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Redacción EC

. No se puede combatir el fuego con hielo. Esa es una gélida realidad con la que tienen que lidiar los funcionarios de la seguridad pública de  mientras el frío extremo sigue azotando gran parte del país. La rotura de caños troncales debilita la capacidad de las tomas de incendio. El agua que llevan los bomberos en sus camiones llega a congelarse. Las bombas se traban. Los bomberos se resbalan y caen.

Los plomeros tienen los problemas obvios de las bajas temperaturas (las cañerías estallan), al igual que los automovilistas (las baterías fallan), los ingenieros (el metal se quiebra) y los médicos (el frío hace doler las articulaciones, los huesos se rompen con las caídas). Es el precio que se cobra el frío.

Cuando la temperatura del aire desciende debajo de cero, las piezas fallan y la gente se desespera. El frío extremo puede convertirse en un serio problema para una ciudad y para una especie, la humana, preparadas para funcionar a temperaturas más moderadas.

"Cuando las cosas se enfrían mucho, cambian -dice John Jarrell, presidente de Materials Science Associates, de Rhode Island-. Cambia la naturaleza de los materiales, y los sistemas que fueron diseñados para funcionar a temperaturas normales se ven sobreexigidos".

Hay evidencias por todas partes. Las cuadrillas trabajan a destajo para reparar un número récord de caños troncales rotos: casi 80 reclamos en Maryland. La empresa de aguas de Washington trabajaba para reparar otros 50. Los plomeros están desbordados: estallidos de caños en casas, departamentos y oficinas. Más de 5000 automovilistas de los distritos de Columbia, Maryland y Virginia pidieron socorro, en su mayoría por fallas en las baterías y pinchaduras de neumáticos.

El frío también le pasa factura al cuerpo, y a veces las personas son cómplices del problema, como les sucedió a los jóvenes del condado de Loudoun, Virginia, que al comienzo de esta semana cayeron en aguas hipotérmicas por conducir su camioneta sobre el hielo, o el patinador que se rompió el codo en el canal C&O.

Pero algunos fueron víctimas del frío sin comerla ni beberla. Las articulaciones, en especial las de quienes sufre de artritis, duelen más cuando el frío es extremo, tal vez porque la baja presión hace que los tejidos se inflamen.

Fue un saldo negativo en término de pérdidas materiales, padecimientos humanos y rutinas desbarajustadas para una semana en la que no nevó significativamente ni hubo fuertes vientos. No fue ni más ni menos que aire gélido.

"Estoy tan harta de tener frío... ¡Y recién empieza!", se lamentaba Julie Ann Pixler, exproductora de C-SPAN, en el muro de Facebook de The Washington Post.

Los principales culpables del frío son las leyes de la física. El frío extremo hace que la mayoría de los materiales -como los caños plásticos y las piezas de metal- se vuelvan menos flexibles y más frágiles. Por otra parte, cuando el agua se congela, aumenta de volumen, lo que genera un perfecto escenario de estallido de cañerías.

A su vez, las reacciones químicas tienden a ralentizarse cuando hace frío, lo que debilita la potencia de las baterías de los vehículos. El aceite se espesa y las piezas de metal congeladas se contraen en proporciones diferentes, con lo cual a las ya debilitadas baterías se les hace aún más difícil poner en marcha el motor. Nada funciona como debe.

Chris Kamienski, así como el resto de los bomberos de los alrededores de Washington, saben lo engañosos que son el invierno y el agua. Kamienski señala la palanca del "cambio de bomba" que está debajo del volante la autobomba 101, palanca que usará para mover el agua cargada en su camión para que no se congele. El hielo también puede atascar sus escaleras extensibles. Las mangueras congeladas no se dejan enrollar.

En el acueducto de Washington hay cuadrillas batallando con las aguas congeladas del Potomac, perforando el hielo con barras de hierro cerca de la toma de agua principal, para que no se corte el suministro de la ciudad.

Fuente: La Nación, GDA

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