Portugal entró este sábado en el 2022, todavía en “estado de calamidad”, tras un fin de año sin grandes fiestas y con las restricciones impuestas desde hace días para intentar frenar las altas cifras de contagios de coronavirus COVID-19, parte de la quinta ola de infecciones en el país.
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Las celebraciones de Nochevieja fueron reducidas, ya que las medidas impuestas para estos días por el Gobierno exigían test con resultado negativo para entrar en la restauración -sin contar terrazas- y el cierre del ocio nocturno, así como la prohibición del consumo de alcohol en la vía pública y de reuniones de más de 10 personas en la calle.
Sí que estaban permitidas las fiestas en espacios como casinos u hoteles, aunque también bajo presentación de prueba con resultado negativo.
Además, fueron muchos los ayuntamientos, como el de Lisboa y Oporto, que cancelaron sus principales festejos públicos, aunque otras localidades, como Madeira, mantuvieron los fuegos artificiales.
Las restricciones de estos días forman parte del periodo de “contención” anunciado por el Gobierno, que ha llevado desde el 25 de diciembre al cierre del ocio nocturno, el teletrabajo obligatorio y los test en hoteles.
Desde el 25 de diciembre y hasta el 9 de enero es obligatorio presentar un test negativo para entrar en hoteles, bodas y bautizos, espectáculos culturales y recintos deportivos como estadios de fútbol, independientemente del aforo.
El test también es obligatorio para los vacunados, y sólo están exentas las personas que tienen un certificado digital de recuperación porque han pasado el virus en los últimos 6 meses.
También estarán cerradas las guarderías, aunque centenares de escuelas estarán abiertas para acoger a los hijos de los trabajadores esenciales.
El país registra desde esta semana una escalada en el número de infecciones por covid hasta alcanzar récords (este viernes se detectaron 30.829 nuevos contagios y la incidencia se disparó hasta los 1.182,7 casos por cada 100.000 habitantes), aunque la quinta ola se hace notar desde hace semanas.
Sin embargo, las cifras de fallecidos y hospitalizados están muy por debajo de lo registrado en anteriores olas.
Este periodo de “contención” se enmarca en el “estado de calamidad” (un escalón por debajo del estado de emergencia), que entró en vigor el 1 de diciembre y que durará hasta el 20 de marzo para intentar frenar el avance de la quinta ola y la expansión de la variante ómicron.
Conlleva controles en la frontera y en los aeropuertos y la exigencia de certificados para acceder a grandes eventos, gimnasios, alojamientos turísticos y la restauración -a excepción de las terrazas-.
Para entrar en el ocio nocturno se exige test con resultado negativo aparte del certificado.
Según se desarrolle la situación, las autoridades podrían alargar algunas restricciones -ya que se planeaba inicialmente mantenerlas solo hasta los primeros días de enero-, como el control fronterizo o atrasar aún más el inicio del curso escolar infantil, aunque todavía no han precisado cómo procederán.
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