Un McDonald’s de Tampa, Florida, ofrece U$50 solo por presentarse a una entrevista de trabajo.
Mientras, Delta Air Lines tuvo que cancelar un centenar de vuelos por falta de personal.
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Los carteles de oferta de empleo proliferan en muchos lugares de Estados Unidos, pero algo extraño está pasando.
Después de que el golpe inicial de la pandemia de coronavirus y las restricciones que obligó a imponer dispararan el desempleo a niveles históricos, ahora que la situación ha mejorado y avanza la vacunación, muchos negocios se topan con un problema inesperado: no encuentran candidatos para cubrir sus puestos vacantes.
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Según la Federación Nacional de Negocios Independientes, un 40% de los empresarios a los que se encuestó en febrero dijeron que no habían encontrado trabajadores para desempeñar nuevos empleos.
Bill Dunkelberg, economista jefe de esta asociación empresarial, afirmó que “encontrar trabajadores cualificados se ha convertido en una cuestión crítica para las pequeñas empresas en todo el país”.
Carlos Gazitua, presidente de la cadena de restaurantes Sergio’s en Florida, es uno de los que dice sufrir el problema.
“Ahora mismo todos mis empleados están trabajando 6 ó 7 días a la semana porque nos falta personal”, le contó a BBC Mundo. “Las cosas han llegado a un punto en el que cuando llega una solicitud los gerentes saltan de alegría, pero luego resulta que los candidatos no se presentan a la entrevista”.
Asegura que necesita completar con 80 empleados su plantilla actual de 400 y que la falta de personal le ha obligado a cerrar ocasionalmente algunos de sus restaurantes o dejarlos solo para servicio a domicilio.
“Hemos dejado de ganar un 20% o un 25% de lo que podríamos estar ganando porque hay demanda que no podemos atender”.
Qué está pasando
Desde que se planteó el problema, las asociaciones empresariales han señalado a un culpable.
A raíz de la crisis de la covid, el gobierno de Joe Biden amplió las ayudas a los desempleados y quienes reúnan las condiciones tienen derecho a recibir US$300 a la semana, que se suman a las prestaciones ya vigentes en cada estado.
Dunkelberg cree que las “crecientes prestaciones por desempleo están manteniendo a algunos trabajadores fuera de la fuerza laboral”.
Katharine G. Abraham, profesora de Economía de la Universidad de Maryland y comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales del gobierno estadounidense entre 1993 y 2001, cree, en cambio, que las ayudas “han jugado un papel menor, porque todo el mundo sabe que no van a durar para siempre”.
“La gente no va a rechazar ahora un empleo y arriesgarse a no encontrar otro más adelante”.
Saru Jayaraman, fundadora de “Un Sueldo Justo”, una organización que reclama mejoras salariales para los trabajadores peor pagados, asegura que llevan “años advirtiendo al sector de la hostelería que los trabajadores lo abandonarían si no subían los sueldos”.
“Es ridículo afirmar que el problema son las ayudas. El año pasado hablamos con 240.000 trabajadores que no pudieron recibirla porque en muchos estados les dijeron que sus sueldos de entre US$2 y US$4 por hora eran demasiado bajos para acceder a la prestación”, explica Jayaraman en conversación con BBC Mundo.
La suya es una de las voces que reclama una subida del salario mínimo en Estados Unidos, una medida que Biden ha incluido en su nuevo paquete de estímulos a la economía que intenta sacar adelante en el Congreso.
El objetivo de Biden es alcanzar un salario mínimo federal de US$15 la hora en 2025 y varios estados ya están revisando al alza los vigentes en su territorio.
El problema de la falta de personal tiene repercusiones negativas en la vida de los trabajadores, tanto los que están en activo como los que no.
Mary Miranda sigue trabajando. Encargada de una tienda de ropa en Sunrise, Florida, lamenta que, cuando el negocio pudo reabrir tras las restricciones por la pandemia, muchos de sus subordinados no quisieron reincorporarse.
“Los que quedamos tenemos ahora que hacer todas las tareas, también las más físicas. Estoy siempre cansada y últimamente he empezado a sufrir dolores en una muñeca”.
Carissa Shade es de las que no trabaja. Residente en Fletcher, Carolina del Norte, perdió su empleo en marzo a causa de las restricciones. “Desde entonces todo ha sido una pesadilla”, asegura.
En junio se levantaron, pero tuvo que pedir una baja médica para dar a luz y cuando quiso regresar se encontró con que la compañía había decidido prescindir de ella. Desde entonces su familia se mantiene con el salario de su pareja y algunas ayudas públicas para la alimentación de sus cuatro hijos.
A los 18 años empezó a trabajar como camarera y no es la primera vez que se siente vulnerable por su condición de mujer. “En este negocio dependes de las propinas y muchas veces he tenido que aprender a manejar situaciones de exceso de confianza o acoso de los clientes”.
“Si me ofrecieran un trabajo decente, lo aceptaría, pero en el último me pagaban menos de US$4 la hora. No voy a ir trabajar por menos de lo que me cuesta pagar a alguien para que cuide de mis hijos mientras yo no estoy”.
El económico no es el único factor que hace que Carissa Shade prefiera no reincorporarse al mercado laboral.
“En la hostelería siempre estás expuesto a muchos virus”, dice, en alusión a un temor que quizá compartan muchos de quienes rechazan en estos momentos empleos de cara al público.
Cuánto durará esta situación
La economista Abraham se muestra “escéptica” respecto a las quejas de los empleadores que dicen no encontrar empleados.
“Hemos visto en recesiones anteriores en las que cuando las cosas empiezan a mejorar siempre hay un periodo en el que las empresas dicen tener dificultades para contratar”.
“Probablemente, van a tener que aceptar subir los salarios o contratar trabajadores con un perfil distinto al que deseaban”.
Gazitua dice que ya lo está haciendo. Cuenta que a los lavaplatos a los que logra contratar para las cocinas de sus restaurantes les está pagando US$19 por hora, cuando antes de la pandemia los empleados con esa función no solían percibir más de US$12.
Pero muchos empresarios sostienen que la solución no llegará hasta que se moderen o eliminen las ayudas públicas.
“El gobierno tiene que incentivar que la gente vuelva al trabajo”, reclama Gazitua, quien cree que “el problema no es solo una cuestión de dinero, sino también de si la gente quiere servir o no a su comunidad”.
Este empresario aprecia que los duros meses de la pandemia han alterado la escala de prioridades. “Después de este tiempo, mucha gente, sobre todo los jóvenes, se han dado cuenta de que prefieren un trabajo que les permita tener tiempo para estar con su familia que uno en el que ganen mucho dinero pero les exija muchas horas”.
“Ya hay restaurantes que utilizan robots en lugar de camareros y yo lo estoy pensando”.
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