible decir que esto es una democracia, porque incluso las personas que van a votar están amenazadas: si se pronuncian en contra del candidato único oficial, pueden perder el trabajo. La nuestra es una dictadura especial, no una de esas clásicas de derecha en las que había margen de acción para el individuo y márgenes de pensamiento libre. Esta es una dictadura totalitaria en donde el ciudadano no solo está gobernado por una misma persona, sino que solo puede trabajar en las empresas de esa persona, solo puede ir de vacaciones a los lugares de esa misma persona, y solo puede comprar libros o ver televisión producidos por esa misma persona. Esto se ha venido desmoronando un poco en el siglo XX y se aceleró con el internet que permite que la gente vea el otro lado de la historia, que sepan que lo suyo no es un problema personal sino nacional. Pero la situación no ha dejado de ser así.
- El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no fue ajeno a las protestas del 11J y anunció varias sanciones. Además del bloqueo económico que ya lleva varias décadas, ¿te parece una buena forma de enfrentarse a la dictadura?
Las sanciones son todas dirigidas a personas que se dedican a reprimir al pueblo, que han encarcelado a muchos en los últimos días o, por lo menos, que dieron las órdenes. Son ministros, viceministros, jefes de la policía, que en Cuba son considerados como de otra categoría. En ese sentido, la gente común no ha sido dañada, a excepción de los tres o cuatro familiares más cercanos a ellos. Pero son sanciones que tampoco les perjudican mucho porque ellos solo viajan a países aliados como Venezuela, China o Nicaragua. Además, no tienen cuentas en bancos en ningún lugar decente del mundo y dudo, incluso, que tengan en Cuba. Por eso es que no creo que esas penalidades afecten demasiado al régimen. Son simbólicas, como para dejar en claro que la represión no está bien.
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