Redacción EC

El 27 de octubre del 2005, la muerte de dos jóvenes musulmanes de ascendencia africana que terminaron electrocutados tras intentar de un control policial al este de desató una ola de indignación y protestas en una sociedad francesa que hasta el día de hoy busca respuestas.

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Bouna Traoré y Zyed Benna, de 15 y 17 años respectivamente, regresaban caminando a sus casas tras haber jugado un partido de fútbol. Junto a ellos iba Muhittin Altun, uno de sus amigos.

Al ingresar a la comuna de Clichy-sous-Bois, donde residían, junto a ellos llegó un vehículo de la policía que había sido alertado sobre un presunto robo en la zona. Los jóvenes notaron que los agentes comenzaron a perseguir a una decena de muchachos que se encontraban cerca y, sin pensarlo, comenzaron a correr para huir del lugar.

En medio de la huida, los jóvenes terminaron saltando la valla perimetral de una estación eléctrica, ocultándose cerca a uno de los transformadores. Comunicaciones sostenidas por radio demostrarían tiempo después que al menos dos agentes vieron a los jóvenes ingresar y decidieron no prevenir un posible desenlace fatal.

Están saltando para ir a las instalaciones de EDF (Compañía de Electricidad Francesa, por sus siglas en francés). Si entran en EDF, no doy nada por su pellejo”, dijo uno de los policías según registros de la central radial.

Media hora después, una descarga eléctrica de uno de los generadores terminó matando a Traoré y Benna. Altun, quien también había ingresado, logró salvarse pero terminó gravemente herido.

Un informe de la Inspectoría General de la Policía determinó que de haber sido auxiliados, los jóvenes se habrían salvado.

El principal reclamo de las protestas era que los jóvenes habían escapado debido al violento accionar de la policía, que en el pasado había aplicado el perfilado racial. Es decir, asociaba a un grupo étnico con un tipo de delitos aún sin tener pruebas o sospechas que los involucren. (Foto: Stephane de Sakutin / Archivo AFP)
El principal reclamo de las protestas era que los jóvenes habían escapado debido al violento accionar de la policía, que en el pasado había aplicado el perfilado racial. Es decir, asociaba a un grupo étnico con un tipo de delitos aún sin tener pruebas o sospechas que los involucren. (Foto: Stephane de Sakutin / Archivo AFP)
/ STEPHANE DE SAKUTIN

La noticia no tardó en esparcirse por Clichy-sous-Bois, un ‘banlieue’ (suburbio) pobre habitado en su mayoría por inmigrantes del norte de África. El principal reclamo era que los jóvenes habían escapado debido al violento accionar de la policía, que en el pasado había aplicado el perfilado racial. Es decir, asociaba a un grupo étnico con un tipo de delitos aún sin tener pruebas o sospechas que los involucren.

Esto se vio alimentado por , que dos días antes de la tragedia había calificado de “escoria” a los habitantes de un suburbio similar.

El 28 de octubre comenzaron las protestas en Clichy-sous-Bois. Durante los tres primeros días fueron arrestadas unas 60 personas y 59 vehículos terminaron incendiados. Un día después, se registraron manifestaciones en Montfermeil.

Para el 5 de noviembre en Marsella, Évreux, Roubaix, Estrasburgo, Rennes, Nantes, Niza, Toulouse, Burdeos, Lille, Sena-Saint-Denis, Sena y Marne Val-d’Oise, Altos del Sena, Isla de Francia, Dijon, Ruan, Bocas del Ródano, entre otros, se vivían intensas protestas exigiendo esclarecer el caso.

Esa jornada, además, resultó siendo la más agitada de todas las manifestaciones, llegándose a registrar el incendio de 1.295 vehículos, 312 arrestos e incidentes violentos por todo el país.

Las protestas se extendieron por 19 noches y el saldo final bordeaba los 9 mil vehículos quemados, además de 2.700 arrestos. En respuesta, el Gobierno Francés tuvo que decretar el estado de emergencia nacional, era la primera vez que lo hacía desde 1985.

Las protestas se extendieron por 19 noches y el saldo final bordeaba los 9 mil vehículos quemados, además de 2.700 arrestos. (Foto: Joel Saget / Archivo AFP)
Las protestas se extendieron por 19 noches y el saldo final bordeaba los 9 mil vehículos quemados, además de 2.700 arrestos. (Foto: Joel Saget / Archivo AFP)
/ JOEL SAGET

En Bélgica, Dinamarca, Alemania, Grecia, Suiza y los Países Bajos se registraron manifestaciones exigiendo justicia por Traoeré y Benna.

Finalmente, se abrió un caso contra Sebastien Gaillemin y Stephanie Klein, el primero había reportado el ingreso de los jóvenes a la central mientras que el segundo era el operador de radio que recibió la señal.

Tras cinco años de investigaciones, la justicia francesa decidió iniciar un juicio contra ellos, acusándolos de denegación de auxilio a personas en peligro. La Fiscalía, sin embargo, recurrió a la decisión y el Tribunal de Apelaciones de París terminó archivando el caso en abril del 2011.

Un año más tarde, en noviembre del 2012, por la Sala de lo Criminal del Tribunal de Casación de Francia. “Hoy hemos dado un paso hacia el derecho y la paz”, dijo el abogado de las familias de las víctimas, Jean-Pierre Mignard, tras conocer el veredicto.

Es un gran día para nosotros y para todos aquellos que han compartido nuestra pena y nuestro dolor”, dijo por su parte Siyakah Traoré, hermano mayor de Bouna.

El proceso, además, pasó de París a Rennes para continuar su curso. La esperanza de los familiares, sin embargo, se vio opacada nuevamente en el 2015, cuando tras celebrarse un juicio de cinco días a los agentes Gaillemin y Klein.

El veredicto era inapelable.

Familiares de Bouna Traoré reunidos el 27 de octubre del 2015 frente a la placa conmemorativa instalada en memoria del joven y su amigo Zyed Benna en Clichy-sous-Bois. (Foto: Joel Saget / Archivo AFP)
Familiares de Bouna Traoré reunidos el 27 de octubre del 2015 frente a la placa conmemorativa instalada en memoria del joven y su amigo Zyed Benna en Clichy-sous-Bois. (Foto: Joel Saget / Archivo AFP)
/ JOEL SAGET

Los policías son intocables. No solo en este caso, nunca son condenados”, se lamentaba ante la prensa el hermano de Zyed, Adel Benna, tras conocer el fallo.

Hoy en día, 15 años después de la tragedia, tanto los familiares de Zyed y Bouna, como cientos de personas que detectaron en el caso una alerta de la segregación de los más pobres en la capital francesa, siguen clamando por justicia.

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