Imagen referencial. Ciudadanos se manifiestan contra los resultados de las elecciones presidenciales en Minsk, Bielorrusia, el 27 de setiembre de 2020. (EFE/EPA/STR).
Imagen referencial. Ciudadanos se manifiestan contra los resultados de las elecciones presidenciales en Minsk, Bielorrusia, el 27 de setiembre de 2020. (EFE/EPA/STR).
/ STR
Agencia EFE

“Este es nuestro barrio, y nosotros decidimos qué pasa aquí”, asegura a la agencia EFE Liudmila. Al igual que ella, miles de ciudadanos en le arrebatan a , uno a uno, los barrios a lo largo de todo el país, y “se antrincheran” en ellos, en una suerte de movilización espontánea y pacífica.

En la entrada de uno de los barrio hay una particular señal de tránsito: el típico círculo rojo de prohibición tacha las siluetas de tres agentes antidisturbios, uno de los cuales lleva una porra.

No son bienvenidos

“Los policías no son bienvenidos aquí, lo damos a entender con esta señal que está por doquier”, añade Liudmila, al señalar que este tipo de señales están apareciendo por toda Bielorrusia.

Después de las elecciones presidenciales del pasado 9 de agosto, calificadas de fraudulentas por la oposición, y varias semanas de multitudinarias protestas, los bielorrusos cambian de táctica a la hora de expresar su hartazgo contra el mandatario bielorruso, que lleva 26 años en el poder, tomando el control de los barrios.

La gente acude a los espacios digitales para crear salas de chat de barrios y se han organizado espontáneamente, sin jerarquías, para reunirse a tomar té, dar clases de danza o talleres de creación, embellecer los barrios con tiras rojas y blancas, alegoría de las prohibidas banderas de la protesta.

Plaza de los cambios

Uno de estos barrios rebeldes incluso cambió de nombre: ahora se llama Plaza de los cambios.

El nombre surgió después de que unos desconocidos pintasen un grafiti con la imagen de dos pinchadiscos que se hicieron conocidos después de poner una grabación de la canción “Cambios”, del rockero soviético Víktor Tsoi, devenida en himno de la rebeldía postoviética, en una actividad oficialista antes de las elecciones.

Los jóvenes fueron detenidos, condenados a diez días de arresto administrativo y tuvieron que abandonar el país tras salir en libertad debido a las amenazas de las autoridades.

Sin embargo, la acción no pasó desapercibida para los bielorrusos que los homenajearon con la pintada.

Y a partir de ese momento, desde hace más de un mes, los vecinos y las autoridades iniciaron una verdadera batalla campal en torno al grafiti: la policía cubre la pintada, los lugareños la restauran.

Durante algún tiempo la policía llegó incluso a poner uniformados con pasamontañas a vigilar el muro, sin importarle que se tratase de una zona en la que suelen jugar los niños, algo que fue rechazado por el vecindario.

El presidente bielorruso Alexander Lukashenko hace un gesto mientras participa en las celebraciones del Día de la Independencia en Minsk, Bielorrusia, el 3 de julio de 2020.  (REUTERS/Vasily Fedosenko).
El presidente bielorruso Alexander Lukashenko hace un gesto mientras participa en las celebraciones del Día de la Independencia en Minsk, Bielorrusia, el 3 de julio de 2020. (REUTERS/Vasily Fedosenko).
/ Vasily Fedosenko

Un ejemplo contagioso

El ejemplo de la Plaza de los cambios contagia a otros barrios, y curiosamente, los niños se apropian de esta realidad.

“Hacen cadenas, escriben sobre el asfalto ‘Viva Bielorrusia’ y se sienten muy implicados con los acontecimientos del país. ¿Cómo podría ser de otro modo si ven todos los días en las plazotelas infantiles a agentes del orden?”, comenta Víctor, vecino de uno de esos barrios.

Junto a donde juegan los niños hay una cerca que se disputan los vecinos y la policía: unos cuelgan lazos blancos y rojos, los colores de la protesta, luego vienen los uniformados y los cortan. Poco después, vuelven a aparecer.

Algo semejante ocurre con los bancos, vallas, mesas, escaleras, que amanecen pintados de rojo y blanco, ya que salir con banderas de la oposición puede costar caro.

Las autoridades locales no tienen nada que objetar a las reuniones entre vecinos, pero luchan encarnizadamente contra cualquier combinación de rojo y blanco: repintan los murales y los bancos, y en uno de los barrios incluso los retiraron. Algo que no amilana a los bielorrusos.

Tenemos suficiente fantasía y creatividad, no logran alcanzarnos”, asegura Ekaterina, segura de que la fe mueve montañas y que la paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza y la violencia.

VIDEO RECOMENDADO

TE PUEDE INTERESAR

Contenido sugerido

Contenido GEC