Donald Trump vuelve a situarse en el ojo de la tormenta. El anuncio de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, la demócrata Nancy Pelosi, sobre el inicio de un juicio político contra el mandatario por haber ejercido presión sobre su par ucraniano con la intención de verse favorecido en las próximas elecciones es, probablemente, el más duro que enfrenta en su novel vida política.
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El impeachment es un recurso que puede ser ejercido por el Congreso de Estados Unidos cuando este establece que el presidente “debe ser destituido de su cargo si es acusado de y condenado por traición, soborno, u otros crímenes o delitos graves”, según la legislación estadounidense.
En ese sentido, el recurso ha sido activado únicamente en dos oportunidades en la historia estadounidense.
El primer caso fue el de Andrew Johnson, el 17mo presidente de Estados Unidos había iniciado su gestión el 15 de abril de 1865 y para el 3 de marzo de 1868 ya enfrentaba el juicio político acusado de “altos crímenes y delitos menores” detallados en un informe de 11 páginas.
El caso, en realidad, tuvo mayor relación con la disputa existente entre la Presidencia y la Cámara de Representantes por la visión que ambos tenían sobre el país tras la Guerra Civil. El acto que desencadenó el proceso fue el intento de Johnson por despedir a Edwin Stanton, secretario de Guerra.
Johnson fue absuelto el 16 de mayo, luego de que el Senado obtuviera un voto menos de los necesarios para alcanzar las dos terceras partes. El veredicto se sometió a dos nuevas votaciones en los días posteriores y el resultado fue exactamente igual. Johnson se había salvado por un voto.
Cronológicamente, el segundo caso de una amenaza de impeachment es el de Richard Nixon. Aunque en este caso el juicio político no se llegó a concretar.
En febrero de 1974 la Cámara Baja ordenó investigar los cargos relacionados famoso caso Watergate y sus vínculos con Nixon. Cinco meses después, la comisión encargada del proceso determinó que se debían presentar tres cargos contra el mandatario: por obstrucción de la justicia, abuso de poder y desacato al Congreso.
Sin embargo, el juicio político nunca se llegó a realizar porque Nixon renunció al cargo el 9 de agosto de 1974, poco antes de que la Cámara de Representantes votara. ¿La razón? La difusión de un audio borraba toda duda sobre la implicación del mandatario en el caso Watergate.
Catorce años después, en 1998, el demócrata Bill Clinton fue el protagonista de un juicio político. En este caso, la Cámara de Representantes se encargó de iniciar el proceso tras varios meses en los que la relación extramarital que Clinton mantenía con Mónica Lewinsky desatara una enorme polémica.
Pero el cargo no se sostenía sobre la vida privada o relaciones que mantenía Clinton, sino que enfrentaba cargos por perjurio y obstrucción a la justicia luego de que en enero negara ante un fiscal federal que mantenía una relación con la practicante para luego, en agosto, admitir la relación.
El juicio duró cuatro semanas, del 7 de enero al 12 de febrero de 1999, y el resultado fue favorable para Clinton: la absolución. En cuanto al perjurio, solo 45 representantes votaron en su contra, mientras que 50 lo hicieron por el cargo de obstrucción, en ambos casos se necesitaban 67 votos para condenarlo.